Por siempre, Andersen.

Capítulo 13.

Capítulo extra.
 


Se arrodilla frente a mí y me acuesta lentamente sobre el suelo, mientras entreabre mis piernas para acomodarse entre ellas.

Acaricia mi mejilla al mismo tiempo que me besa. No hay lujuria, solo hay amor y ternura en sus besos y caricias, pero no puedo permitir que esto vaya más allá que un simple desliz.

Subo mis manos a sus hombros y lo aparto. Él me mira extrañado, pero no dice nada, solo se aparta, entendiendo mi intención. Nos levantamos del suelo y el carraspea. Yo me dispongo a sacudir el polvo invisible de mis jeans.

Ethan se sienta en el sofá y llama a Rex para que venga junto a él, mientras yo voy a la cocina a tomar un vaso de agua. Hacemos como si nada pasa. Él juega con Rex y yo me quedo en la cocina observando un punto cualquiera. Mi corazón galopa con rudeza en mi pecho y parece salir en cualquier momento, si no fuera por mí orgullo en este momento estaría saciando todas esas ganas que llevo dentro, haciendo que mis latidos no fueran por ansiedad, sino por amor y placer.

Bebo otro vaso de agua antes de caminar hasta la escalera para subir al segundo piso, donde se encuentra mi habitación. Debo calmarme antes de que Ethan se de cuenta de las ganas que tengo de continuar con el beso, y no debo dejar que sea obvio el deseo acumulado que llevo en mi interior desde hace tiempo. Eso solo haría que él note que después de todo soy débil cuando se trata de él y no deseo que se aproveche de eso, por nada del mundo. No quiero tener que sufrir de nuevo, no lo soportaría.

Abro la puerta de mi habitación y me encierro hasta que pase lo suficiente como para que Ethan ya se haya ido. Esto es lo que hago cada vez que viene: encerrarme en mi habitación y esperar a que se marche.

Me acuesto en la cama y me quedo pensando en su beso, en como sus labios se mueven deliciosamente y en cómo sus dedos acariciaban mi mejilla. Inconscientemente muerdo mi labio inferior. Esta sensación de ansiedad está por volverme loca, y siento que si no hago nada al respecto terminaré enloqueciendo por completo.

Escucho que la puerta de abajo se cierra, y me sorprende lo poco que se quedó esta vez. Me levanto de la cama y salgo de la habitación para bajar las escaleras e ir a la cocina, donde Ethan está parado, observándome.

—Pensé que ya te habías ido.

—Aún no—dice, para luego acercarse con rapidez hacia mí y acorralarme contra la pared. Rápidamente sus labios apresan los míos y nos fundimos en un delicioso beso. Sus manos viajan a mi cintura y me atrae a su abdomen para estar más juntos.

Esta vez no me importa rechazarlo, al menos por esta noche deseo sentir sus besos sin que importe nada más. Quiero dejar de lado todo el odio, todo el rencor y el dolor que llevo dentro, quiero sanar las heridas por un momento con sus besos. Disminuye el ritmo de su beso un instante para verificar si no voy a rechazarlo de nuevo, y cuando se da cuenta de que no lo haré, continúa. Esta vez me eleva del suelo y lío mis piernas por su cadera mientras me lleva al sofá, donde me acuesta lentamente.

Mientras se acomoda, desciende lentamente hacia mí cuello, dejando castos besos en mi piel. Acaricia mi piel con dulzura mientras se concentra en mi cuello. Yo no puedo evitar cerrar los ojos y disfrutar.

Ni siquiera pienso en que Rex podría estar observando, aunque no fuera a entender nada. Baja hasta mi abdomen y alza mi blusa un poco para besar mi piel. Al menos el sofá es lo suficientemente grande como para sentirme cómoda, aunque en esta situación, hasta el piso me resultaría sumamente cómodo.

Deja de besar mi abdomen y se levanta un poco para pasar sus manos al botón de mi jeans, pero lo detengo antes de que siga.

—No, Ethan.

Alza la vista y aparta sus manos.

—¿No te sientes cómoda?—pregunta.

Me siento para llegar a su altura y acaricio su mejilla.

—No creo volver a sentirme cómoda contigo—miento.

Mis palabras parecen afectarlo.

—Te amo Paula—alza mi mentón y apoya su frente a la mía—confía en mí.

—Ethan, detente—suplico.

—Te necesito...

—No quiero nada de ti más que los minutos de placer que me brindas. No me interesas para algo más—añado, con un cierto grado de falsedad en mis palabras.

—No quiero quedarme solo unos minutos.

—Entonces es mejor que te vayas.

Suspira y cierra los ojos antes de levantarse del sofá, pero en vez de marcharse, solo me pasa la mano para que me levante a su vez.

Me abraza y me da un beso en la cabeza antes de tomar mi mano y dirigirnos a la escalera. Subimos a la habitación y abre la puerta para dejarme pasar. Cuando la cierra, me lleva hasta la cama y me deja parada frente a ella.

—Estoy dispuesto a cumplir tus reglas, pero déjame tenerte cerca.

—Solo será esta noche—murmuro, repitiendo las mismas palabras que dijo aquella noche en su apartamento.

Sonríe antes de besarme.

Y con esas palabras en mi mente, junto con millones de recuerdos causandome un cosquilleo en el pecho, me dejo llevar por su beso.

Con la promesa en los labios, de que solo serán caricias.




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