Recuerdo vagamente aquella noche en la que sus labios habían pasado por mis piernas en una ocasión. Aunque esa vez, las caricias eran bravas, para nada dulces.
Esta vez, sus labios se posaron en mi piel cuidadosamente, como si cada parte de mi cuerpo fuera frágil, y cualquier movimiento en falso podría romperme. El paso de sus labios me resultaba tan placentero, tan sutil.
Camino nuevamente hacia el árbol con el que había estado trabajando, por así decirlo, y mantengo a Ethan en mi mente, al igual que esa noche, desde la cual ya han pasado varios días. Aunque no debería, no logro dejar de pensar en él, y en todo lo que pasamos esa noche.
Aunque no fueron nada más que caricias dulces y suaves besos, no hubiese cambiado eso por nada del mundo. Esa noche nos complementamos el uno al otro.
Acaricio el tronco del árbol mientras desprendo sus ramas secas. Aún es un roble pequeño, y algunas ramas se han roto, por lo que necesita de mucho cuidado. Siempre digo que los árboles también necesitan amor, cariño y mucha atención, y eso es lo que le daré. Rex no pudo acompañarme porque tenía una cita con la veterinaria, ya era hora de darse una ducha. En cuanto a Joel, él tiene que asistir al hospital, su extraña alergia lo pone peor cada vez más, y me preocupa su situación, por lo que insistí en que fuera a consultar.
Me siento un momento en el suelo, sintiendo el césped rozar por mí piel. Decidí traer un vestido azul, lo más casual posible, aunque sé que no es una ropa muy acorde para lo que estoy haciendo, es bastante cómodo y fresco. Luego de quitar las ramitas secas del árbol, me quedo observando un rato el paisaje del parque. Está un tanto desolado, y olvidado. Los pocos árboles que quedan están dañados, de unos solo quedaron las cenizas.
Un incendio dejó el sitio en este estado, y aunque estamos reforestando a cada tanto, los retoños aún no crecen, y el daño sigue siendo muy notorio.
—Pronto sanarás—susurro acariciando una de las hojas, con una promesa en labios.
Creo que si tan solo la gente le diera más amor a la naturaleza, no sufririamos tanto como lo hacemos hoy.
Una vez que termino el trabajo, guardo todos mis materiales en el auto y luego subo para ir a la veterinaria. Debo recoger a Rex antes de que empiece a ponerse histérico.
El baño lo pone mal.
Prendo la radio mientras conduzco, sin despegar la vista de la carretera. Mi celular vibra desde el otro asiento pero lo ignoro, probablemente es Alejandro. Le dije que dejara de una vez por todas de molestarme con sus quejas, y en vista de que no hace caso a mis palabras, no me queda de otra que ir a su apartamento esta noche para hablar con él. No le he dicho que iré, quiero simplemente llegar y ver cómo está sin mí realmente.
Diviso la veterinaria y acelero para llegar más pronto. Apenas estaciono, agarro el celular y bajo del auto para entrar. La veterinaria me recibe con una agradable sonrisa y me indica que espere, ya que Rex está en una sesión de masaje perruno.
Sonrío y asiento antes de sentarme en uno de los sofá. Aprovecho para observar mi celular y veo que hay más llamadas de Ethan que de Alejandro. Hacía días no sabía nada de él, bueno, al menos tuvo la decencia de decirme que estaría muy concentrado en sus clases (según tengo entendido da clases a los principiantes en un hospital), y que no se comunicaría conmigo hasta que estuviera libre.
Tecleo su número, dispuesta a llamarlo, pero una llamada entrante aparece en mi pantalla.
—Hola Ethan—saludo.
—Hola cielo—responde a mi saludo una extraña emoción en su voz.
—No me digas así, Ethan—digo cortante.
—Está bien, lo siento—suspira—. Dime, ¿cómo has estado?
—Bien.
—Umm—murmura—. Yo cargado, pero bien. ¿Tienes algo que hacer esta noche?
—Sí, estaré ocupada—digo, evitando decir que iré a ver a Alejandro.
—¿Y ahora?—pregunta esperanzado—. Deseo verte.
—Estoy en la veterinaria.
—¿Pasó algo con Rex?
—No, solo está en una sesión de masajes. Pero de todas formas, es mejor no volver a vernos.
—No logro olvidarte Paula—la manera tan ronca con la que dice eso, me genera un cosquilleo en el pecho—Sabes que no puedo, y sabes lo mucho que deseo estar contigo.
—Yo deseo comer un sándwich de jamón—me burlo—pero no todo es posible en esta vida.
Se ríe, pero su risa suena cansada, sin ganas.
—Para mí, ese sándwich eres tú. Deseo comerte con muchas ganas.
Me quedo callada un momento, apretando levemente las piernas al escuchar sus palabras, insinuando cosas del pecado. Una especie de corriente eléctrica recorre mi vientre y tengo que despejar mi mente de imágenes morbosas para no empezar a ponerme roja.
—Ethan, no me hables de esas cosas. Sabes que no deseo que pase nada entre nosotros.
—Lo sé—musita—. Pero juro que estaría dispuesto a tenerte al menos un momento, sin importar que solo pueda darte caricias como aquella noche.
—Eso no volverá a ocurrir—espeto.
—Respeto tu decisión. Bueno, hablamos luego, tengo cosas que hacer.
—Adiós—me despido.
—Te amo—susurra, antes de colgar la llamada.
Inevitablemente ruedo los ojos. Últimamente hago eso cada vez que me dice eso. ¿Por qué no lo dijo antes?. No, claro que no. Prefería hacerme sufrir y solo tenerme como un objeto sexual.
Aunque lo disfrutabas mucho...
Sería absurdo negar que lo disfrutaba, y aún más hacer como que no necesito sentirlo dentro de mí, encima, y en todas partes, haciéndome sentir jodidamente deseada. Pero eso significaría dejar mi orgullo. Y ya es momento de no dejarme abatir tan fácilmente. Lo de aquella noche fue demasiado, no debí aceptar, ni por más de que hayan sido caricias. Fuí débil.
Lo deseo, realmente lo hago. Desearía poder estar con él en este momento, haciendo el amor, con mucha pasión. Pero no debo. No puedo.
Es necesario alejar el pecado de mi ser.
Me levanto de la silla cuando veo a Rex salir de la sala. Viene corriendo hacia mí, saltando con mucha alegría. Se ve mucho más alegre que días anteriores.
Editado: 17.03.2021