Por siempre, Andersen.

Capítulo 11.

Ethan.

 

—Eso es todo por hoy—informo, dando la clase por terminado.

Los estudiantes asienten y comienzan a guardar sus cuadernos, mientras yo dejo en orden los materiales de práctica. Cuando cada uno se retira y me dejan solo, aprovecho para quitarme la bata y guardar mis cosas en mi maletín.

Creo que ya son casi las 8 de la noche, perdí la noción del tiempo desde el medio día. Fuí a ver los dúplex que están cerca del hotel donde me hospedo, porque me cuesta mucho seguir viviendo allí, y prefiero pagar mensualmente una cierta cantidad antes que seguir pagando por día un alto monto. Ahora que sé que Paula está aquí alargaré mi estadía en el país, y debo buscar un lugar más cómodo y más económico.

Cuando fuí, me quedé observándolo y charlando con la dueña, por lo que apenas llegué al hospital, me puse a enseñar a los estudiantes sin parar, para compensar mis horas de ausencia.

Una vez que termino de ordenar todo, salgo del consultorio y me dispongo a ir a mi auto. Mientras camino, busco mi celular y llamo a la dueña del dúplex, ya que quedé con ella en confirmarle esta noche si estoy o no dispuesto a rentarlo, y claro que lo estoy. El precio no es tan elevado, el lugar es muy lindo y queda cerca del hospital. Me conviene al máximo.

—Buenas noches ¿Quien habla?

—Buenas noches señora—la saludo, mientras meto mi maletín en el auto—, soy el doctor que fué a ver su dúplex hoy.

—Ahh—dice con emoción—¿Como le va?

—Muy bien—subo al auto y espero—. La llamo para confirmar nuestro trato.

—Si, su novia ya vino esta tarde a confirmarlo. Estoy muy contenta de que se muden al dúplex.

Frunzo el ceño.

—¿Mi novia?

—Si, la señorita Paula—se queda callada un momento—¿O acaso no es ella su novia?—añade, con preocupación.

Sonrío al escuchar eso. ¿Mi novia? ¿Como supo que rentaría ese lugar?. Siento una pizca de emoción al pensar que por fin ha decidido dejar el rencor de lado y quiere vivir conmigo.

—Si sí, lo es. Solo no pensé que iría.

—Ella dijo lo mismo por usted—se ríe—. Pero lo bueno es que ya cerramos el trato. Tengo entendido que se mudarían hoy mismo, así que espero que disfruten.

—Muchas gracias señora. Hasta luego.

Cuelgo la llamada y dejo mi celular en el otro asiento para encender el motor y poner en marcha el auto. Debo ir al hotel para ducharme y hablar con Paula. Esa mujer, o ya me perdonó, o está tramando algo.


 

(...)






 

Salgo de la ducha y me visto para luego ir a la cocina. El estómago me gruñe por no haber probado bocado en todo el día, ya es momento de comer al menos una fruta.

Camino hasta el refrigerador y saco de adentro un par de frutas para hacer una ensalada.

Preparo la ensalada y la dejo sobre la mesada para ir a buscar mi celular antes de ponerme a cenar. Voy a mi habitación para agarrarlo y luego regreso a la cocina. Me siento en una de las butacas y empiezo a devorar la ensalada, que por cierto es deliciosa.

Mientras mastico un bocado, marco el número de Paula y la llamo. Espero que siga despierta.

—¿Hola?—pregunta somnolienta.

—Hola cariño—sonrío.

—¿Tú de nuevo?—se queja, y podría jurar que está rodando los ojos.

—¿Por qué tratas así a tu novio?.

—¿Mi novio?

—¿Acaso no fue eso lo que le dijiste a la dueña del dúplex?.

Se queda en silencio y yo aguanto las ganas de reírme.

—Ah. Solo una tontería.

—Si no lo hubieses dicho en serio no habrías firmado el contrato—añado.

—No me quedó de otra.

—¿Deseas vivir conmigo o solo utilizaste mi nombre?

—Prefiero el infierno antes que vivir contigo—murmura.

—Paula, estuve a punto de firmar ese contrato, y tú vienes y lo firmas haciéndote pasar por mí novia.

—Necesitaba hospedaje—añade—y la señora dijo que debía competir contra ti si deseaba el dúplex y...

—¿Donde estás ahora?—inquiero, interrumpiéndola.

—En el dúplex.

—Voy para allá.

—¿Para qué?

—Para que lleguemos a un acuerdo—ruedo los ojos.

—No me apetece llegar a ningún acuerdo contigo.

—Pues tendrás que hacerlo, porque ya voy para allá.

Cuelgo la llamada, guardo mi celular en el bolsillo y me apresuro en salir del hotel. No me importa ir vestido solo con un short, una playera y mis zapatillas. De vez en cuando también es bueno sentirse cómodo, y los trajes o camisas son desesperantes.

En cuestión de minutos ya estoy frente al dúplex. Cuando bajo del auto, voy hasta la puerta y toco el timbre. Paula tarda mucho en abrir, y cuando lo hace, me recibe con una cara de muy pocos amigos.

—Buenas noches—la saludo.

Rueda los ojos y trata de impedirme el paso pero la hago a un lado y entro.

Rex me recibe con un salto y muchos lengüetazos cuando me ve. Al menos él si me demuestra su amor.

Paula se sienta en el sofá y yo la imito sentándome frente a ella, no sin antes recorrer su cuerpo con la mirada. Tiene puesto un short azul, bastante corto, y una camisilla negra. Sé que observarla de la manera en la que lo estoy haciendo podría considerarse un acto de mala educación, pero en mi defensa puedo decir que conozco su cuerpo perfectamente.

Ella nota que la estoy observando sin disimulo y carraspea.

—¿Y bien?—se acomoda en el sofá y se cruza de brazos.

—Y bien, tienes que decirme por qué estás aquí.

—Porque yo firmé el contrato.

—Utilizando mi nombre—alzo una ceja.

—Bueno, fue por una buena causa—se frota la nuca.

—¿Ah sí?

—Uhum—asiente, y cada vez que hace gestos de niña pequeña me dan ganas de comerla a besos—. Rex dormía incómodo donde estábamos antes, entonces no me quedó de otra que mudarme.

—Bueno, entiendo esa parte. Pero yo estoy al borde de ir a la quiebra por pagar diariamente una alta cantidad en el hotel.

—Entonces renta el dúplex de al lado, yo que sé.




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