Al finalizar de escribir la última nota el niño cerró su tan preciado libro, el cual lo había acompañado fielmente durante tantos meses. Lentamente se puso de pie y luego salió de su habitación dirigiéndose hacia al balcón del tercer piso. Al llegar a su último destino elevó la vista al cielo estrellado y sintiendo como un fuerte dolor agobiaba su débil corazón, cerró los ojos. La brisa fresca pegó suavemente contra su rostro, había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que sintió tal cosa, había olvidado lo bien que se sentía, pero lo que más disfrutó fue respirar el aire fresco de la noche y lo cual le hizo sentir más vivo que nunca. Abrió los ojos y lentamente subió sobre las barandas del balcón, miró por última vez el cielo estrellado y luego sin dudarlo se lanzó al vacío. Al ir cayendo una sonrisa se dibujó en su rostro al saber que después de tanto tiempo de agonía mental por fin encontraría la paz anhelada. Una lágrima brotó de su ojo izquierdo en el momento de su cabeza impactar contra el duro pavimento.
—¡Mathias! —gritó el padre horrorizado quien vio el final de la escena.
Corrió hacia el niño y lo tomó entre sus brazos, las lágrimas brotaron de sus ojos, su corazón comenzó a doler, el remordimiento hizo presencia. Pero ya era tarde, su pequeño hijo Mathias había muerto y, el arrepentirse, no lo traería de vuelta a la vi