Para mi padre Federico:
Papá… ¿Recuerdas aquella noche en la que me prometiste ir por un helado? No, dudo que la recuerdes. Esa noche fue muy feliz para mí, fue de las pocas veces que decidiste responderme y no ignorarme. Siempre valoré esos momentos. En el instante que escuche salir de tu boca que al siguiente día iríamos por un helado como recompensa a mi esfuerzo, eso, eso me alegro mucho. También llegó una idea a mi mente, y fue el pensar que todo se solucionaría entre tú y yo, y que por fin me tratarías como a mis hermanos, como tu hijo menor. Pero estuve equivocado, porque al siguiente día decidiste ignorarme y no cumpliste tu promesa. Eso me dolió mucho, pero no fue tu culpa sino mía, porque ya te conocía bien, sabía cómo eras y aun así me hice falsas ilusiones. Después de ese día, gracias a ti aprendí a no esperar nada de nadie, así me evitaría constantes decepciones. También aprendí a no hacerme falsas ideas sólo porque algo concluya bien una vez. Estos fueron los dos errores que cometí inocentemente aquella vez. Porque, a pesar de tus palabras y de las falsas promesas e ilusiones… Porque, a pesar de todo y sin importarme si era verdad o no, siempre confié en ti.
Tu hijo, Mathias.