—Vamos Rex, apresurate.
Me cruzo de brazos mientras espero a que Rex termine de hacer sus necesidades. Se supone que íbamos de camino al parque cuando de pronto empezó a ladrar y a ponerse demente en el auto. No me quedó de otra que pausar nuestro trayecto y bajarlo para que se tranquilizara.
Lo primero que hizo fue acercarse a un árbol, y bueno, ya saben.
Parece que las vacunas que le puso la veterinaria le cayeron mal.
Una vez que termina, mueve la cola y viene hacia mí. Hasta parece feliz.
Sonrío y le froto la cabeza antes de subir de nuevo al auto. La veterinaria me recomendó sacarlo a pasear a menudo ya que estar todo el tiempo en un apartamento puede ser perjudicial para su salud. O el hecho de viajar también podría afectarle, así que debo cuidarlo aún más.
Conduzco hasta el parque mientras escuchamos a Imagine Dragons en la radio. Rex aulla desde el asiento trasero y yo me río. Siempre hace eso cuando suenan las canciones ID, no sé si solo intenta cantar, o si las canciones le dan depresión.
Estaciono cerca de la acera cuando llegamos y bajo del auto para abrir la puerta trasera. Rex baja en un salto y se va corriendo.
Por suerte no hay mucha gente por aquí, y no corro el riesgo de que Rex vaya y salte por algún niño. El es muy amoroso con los niños, siempre que ve uno va corriendo y se lanza sobre él o ella para darle lengüetazos , pero por su gran tamaño logra lastimar fácilmente a cualquiera. Muchas veces me he metido en problemas por culpa suya, pero por más de que lo regañe (y conste que lo regaño como si fuera un niño), no hay palabras que lo hagan entender.
Veo como Rex se lanza en el césped y se revuelca. Disfruta mucho estar al aire libre, y yo disfruto verlo feliz.
Me siento en una de las bancas y lo observo mientras juguetea por allí. Veo a lo lejos a una mujer con un perro a su lado, y Rex también lo ve, por lo que va corriendo hasta ella.
—¡Rex!—lo llamo, antes de que vaya y se pelee con el otro perro.
Al instante se queda quieto y observa hacia mí. Regresa moviendo la cola y sacando la lengua. Se sube en la banca a mi lado y me da besos babosos en el cachete.
—Basta Rex—digo entre risas, empujándolo con las manos para que se aparte.
Sigue con sus caricias perrunas y por más de que lo empuje no logro sacarlo de encima. Cada vez está más pesado, ya no puedo con él. Necesita una dieta.
—Rex, por favor...—suplico, pero no se detiene.
—Rex, baja de ahí—una voz gruesa y dominante se escucha por detrás de nosotros.
Rex se aparta al instante y baja de la banca moviendo la cola. Yo me quedo inmóvil.
Conozco esa voz.
Esto no puedo estar pasando.
Trago saliva y me levanto de la banca. Doy la vuelta para encararlo y cualquier palabra que pudiera decir se queda estancada en mi garganta.
Rex está a su lado, lamiendo su mano. Él está parado observándome fijamente. Retrocedo un paso pero él se apresura en alcanzarme.
—Paula...
Me quedo estupefacta cuando me toma del brazo suavemente. No logro siquiera parpadear del asombro, como si no tuviera control de mi cuerpo. Me quedo observando sus ojos, sus facciones, como si nunca hubiese visto un hombre más guapo que él...
Frunzo el ceño cuando logro reaccionar y me safo de su agarre para levantar la mano y darle una fuerte bofetada.
Pone su mano por su rostro y frota su piel con sus dedos. Lo miro con odio, con todo el odio que tenía estancado en mi ser. Aprieto los puños y mis uñas clavan mi piel, tengo tantas ganas de abofetearlo una y otra vez, pero no hago nada, simplemente llamo a Rex.
—Vamos Rex.
—Paula, necesito hablar contigo—dice Ethan, mientras espero a que Rex venga junto a mí.
—No tenemos nada de qué hablar—espeto.
—Paula, por favor...—deja de frotarse el rostro y se acerca un poco para suplicarme. Tiene la mejilla un poco roja.
—¿De qué quieres hablar?—pregunto con enfado—¿De lo imbécil que eres?
—Yo...
—He pasado 2 años de mi vida sin saber nada de ti—lo interrumpo—, y prefiero que eso siga así. No quiero volver a toparme contigo ni en mis pesadillas.
Su rostro parece descolocarse cuando digo eso, y la garganta me arde por las ganas que tengo de gritarle y decirle lo mucho que me ha hecho sufrir, todo lo que lloré por culpa suya, tanto que lo amé.
Y lo mucho que lo extrañé...
Cierro los ojos y suspiro. Cuando lo miro, él sigue observándome.
—No volveré a escuchar una más de tus mentiras—digo, antes de dar la vuelta para ir hasta mi auto.
—¡Nunca mentí cuando dije que te amo!—grita a mis espaldas.
Sus palabras entran como flechas a mi pecho, y me lastiman. Sé que no es cierto, nunca me amó. Si tan solo me hubiese querido un poco, no me hubiese dejado sola, no se iría sin quiera despedirse de frente. Solo se ama a sí mismo, a nadie más.
Abro la puerta trasera y espero a que Rex entre. Cuando ya está en el asiento cierro la puerta y miro por última vez hacia atrás. Ethan sigue parado, mirándome.
Le dedico una mirada de odio antes de subir al auto. Enciendo el motor y conduzco con rapidez.
—Rex ¿Como pudiste lamerle la mano?—le digo—. Traicionero.
Se acerca a mi cabeza y trata de acercarse a mi oreja pero lo espanto.
Rex se detuvo apenas escuchó su voz, y no solo eso, también parece haberle reconocido por cómo movía la cola y lamió su mano cuando estuvo cerca de él. ¿Podría recordarlo realmente?
Dejo salir el aire de mis pulmones una vez más y me recuesto por el asiento mientras el semáforo da en rojo. Ethan es el fantasma de un pasado que no quiero recordar, pero ni siquiera ha terminado el día y ya me encuentro con él dos veces.
¿Tanto me odia la vida?
Los dedos me pican por la bofetada que le dí, que por cierto me dolió más a mí que a él. Pero se lo merecía, merecía más que un solo bofetazo, merecía una patada entre las piernas, sin embargo, me encargaré de hacerlo sufrir, no con golpes, sino con mi indiferencia. Si de verdad me ama, haré que se arrepienta una y mil veces de haberme dejado. Le demostraré que ya no soy la mujer que se dejaba llevar por sus simples caricias.
Editado: 17.03.2021