Por siempre, Andersen.

Capítulo 2.

Paula.




 

Creo que la vida da tantas vueltas, y no siempre somos conscientes de ello.

Hace tan solo un mes me encontraba en Holanda, disfrutando junto a Rex y Alejandro, los placeres de la vida.

Ya habíamos iniciado una organización de protección animal Joel, el amigo de Alejandro, y yo. Estábamos planeando viajar a varios países para reforestar zonas que han sido deforestadas de una manera abrumadora.

Y ahora me encuentro de nuevo aquí, donde empecé.

Recibí muchas propuestas de trabajo aquí, y aunque me negué rotundamente desde un principio, Alejandro me alentó a que viniera.

Desde que soy ingeniera me dedico a trabajar explícitamente por la naturaleza. No me interesan las propuestas en las que solo tengo que dar una firma y luego sentarme a observar como destruyen el ambiente. Si acepté fue solo porque la señora que se contactó conmigo pidió, o más bien suplicó, que viniera a examinar el lugar en el que piensa construir un condominio.

Ahora me encuentro de camino al apartamento de Alejandro.

El terreno que estuve examinando cuenta con muchos árboles frondosos y debo hablar con el arquitecto encargado para determinar si será necesario o no talar los árboles tan hermosos.

—¿Tienes hambre Rex?—lo miro desde el espejo retrovisor.

Me ladra como respuesta.

Rex va a todos lados conmigo. Lo llevé a Holanda, lo traje conmigo, y pienso volver a llevarlo a todas partes a mi lado. Nos volvimos como uña y mugre desde que Ethan me lo dió.

Ethan...

Siento un cosquilleo molestoso en el pecho cuando lo recuerdo. A pesar de que Alejandro y yo estamos juntos, aún no logro olvidarlo del todo. Y eso consume mi tranquilidad.

Conduzco hasta un parque y estaciono mi auto para luego bajar. Rodeo el auto y abro la puerta trasera para que Rex baje. Veo un puesto de hamburguesas y me encamino hasta la casilla para comprar dos. Uno para el, y otro para mí.

Rex ha crecido bastante en los últimos tiempos, no sé si ha de ser por lo mucho que come o si ha de ser un perro grande de por sí.

Camino hasta una banca con Rex siguiendo mis pasos. Me siento y él se pone frente a mí, esperando a que le dé la hamburguesa. Lo devora en un santiamén cuando se lo doy y ladra al ver la otra hamburguesa en mi mano, justo cuando estoy por llevarla a la boca. No me queda de otra que dárselo.

Sonrío y lo acaricio en la cabeza mientras come. No sería nada de mí si Rex no estuviera conmigo. Se ha vuelto mi mejor amigo y mi paño de lágrimas.

Ya es medio día, el estómago me ruge.

—Vamos Rex.

Me levanto de la banca y llamo a Rex para ir de nuevo al auto.


 

(...)



 

Subo al edificio, y mientras recorro el pasillo, muchos recuerdos aparecen abruptamente en mi memoria.

Me detengo frente a la puerta del antiguo apartamento de Ethan, donde ahora cuelga un letrero en el que dice "Disponible". Como si él fuera a salir de allí en cualquier momento, me quedo esperando.

Pienso en cuántas veces había venido hasta aquí junto a Ethan. Cuántas veces estuvimos allí dentro, ya sea discutiendo o...

Sacudo la cabeza y sigo mi camino. Entro al apartamento de Alejandro y cierro la puerta cuando Rex entra.

Nadie se hubiese imaginado que al final él y yo terminaríamos juntos. Luego de que Ethan haya desaparecido de un día para otro, había dicho que me concentraría solo en mi carrera y en la propuesta. Fué así, hasta que me mudé a Holanda y él insistió en ir conmigo. Dejó su trabajo en la Universidad, y me acompañó. Estuvo conmigo todo ese tiempo, hasta que un día me pidió ser su novia, sabiendo que mis sentimientos aún pertenecían a Ethan.

Decidí que era mejor aceptarlo, y olvidar de una vez por todas al desgraciado que me abandonó sin importarle nada más.

Alejandro me hace feliz a su manera, y se lo agradezco mucho. Lo quiero, pero lastimosamente no lo amo. Aunque intente amarlo no puedo, me cuesta mucho.

Él no solo es guapo, también es un hombre ejemplar. Es amable, cariñoso, me apoya en todo lo bueno que quiero, y acepta a Rex como su perro-hijo.

Cualquier persona diría que amarlo sería lo más fácil del mundo.

Cuando te enamoras de alguien, de verdad, no podrás quitarlo de tu corazón ni de tu mente tan fácil. Llevará tiempo, y un poco de sufrimiento.

Dejo mi bolso sobre el sofá y me quito los tacones. Rex va hasta su pote de agua y bebe un poco.

Me dirijo a la habitación y me quito la ropa, para ponerme algo más cómodo.

Es un domingo muy caluroso, bueno, como todos los días. Recién estamos en febrero, y ya espero con ansias a que llegue el invierno.

Rex entra a la habitación y se acuesta frente a la cama. Busco el celular y llamo a Alejandro.

—Hola cielo—me saluda apenas contesta la llamada.

—¿Cómo estás?—me siento en la cama y apoyo mis pies sobre Rex.

—Extrañándote mucho cariño.

—¿No podrás venir aún?

Él ayuda a Joel en la organización mientras yo estoy aquí. Y también enseña en una universidad, así que ahora si le resulta difícil dejar su trabajo para venir hasta aquí.

—Nop—suspira—. Tal vez nos veamos cuando regreses.

—Pues por lo que veo, me quedaré aquí al menos 2 meses.

—No creo que aguante tanto.

Me río.

Rex se levanta y sube a la cama. Me da un lengüetaso antes de acomodarse a mi lado.

—¿Rex está en mi cama?

—Nop—miento, pero Rex ladra.

—No alces al perro en la cama Pau—me regaña—, lo mal acostumbras.

—Es pequeñito, déjalo acostarse en la cama—hago pucheros, aunque no pueda verme.

—Dentro de poco será más grande que tú—se ríe.

Seguimos charlando un poco y luego me dice que debe atender a un perrito que llegó en mal estado.

Joel es el veterinario, Alejandro solo lo ayuda. Yo me especialicé un poco en Veterinaria para poder ayudarlo también.




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