Por siempre, Andersen.

Capítulo 8.

Alejandro se pasea de un lado a otro en la sala mientras yo acaricio la cabeza de Rex, quien está sentado a mi lado en el sofá.

Ya es de noche pero Alejandro sigue sin olvidar que Ethan apareció en la mañana al evento. Conste que al medio día había desaparecido y no volvió.

—¿Tienes hambre cariño?—pregunto a Rex, acercándome a su oreja.

—¡No puede ser que ese imbécil esté aquí!—grita, por enésima vez.

Ruedo los ojos y acaricio por última vez a Rex antes de levantarme.

—Alejandro, cálmate.

—¿Como pretendes que me calme?—se da la vuelta para ponerse frente a mí—. Regresó solo para robar lo que es mío.

—¿Y que se supone que es tuyo?—me cruzo de brazos.

—Tú eres mía Paula. Y él regresó para descomponer todo entre nosotros.

—Yo no soy tuya, ni de nadie—espeto—. Lo nuestro se descompuso hace tiempo, y no por Ethan.

—Estamos muy bien juntos.

—Alejandro, cada día es insufrible nuestra relación—me froto la sien—. Y el escándalo que hiciste hoy, fue la gota que colmó el vaso. Quiero que esto se acabe.

Abre grande los ojos y pone una expresión afligida.

—No, Paula. Debemos luchar por lo nuestro—alarga sus brazos y acerca sus manos a mis brazos pero me alejo.

—No hay nada que nos una—murmuro—. Yo no te amo, y lo sabes.

—¿Es por él verdad?—alza la voz y se vuelve histérico otra vez—. Aún lo amas, por eso no quieres estar conmigo.

—Entiéndelo de una vez—abro los brazos con desespero—. No sé trata de él, se trata de que no siento nada por tí.

—Entonces vete—profiere con enfado—. No tienes nada que hacer aquí.

Lo miro incrédula. No puedo creer que haya dicho eso, pero no digo nada. Paso a su lado y voy a la habitación para empezar a juntar mis cosas. Agarro la maleta y la pongo sobre la cama para cargar mi ropa y todas mis pertenencias adentro. Lo hago con brusquedad, sin detenerme a doblar las ropas o guardarlas con cuidado.

—Paula, no lo decía en serio—dice Alejandro, desde la puerta.

Hago caso omiso a su comentario y termino de empacar. Cierro la maleta y la bajo para arrastrarla hasta la sala. Paso a lado de Alejandro sin mirarlo y camino hasta el sofá, para dejar la maleta a un lado y buscar una caja para guardar las cosas de Rex. No pienso dejarlo aquí.

Una vez que tengo todo listo, le doy una última mirada a Alejandro antes de salir del apartamento. Él me suplica de nuevo pero no pienso seguir haciendo caso. Hemos discutido tantas veces que ya no tolero una vez más.

Rex camina a mi lado meneando la cola, parece feliz de salir del apartamento.

Salimos del edificio y bajamos al estacionamiento, para ir al auto. No sé muy bien a donde ir. Podría ir con Joel pero no puedo llegar de la nada a su apartamento con mi equipaje y con Rex. Tendré que buscar un hotel mientras hablo con Joel.

 

 

(...)

 

 

 


Hemos estado recorriendo más de una hora buscando un hotel, pero ninguno de los que hemos encontrado hasta ahora admite animales.

Rex ladra desde el asiento trasero, está inquieto. Yo también empiezo a inquietarme por no encontrar un hotel donde me admitan quedarme al menos una noche con el.

Sigo conduciendo por las amplias carreteras, observando por todos lados a ver si logro encontrar un hotel en el que pongan por un letrero "se admiten animales".

No logro encontrar ninguno, así que no me queda de otra que quedarme en uno y probar suerte. Ya estoy cansada para seguir manejando y Rex parece sentirse incómodo allí atrás.

Bajo del auto junto con Rex, mi maleta y sus pertenencias, y nos dirigimos a la recepción, donde una chica se encuentra parada. Nos acercamos a ella y en cuánto ve a Rex, cambia su expresión por completo.

Oh no, otra vez no.

—Señorita, no se admiten animales aquí.—informa, antes de que siquiera me acerque a ella.

—Señorita por favor, déje que me quede aquí, solo por esta noche—suplico—. Mi perro es muy higiénico y bien portado, no le traerá molestias.

—Lo siento, pero son las normas del hotel—frunce los labios.

—Por favor señorita, se lo suplico—entrelazo mis manos y me acerco a ella.—Solo será esta noche.

—Por favor entienda...

—¿Que sucede?

Esa maldita voz de nuevo.

¿Esto es en serio?

—No pasa nada Doctor, es solo que esta señorita no entiende que no se admiten animales.

El querido doctor se encuentra parado cerca de la entrada principal, al parecer viene llegando. Tiene puesto una camisa blanca y un pantalón azul marino.

—Déjala pasar, yo luego hablaré con el gerente—ordena, mirando a la chica, quién asiente sin decir nada.

—No, mejor me voy—digo, con la intención de salir. Pero Rex, tan traicionero, va hasta Ethan y se sienta a su lado.—Rex vamos—le llamo, pero solo me ladra sin moverse.

—Rex desea quedarse—dice Ethan, acariciando su cabeza.—No seas testaruda.

Llamo nuevamente a Rex pero nada que se mueve. Me palpo la frente antes de darme por vencida y asentir.

—¿Se quedará en su cuarto señor?—pregunta la muchacha.

—No—niego apresurada antes de que Ethan responda—. Quiero una habitación aparte.

—Su habitación es la más grande del hotel, cuenta con dos habitaciones—me alienta—. Le convendría quedarse ahí, así el señor se haría cargo de la responsabilidad.

Antes de decir nada, Ethan agarra mi maleta junto con la caja y empieza a andar hacia el ascensor, con Rex siguiéndolo. Traidor, mil veces traidor.

Suspiro, dándome por vencida una vez más. Sigo a Ethan al ascensor y entro antes de que la puerta se cierre. No me acerco a él, ni pretendo hacerlo. Ya tengo suficiente con tener que encontrármelo tantas veces en una semana.

Me cruzo de brazos y miro a otra parte mientras el ascensor sube al piso en el que se encuentra la habitación. Cuando las puertas se abren, un amplio pasillo aparece ante nosotros. Está perfectamente iluminado, las paredes son de color amarillo, y las puertas son de metal, pintadas en negro. Ethan avanza hacia adelante y lo seguimos.




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