Viernes 29 de agosto de 2014.
Mi dolor ha sido tanto que no pude evitar llorar. Mi abuelita Nuria me descubrió llorando en mi habitación y, como era de esperarse, me abrazó tan fuerte que logró hacerme sentir un poco feliz. Secó mis lágrimas con mucha delicadeza y luego besó mi frente.
—¿Por qué lloras Mathias? —inquirió sosteniendo mis manos.
Noté tanto tristeza como preocupación en su rostro, el verme así la hace sufrir, odio que sufra por mi desgracia. Pero, justo por ello amo a mi abuela como a nadie, ella es mi muro, la pieza que reconforta mi vida, siempre está para mí.
—¿Abuelita, soy culpable de la muerte de mamá?
La vi sorprenderse. Sus ojos rápidamente se nublaron.
—Ella murió el día que naciste, pero no fue tu culpa cariño, no creas lo que tus hermanos dicen. —respondió entre sollozos.
Entonces sí, a pesar de que mi abuela diga que no sé qué sí fue por mi culpa. Yo maté a mi mamá... Por esta razón me odian, es el motivo por el cual desean mi muerte. Ahora tengo todo claro el motivo por el cual existe tanto odio hacia mí.
—Ya veo… sí tenían razón, soy un asesino. —musité.