Viernes 25 de abril de 2014.
Últimamente ha habido momentos en los cuales realmente no sé qué pensar al respecto. A pesar de todas las circunstancias vividas con mi familia trato en el fondo de mi alma ser optimista, pero a veces es imposible mantener ese sentimiento.
Hoy amanecí muy mal y no hablo sentimentalmente, sino enfermo físicamente. Un fuerte dolor en mis caderas y piernas me impidió ponerme de pie. Mi querida abuela se preocupó bastante, no dudó ni un instante en traerme al hospital, ha pasado cada segundo conmigo desde que llegamos, a excepción de cuando doña Margarita la mamá de Marcos vino a visitarme.
—Eres muy valiente Mathias, pronto regresaras a casa y podrás jugar nuevamente con Marcos. —comentó optimista doña Margarita con intención de animarme.
No me encontraba lo suficientemente animado como para responderle, sólo le ofrecí una débil sonrisa. ¿Cómo iba a sentirme bien? Dejando a un lado el caso de mi salud, mis hermanos ni siquiera se han tomado la molestia de llamar y preguntar cómo he estado. Hoy más que nunca siento que cada reproche de su parte hacia mí es verdad.
¿En serio ellos desean mi desgracia? Yo deseo que ellos estén bien de salud tanto física como mentalmente, porque los amo incondicionalmente, aunque posiblemente ellos no. ¿Por qué tanta indiferencia? Papá tampoco se ha interesado en llamar, no le intereso ni en lo más mínimo.