Martes 22 de julio de 2014.
Hoy mi padre llegó a casa un par de horas más temprano. Lo acompañaba una señora muy linda de ojos verdes y cabellos rubios a lo largo de los hombros. ¿Quién sería ella?
—Hola ¿Cómo estás pequeño? —preguntó sorprendida al verme.
—¡Hola, muy bien señorita! —le sonreí amablemente—. Por cierto, mi nombre es Mathias.
—¡Mathias! —sonrió también—. Ya veo, tienes un lindo nombre. El mío es Angélica.
Estuvimos platicando un buen rato sobre mis estudios, me contó que es psicóloga, cambien conversamos cobre que nos gusta y nos disgusta. Claro, no le mencioné en ningún momento que me disgusta el trato que me dan mis hermanos y papá, porque si no los tres tomarían aún más distancia de mí. Bueno… imposible que se puedan alejar más de lo que ya lo han hecho.
Después de tanta insistencia por parte de papá, ambos se marcharon al despacho de mi padre. Cuando me dirigí al baño el cual quedaba cerca de la oficina pude escucharlos discutir con claridad. Ella le reclamaba el hecho de no haberle hablado de mí, él le dejó en claro que me ignorara, que yo no era importante.
¿Entonces no soy importante para ti papá? La verdad ya lo suponía, lo ha demostrado muchas veces, pero nunca antes lo había escuchado salir de tu boca. Es bueno saberlo.