La sangre se me hiela cuando lo veo ahí parado, observándome con estupefacción.
No digo nada, no puedo decir nada.
Obligo a mis pies a moverse y salgo con rapidez del hospital, con mi corazón latiendo a mil.
No puede ser.
De verdad no.
Puede que solo lo haya confundido.
No puede ser que él esté aquí en España.
Me niego a aceptarlo.
Apresuro mis pasos lo más que puedo. No miro hacia atrás, tengo miedo de que él pudiera estar ahí realmente y que no haya sido un espejismo.
Voy corriendo hasta el estacionamiento para subir a mi auto y largarme.
Esto no puede estar pasándome.
Siento una horrible opresión en el pecho, las lágrimas se acumulan en mis ojos.
Conduzco con rapidez para alejarme del hospital, cuando estoy lejos, me tranquilizo y manejo con más cuidado. Las lágrimas caen por mis mejillas y la garganta me arde. Tengo ganas de gritar, de proferir vulgaridades, de expulsar toda la rabia que siento.
¿Por qué tuvo que aparecer otra vez? ¡Estaba tan bien sin saber nada de él!
No quiero ir a casa aún, así que busco algún parque donde pueda quedarme un momento a meditar. Encuentro uno cerca y estaciono el auto a un costado de la acera. Bajo del coche, camino hasta la banca que se encuentra más próxima, y me siento. Dejo caer mi cabeza hacia atrás y parpadeo varias veces para que las lágrimas desaparezcan de mis ojos. Sé que no debería ponerme así, pero verlo después de tanto tiempo ha causado en mí una explosión de sentimientos que no logro explicar.
El celular suena y lo saco de mi cartera para ver quién llama. Es Alejandro.
Suspiro antes de contestar.
—Hola cariño—saluda—¿Sigues en el hospital?
—No, ya voy de camino a casa.
—¿Pasa algo?—cuestiona—.Te oigo congestionada.
—Nada cielo—miento—, parece que va a darme gripa o algo así.
—Bueno mi amor, ¿vas a quedarte en casa o vas a salir con Joel?
—Voy a llevar a Rex a la veterinaria—musito, sin ganas de hablar— y luego iré al parque con él.
—Está bien, entonces nos vemos cuando llegues. Yo estaré aquí bastante tiempo.
—Nos vemos—cuelgo la llamada antes de que diga algo.
Deberías contarle...
Tal vez sea bueno hacerle caso a mi subconsciente y deba contarle a Alejandro que lo vi, pero sé que eso haría que las cosas entre nosotros empeore.
Me levanto y voy hasta el auto para subir y conducir hasta el apartamento. Cuando llegamos a España decidimos que era mejor rentar un apartamento. Joel dijo que era preferible que Alejandro, Rex y yo viviéramos en un lugar, y él en otro. De todas formas nos quedaremos al menos 2 meses más antes de desplazarnos a Sudamérica.
Aún me parece imposible creer que lo haya visto realmente en el hospital. Puede que solo haya confundido o haya sido producto de mi imaginación. Pero si no es así, ¿Por qué está aquí? ¿Por qué justamente en ese hospital? ¿Estuvo aquí todo este tiempo?
Me hago tantas preguntas pero no obtengo ni una sola respuesta. Nadie más que él podría responderlas, pero por nada del mundo lo buscaría.
Solo espero no volver a encontrarlo.
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Ethan.
Estoy seguro de que era ella.
Su rostro angelical, su cabello negro, o el vestido floral que llevaba. Puedo reconocerla en cualquier parte.
Estaba parada al lado del niño al que le había dado los dulces, y cuando me vió, se quedó boquiabierta, al igual que yo. Quise dar un paso para ir junto a ella, pero salió corriendo. Debí haber ido detrás suyo para alcanzarla, pero huyó tan rápido que no me quedó de otra más que quedarme parado viendo como se iba.
—¿Quién era ella?—pregunto al niño cuando me acerco a él.
—Es la señorita que planta árboles—balbucea con el chupetín en la boca.
—¿Sabes dónde puedo encontrarla?
Frunce el ceño y se queda pensando.
—No—niega.
Escucho a su madre llamarlo y él se aleja después de despedirse de mí.
Acomodo la bata antes de salir del hospital. Camino hasta la calle para esperar un taxi.
Es la segunda vez que vuelvo a España. La primera vez había venido para la conferencia, y luego de eso me habían pedido que regresara para darle clases a los estudiantes de Cardiología aquí en el hospital. Decidí aceptar, pero solo por un mes. Llevo aquí dos semanas, sin embargo, ahora que sé que Paula está aquí, no pienso marcharme al menos no antes de encontrarla.
Debo habla con ella. Debo explicarle tantas cosas.
Sé que ha de odiarme, o que simplemente no quiere saber absolutamente nada de mí, pero aún así no me daré por vencido. Es necesario que hablemos.
El taxi llega y le doy al conductor la dirección del hotel donde estoy hospedándome. Las clases de hoy se cancelaron así que aprovecharé para ir a darme una ducha y luego iré a algún parque a relajarme al menos un rato.
Casi no tengo tiempo para hacer nada ya que estoy todo el día en el hospital, y no puedo dejar pasar esta oportunidad.
Me recuesto por el asiento mientras el taxista conduce. No puedo olvidar el momento en el que volví a verla, después de tanto. A pesar de todo, haber venido aquí valió la pena. Sé que las cosas pasan por algo.
Sonrío, sin dejar de pensar en "la señorita que planta árboles".
Editado: 17.03.2021