Jueves 20 de febrero de 2014.
Hoy al finalizar la jornada lectiva me llevé una gran sorpresa, no podía creerlo, en ningún momento me pasó tal casualidad por la mente. Efectivamente se trataba de algo real y no una falsa ilusión, mi abuelita Nuria me estaba esperando en la parte exterior del salón de clases.
Corrí hacia ella y la abracé con todas mis fuerzas, me sentí muy feliz, hacía tiempo que nadie me esperaba a la salida de clases.
—¡Gracias por venir tita! —musité al intentar separarme de ella, pero sólo me abrazó con más fuerza.
De regreso a casa, pasamos a la pulpería y abuela me compró muchas cosas, entre ellas: tres confites, un sabroso helado de coco y dos chocolates con maní. Eso me hizo pensar… ¿Por qué papá nunca me regala nada? Un minuto de su tiempo es lo que deseo, eso me bastaría y sobraría, pero él todo lo justifica diciendo que se siente cansado y tiene deberes que realizar. La verdad, no le creo nada, sus palabras transmiten desinterés y odio.
¿Por qué mi papá y mis hermanos no me tratan como mi abuelita Nuria? ¿Por qué tanto odio hacia mí? ¿Acaso hice algo malo? No puedo comprenderlos si no sé sus motivos, pero tengo fe de que algún día seremos una familia feliz, bueno… El primer paso es que me traten como parte de la familia.