Por qué tú?

Capítulo 38: ¿Puedo?

Isaac

— ¿Crees que le gustará?

— ¡Por supuesto! A las chicas les gustan las cosas con terminó "romántico", pero, repíteme de nuevo por qué es que quieres hacer esto. — preguntó Nana ayudándome a acomodar el proyector.

— Oh... Morgan se enojó conmigo, y ya sabes, no me gusta estar enojado con las personas, creo que hice algo malo, me gustaría compensarla. Esta película es nueva, creo que me perdonará si le doy un poco de palomitas. Te juro que no puedo dormir por la culpa. — me siento mal por mentirle a Nana, pero eso es un poco más comprensible a "le quiero dar una sorpresa a la chica que amo." Sí, suena menos... ¿romántico?

— Isaac... — comenzó Nana.

— Te prometo que iremos a dormir temprano y también limpiaré y...

— ¡Isaac! — me interrumpió.

— ¿Si?

— Ah... no sé cómo decirte esto...

—¿Decirme qué?

— Yo, amm... yo sé todo Isaac.

Joder, joder, joder. Ahora no.

Mis muslos se tensaron y me mantuve inmóvil respirando pesado.

Ya van muchas personas que lo saben, ¿que sigue? ¿Nuestros padres?

— ¿A qué te refieres con "todo"?

Nana me dedicó una tierna sonrisa. Una sonrisa que podía decir: no te preocupes.

— Tranquilo, pequeño. No creo que sea algo malo ¿sabes? En realidad me da gusto, realmente estoy muy feliz de saber que te preocupas por alguien más que no es tú mismo.

— ¿Auch? Que cruel.

— ¡JAJAJAJAJAJA! No lo dije en ese modo, lo sabes... — y sonrío.

— P-pero aún no lo entiendo, ¿cómo es qué...

— Vamos Isaac, vivo prácticamente en esta casa, aparte ya estoy muy vieja... me dedico a mirar mucho.

— ¿Se lo dirás a nuestros padres?

— No creo que eso sea algo que me corresponda a mi.

— ¿Desde cuándo lo sabes? — pregunté algo nervioso.

— Ammm, no te lo diré. No le quites lo divertido a la vida. — y rió. Al ver que me tensé, paró de reírse y se acercó a mí. — ¿Que sucede muchachito? Oh, lamentó haberlo dicho así tan de repente yo-

Tomó mi rostro entre sus palmas.

— ¿La amas?

— La amo. — afirmé.

— Entonces todo está bien. No tienes de qué preocuparte, ¿cierto? — y asentí.

— Pero... tengo miedo, nana. — confesé.

Nana hace que mi lado más vulnerable salga. Me siento tan débil, pero tan protegido cuando algo malo pasa y está ella ahí, conmigo.

— ¿De qué tienes miedo?

— De que no salga como yo quiero, de que algún día ella... se vaya.

— Bueno, nadie sabe eso. Nadie puede asegurar una vida al lado de la otra persona, sólo te queda disfrutar el momento, y si ambos se quieren ¿de hay de qué preocuparse? Los demás no saben cómo se sienten uno respecto al otro, solo ustedes lo hacen.

Recordé todos los momentos que pasé con Morgan: el primer día que mis ojos la vieron; luciendo tan brillante como siempre. Puede que quizá ese día, haya brillado más que nunca. El primer día que la besé... o la primera noche en la que no pude dormir por pensar en ella.

Tan perfecta.

Desde la perfecta forma de su boca hasta la perfecta forma en la que me ama.

Perfecta.

— Mhm, tienes razón. Gracias nana. En serio. También estaba preocupado por cómo reaccionarías tú.

— ¡Ay! Por mi mi te preocupes, mientras te haga feliz, por mi está bien. Claro, en cosas buenas. — dijo soltando mis mejillas.

— Gracias, ahora estoy un poco más tranquilo.

— Bueno, ahora creo que deberías terminar de preparar esto. ¿Quieres que te ayude con un poco de comida?

— Por supuesto.

— Tú termina de arreglar. Yo voy a la cocina. — asentí y me sonrió antes de darse la vuelta y marcharse.

Respiré profundo. Un problema menos.

Me concentré en terminar lo que había preparado para Morgan, sé que le encantará.

Después de que Nana trajo la comida y yo arreglé todo, me dediqué a sentarme y esperar. Aunque no tuve que hacerlo por mucho tiempo.

Escuché unos pasos en el pasto, así que volteé de dónde provenía el sonido; Morgan paró en seco, mirando asombrada.

Después se acercó y sus mejillas se colorearon de un tono entre rosa y rojo.

— No te cansas de ser un romeo, ¿cierto?

— Sólo lo seré con mi Julieta.

Sonrió y se acercó a donde estaba yo.

Morgan

Seguramente cuando escuchamos la palabra "campamento" se nos viene a la mente un bosque, un lago quizá, una fogata y muchos mosquitos a nuestro alrededor.

Pero esto era todo lo contrario.

Había una casa de campaña en una esquina del patio, luces colgadas por todo éste, un proyector de películas y un sillón delante del proyector. En la pequeña mesita había un plato de frutas, palomitas y cacahuates.

Me senté a un lado de Isaac, sorprendida.

— ¿Qué pasa el día de hoy? ¿Pasa algo importante? — pregunté sonriendo, no podiendo creer lo que Isaac había hecho para mi.

— No... en realidad no, sólo quería darte una sorpresa.

— Vaya sorpresa. Isaac, la nota, la comida, ésto. Yo...

— Shh, no hables demasiado, no te cuestiones demasiado.

— Agradezco, mucho todo esto. Pero hay algo que me preocupa, ¿nuestros padres están en casa?

— No. Ellos fueron a visitar a la abuela. Quizá platiquen toda la madrugada de cómo mi padre se hacía del baño en la cama.

— ¿Y Tamara?

— Oh, no creo que debas preocuparte por ella el día de hoy. Solo somos tú y yo.

— P-pero-

— Puedes confiar en mí, te lo aseguro. — Me tomó en sus brazos y me envolvió en un cálido abrazo. — Hoy estamos solo tú y yo, disfrutemos esto ¿sí?

Me sentía protegida, amada, valorada. Todo aquello qué quería sentir, lo sentí en ese momento junto a él. Junto a Isaac.

— ¿Cómo fue qué se te ocurrió todo esto? — pregunté riendo una vez que nos separamos.

— Bueno, puede qué estuviera buscando por Internet ideas para citas.... — respondió apenado bajando la cabeza.

Que tierno.

— ¿Lo dices en serio? ¿Tan romántico eres? Me sorprendes.



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En el texto hay: amorprohibido, novela juvenil, hermanastros

Editado: 10.11.2024

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