Por siempre, Andersen.

Capítulo 15.

Me apresuro en subir las escaleras para llegar al apartamento de Alejandro. Sin darme cuenta se me había hecho muy tarde mientras iba a casa para cambiarme de ropa, y para cuándo Rex decidió que era momento de salir de casa (ya que hizo berrinche por no querer sacar ni el hocico), se había hecho oscuro, y bueno, ahora no me queda de otra que apresurarme.

Rex me sigue, moviendo la cola de un lado a otro alegremente. Había dicho que antes de aparecerme por aquí, le diría a Alejandro que lo visitaría, pero a último momento decidí que le daría una agradable sorpresa. Al fin y al cabo, se supone que se pondría feliz al verme.

Llego frente a la puerta y me detengo unos segundos mientras espero a que Rex llegue a mi lado. Cuando lo hace, se sienta y yo procedo a tocar el timbre.

Toco una, dos y tres veces, pero nada que aparece. Sé que está adentro, la luz de adentro refleja por el espacio bajo la puerta, y sé que nunca dejaría la luz prendida antes de irse alguna parte. Espero un poco más y sigo timbrando hasta que decido sacar la copia de la llave que tengo en la cartera.

Al entrar, me sorprende ver tanto desastre en la sala. Los sofás están casi repletos de ropa sucia, el piso se ve bastante sucio y la cocina ni hablar. Rex se aleja al ver el montón de ropa sucia por todas partes. Yo evito tocar nada de lo que hay. Me dirijo a la habitación de Alejandro y me detengo al escuchar unos sonidos extraños provenientes de allí. Apoyo una oreja por la puerta y escucho una especie de gemido entrecortado.

Alzo las cejas para luego abrir la puerta de golpe, y me encuentro con una grata sorpresa.

Una mujer se encuentra de espaldas a mí, brincando sobre Alejandro.

Hago una mueca y luego carraspeo para llamar la atención de ambos. Alejandro se levanta y al verme, prácticamente tira a la mujer al costado.

Qué asco.

Niego con la cabeza y salgo de la habitación mientras Alejandro me sigue, pidiendo que lo escuche. Bueno, no creo que haya algo interesante para escuchar.

Alejandro me agarra del brazo y hace que voltee hacia él, se ha puesto una almohada para tapar su entrepierna y no sé si reírme o sentir pena por él.

—Déjame explicarte—suplica, haciendo pucheros con los labios.

—No tienes nada que explicarme—me encojo de hombros y saco mi brazo de su mano—. Eres libre de hacer lo que quieras.

—Ella es solo una aventura, tú sabes que te amo.

Abro la boca para decir algo justo cuando la "aventura" sale de la habitación y viene hacia nosotros. Se ha puesto una camisa que aparentemente es de Alejandro. Su cabello castaño está recogido en un moño despeinado, sus ojos marrones se ven un tanto brillantes y el labial rojo que tuvo, se quedó esparcido por su rostro.

—¿Qué pasa cariño?—pregunta, acercándose a él.—¿Quién es ella?

—Soy su ex novia—le sonrío—Mucho gusto.

—¿Ex novia?—frunce el ceño.

—Sí, terminamos hace poco.

Ella voltea hacia Alejandro y lo mira de manera brusca y con enfado. Él se limita a observar el suelo.

—¡Somos novios desde hace meses—grita, mirándolo—y ella dice que terminaron hace poco!

Ahora soy yo quien mira ambos con el ceño fruncido. No entiendo que sucede, ni tampoco entiendo quien es ésta chica.

—¿Son novios?—pregunto de pronto.

—Sí—responde, observándome—. Él me había dicho que aún no podría pagar un apartamento y que por esa razón no podíamos vivir juntos. Hasta que hace poco rentó este apartamento y nos mudamos.

La miro fijamente y trato de no reírme a carcajadas. Las mujeres si que podemos ser idiotas.

—Entiendo—es lo único que digo.

No tengo la intención de alargar está situación tan bochornosa, y menos cuando Alejandro está a punto de llorar, tapando con fuerza su entrepierna, bueno, más bien sus caderas ya que lo que le cuelga es tan pequeño que lo tapa con cualquier cosa.

Me despido de ambos y llamo a Rex para salir del apartamento, él por su parte me sigue gustoso. Ninguno de los queremos seguir aquí.

Saco mi celular del bolsillo de mi Jeans y veo la hora: ya son las 9. Probablemente Ethan estará durmiendo así que evito llamarlo para no interrumpir su sueño.

Bajamos las escaleras y luego nos encaminamos al auto. Rex mueve la cola ansioso para que le abra la puerta; adora viajar en auto, aunque nunca entiendo porqué le gusta tanto, pero bueno, son cosas raras del perro.

Conduzco hasta nuestro dulce hogar mientras escuchamos la canción "lovely". Cuando llegamos frente al semáforo y da en rojo, cierro mis ojos y me pierdo un momento en la melodía de la canción, y aún más en la letra. Siento que las canciones de Billie Eilish siempre me llegan al corazón, y que sus letras me identifican tanto.

Rex ladra, avisándome que debo avanzar, y lo hago, no sin antes darme cuenta se que unas lágrimas escurridizas bajan por mí mejilla. Últimamente me encuentro tan inestable emocionalmente que aún escuchando cuartetos me pondría llorar. Podría culparle a Ethan pero sé que no es culpa suya.

Bueno sí, pero digamos que no.

Llegamos y estaciono el auto frente al dúplex para luego bajar y abrir la puerta trasera, dejando a Rex que baje.
Caminamos hasta el porche y me agacho para levantar el tapete y sacar las llaves de abajo. Con lo olvidadiza que soy, podría dejar las llaves cualquier parte, entonces me resulta más seguro dejarlas aquí, así si las olvido yo, Rex podría olfatearlas y encontrarlas con facilidad. Es un perro bastante multifacetico.

Meto la llave en la cerradura y abro la puerta, dejando a la vista el salón en penumbras y una figura extraña en el sofá. Me alarmo al ver algo negro sobre el sofá y avanzo un paso. Rex se pone a ladrar por instinto en dirección al ser extraño. Yo me dispongo a prender las luces y veo que el extraño ser no es más que Ethan, quien está sentado en el sofá, con los ojos cerrados, aparentemente durmiendo.

—Shhh—le hago un gesto a Rex para que deje de ladrar y él lo hace.




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