Morgan
Una semana después de tanto: empacar, despedirme de mis amigos, decir adiós a todos mis lugares preciados, regalar cosas que sabría que no me podría llevar, lágrimas. Estábamos a punto de despegar el avión. Me preparé mucho mentalmente para éste momento, me decía mil veces que tenía que ser fuerte, sin embargo, estoy comenzando a tener miedo.Me cuesta trabajo dejar a este lugar, dejar a Emma, mi mejor amiga, sin embargo, también lo trato de hacer por mí, me llegan recuerdos tristes a la mente sobre mi padre en este lugar, la mudanza será como empezar de cero, creo que eso es bueno para mi madre y para mi.
Nos subimos al avión y una vez que habían pasado 3 horas comencé a ver nuestro destino. El paisaje era bellísimo, algo parecido a una película de verano. Comencé a ponerme aún más nerviosa cuando anunciaron que ya era hora de bajar del avión.
— ¿Estás nerviosa? — preguntó mamá.
— Solo un poco — era evidente que mentía. Incluso me sudaban las manos.
Cuando bajamos del avión y recogimos nuestras maletas, mi mamá se acercó a un hombre que mantenía una sonrisa enorme mientras la veía ir hacia él.
Era Andrew.
No era para nada lo que había imaginado. Había pensado que sería un señor mucho mayor que mi madre, calvo, o quizá con un mostacho. Pero no. Tenía cabello un poco largo, algo caniento, y no tenía mostacho, al contrario, tenía barba. No se veía para nada viejo, a decir verdad, se veía demasiado joven y bien cuidado. Parecía que cuidaba mucho de su salud y de su físico. Incluso su piel se veía muy bien cuidada.
Bien, muy buenas primeras impresiones.
— Hola, que bueno que ya llegaron. Estaba ansioso por verlas — Nos recibió con una enorme sonrisa. Abrazó a mi mamá y después de dirigió a mi.
— Tu debes ser Morgan, eres hermosa, al igual que tú madre — me abrazó y me dio un tierno y cálido beso en la frente, como un padre se lo daría a su hija. Tenía una embriagante colonia que olía muy rico.
Otro punto más a favor.
— Sí, soy yo, mucho gusto en conocerlo. — Se separó de mi, tomó las maletas y las llevó al carro. Después de preguntarnos cómo había estado nuestro viaje nos dirigimos a nuestra nueva casa.
— Espero les guste, es aquí. — la casa, o mejor dicho casi mansión, era hermosa, preciosa, tenía una larga entrada con muchos tipos de flores y plantas extrañas que nunca en mi vida había visto. No puedo creer que voy a vivir aquí. Tanto que amo la jardinería.
Nos bajamos del carro y entramos. Si era hermosa por fuera es muchísimo más hermosa por dentro. Había muchas cosas hechas de mármol, las paredes eran blancas y había demasiadas cosas de decoración en color dorado. Plantas por todos lados -aunque no sabía si eran falsas o no-. La entrada era enorme, y mientras más nos adentrabamos a ella, veía la sala, la cocina, el patio trasero. Todo era precioso. Esto se siente como en un sueño.
Después de que Andrew nos enseñara la casa solo superficialmente, nos presentó a una señora ya algo mayor.
— Ella es Tamara. — la presentó .— Se encarga de la limpieza y de la comida, si necesitan algo pueden pedírselo a ella con toda confianza.
No puedo creer que incluso tenga a una persona que les haga la limpieza.
— Estoy para lo que necesiten señoritas — dice la mujer amablemente.
— Muchas gracias Tamara, pero llámanos por nuestros nombres, yo soy Stela y ella es mi hija Morgan.
— Está bien, Stela — responde Tamara con una sonrisa.
— Tamara ¿dónde está Isaac? — le susurra Andrew a Tamara. ¿Quién será Isaac? Seguro debe ser el chófer o algo parecido. Si tuvieran, realmente no me sorprendería.
— Lamento interrumpir pero... necesito ir al baño, ¿podría decirme en dónde está? — le pregunté a Andrew.
Me dió demasiada vergüenza preguntar, sin embargo, si pasaba un segundo más aguantándome seguramente me explotaría la vejiga.
— El de aquí abajo está roto, pero tenemos otro arriba en la puerta café.
— Está bien, gracias, ahora vuelvo — y salí disparada de ahí.
Subí las escaleras a toda prisa pero... creo que se le olvidó mencionar un pequeño detalle. Absolutamente todas las puertas eran café. Del lado derecho o del lado izquierdo. Mierda, ¿y ahora que hago?
No me aguantaba y abrí la primera puerta en la que pensé que podría ser el baño, sin embargo, me encontré con pósters de bandas de rock. Una guitarra eléctrica en una esquina, varios libros en una estantería, y... mierda, era una recámara de un hombre.
¡¿Qué me pasa?! No vine a inspeccionar cuartos y pensarán que soy una loca y... espera, ¿de quién es esta habitación?
No creo que sea de Andrew...
— ¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi habitación? — escuché que alguien preguntaba a espaldas de mí.
Me quedé perpleja. ¿En qué me había metido? No podía voltear... no podía, la pena me podía más.
— Ey, ¿piensas quedarte aquí todo el día? Pregunté quién eres. — era la voz de un hombre. No se escuchaba como la de un señor o como la de alguien más joven. ¿Qué mierda está pasando?
— Ah..., yo...
Seguía sin poderme voltear, mis pies me lo impedían. Quería correr a esconderme, o llorar, o lo que sea pero aquí no.
— Mocosa, no tengo tiempo para ésto. No seas una gallina y volteate. — sonaba impaciente. Así que lo hice.
Tenía la cabeza agachada y cuando la levanté...
— ¿Eres acaso la hija de esa mujer? — preguntó de manera despectiva.
¿Esa mujer? ¿Se refiere a mi madre así? ¿Qué se cree?
— ¿Y tú quién eres? — me atreví a preguntar al escuchar esas palabras. No iba a permitir que se refiriera a mi madre de esa forma.
— No, yo pregunté primero.
— Preguntas algo obvio, ¿no? — dije cruzandome de brazos intentando parecer firme, pero no lo estaba, al contrario. Me estaba muriendo de miedo.
— Tú también lo haces, ¿no? — y se recargó en el marco de la puerta mientras me miraba fijamente con una mirada como de desprecio.