Yo tengo una.
Fue una confesión… y también una mirada. Una de esas miradas que lo dicen todo sin necesidad de palabras. Y cuando digo todo, es TODO: amor, tristeza, miedo, esperanza, despedida… y ese “ojalá no tuviéramos que separarnos”.
Vi esa escena y sentí de todo. Tristeza, felicidad, emoción, terror, vergüenza, pena. Fue una mezcla de emociones tan intensa que aún hoy me acuerdo. Ese Kdrama me enseñó que a veces, para cumplir nuestros sueños, tenemos que dejar ir a quienes más amamos. Y aunque me dolió, lo entendí. Entendí que ella era muy joven, que él también, que los dos tenían caminos por recorrer.
La escena que me marcó fue de “Twenty-Five Twenty-One”.
Ella amaba el esgrima. Él amaba su trabajo. Se amaban entre ellos. Pero la vida, los sueños, el tiempo… a veces no son justos con el amor.
Yo pensé que iban a quedarse juntos. Lo esperaba con el corazón. ¡Se tenían que quedar juntos! Pero no lo hicieron. Y aunque fue una gran decepción, también fue una lección. Ella siguió con el esgrima. Nunca se rindió. Y él también siguió su camino como reportero.
No recuerdo exactamente qué canción sonaba, pero sí recuerdo que me acompañó durante mucho tiempo. Esa canción y esa historia se quedaron en mí.
Lloré. Reí. Me dolió. Pensé mucho después.
¿Y qué me enseño? Una mezcla de ruptura y esperanza. Tristeza y orgullo. Porque aunque no se quedaron juntos… siguieron adelante.
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Editado: 17.08.2025