Por siempre, Andersen.

Capítulo 16.

Abro mis ojos lentamente y espero un momento para acostumbrarme a la luz que filtra por las ventanas. Creo que ya es tarde, porque nunca mi habitación se había visto tan iluminada.

Intento levantarme pero me encuentro con un brazo que me sostiene sobre el colchón. Un rostro apacible con los ojos cerrados. Un hombre que respira suavemente en mi cuello.

Intento levantar el brazo de Ethan para poder levantarme de la cama pero no consigo hacerlo, cuando duerme es más pesado que de costumbre. Me deslizo hacia abajo para poder salir pero vuelve a poner su brazo sobre mi abdomen.

—¿A donde vas tan temprano?—murmura.

—Ya es tarde Ethan, tengo cosas que hacer.

Bufa y saca su brazo para dejarme salir de la cama. Él se mantiene en la cama y pone su antebrazo sobre su frente. Aprovecho para juntar mi ropa e ir al baño, debo darme una ducha antes de bajar a alimentar a Rex, quien debe estar destrozando la sala por el hambre. Y luego debo ir junto a Joel, que seguro ha de estar esperándome.

Me ducho y me lavo la cabeza. Cuando termino mi rutina de aseo, me pongo un par de ropa limpia y salgo a la habitación, donde encuentro a Ethan ya vestido y sereno. Al verme, sonríe y se acerca para darme un abrazo.

—Me alegra tanto que todo se haya resuelto entre nosotros—dice en mi hombro.

Se aparta para poner sus manos en mis mejillas con la intención de besarme, pero me aparto rápidamente.

—Nada está resuelto entre nosotros—espeto.

Él me mira asombrado cuando digo eso, y yo solo me limito a encoger mis hombros.

—¿Y ahora por qué te comportas así?—inquiere.

—Lo que pasó anoche lo disfruté—evito mirarlo y camino hasta el espejo para arreglar mi cabello—pero nada cambió entre nosotros.

Lo miro por el espejo y veo como me observa incrédulo.

—Solo fue sexo—suelto.

—¿Por sigues sin confiar en mis palabras Paula?—se acerca unos pasos—. He tratado de demostrarte de todas las formas posibles que te amo, y que cambié por ti.

—¿Qué me has demostrado?—me peino un lado del cabello mientras sigo observándolo—. Que hayas dicho que me amas una y otra vez, no quiere decir que de verdad lo sientas. Qué te hayas quedado a vivir cerca de mí tampoco me asegura que estés arrepentido. Nada es lo mismo desde que te fuiste Ethan.

Abre la boca para decir algo pero lo interrumpo.

—La confianza sube por las escaleras y baja por el ascensor—añado—.Te costará mucho volver a recuperar al menos una pizca de la confianza que tenía.

—Si no confías en mí, ¿por qué te acostaste conmigo anoche?.

—Porque soy mujer, y también tengo necesidades, y fuiste una buena opción—digo, intentando sonar cruel.

—Tú me amas Paula, no entiendo porqué te comportas de esta forma.

—Lo que yo sienta es irrelevante—me doy la vuelta y lo encaro.—Prefiero estar sola.

Entreabre sus labios pero los cierra rápidamente para luego negar con la cabeza. No dice nada, solo me brinda una mirada de dolor, y luego se marcha. Espero un poco antes de salir de la habitación, no quiero encontrarme con él nuevamente.

Pasado unos minutos, decido salir y voy a la sala para alimentar a Rex. Busco su plato y lo lleno de purina. Observo mientras come y me pongo a pensar en lo sucedido anoche.

Después de mucho me había sentido tan bien, y admito que necesitaba tenerlo tan cerca. Pero después de lo que pasó con Alejandro, lo que menos quiero es tener una relación. Si Alejandro, quien decía amarme desde un principio y parecía tan perfecto resultó un hijo de la chingada, ¿quien asegura que Ethan no hará lo mismo?. Y más aún cuando Ethan ha sido quién más me hizo sufrir, quien hizo que llorara, quien en ocasiones me maltrató. No creo que de la nada haya cambiado tan drásticamente. Tengo miedo de aceptarlo y que vuelva a ser el mismo de antes.

Mis decisiones son tan contradictorias, pero bueno, al menos la pasé bien. Ahora sólo queda esperar a ver qué hará, si está dispuesto a recuperar mi confianza no se rendirá tan fácil, y si lo hace, tendré muy en cuenta lo mucho que me "ama".

En estas instancias de mi vida creo que el único ser que de verdad me ama, es mi perro.

Rex parece leer mis pensamientos ya que deja su plato y se acerca para pararse en dos patas y darme un abrazo perruno seguido de un lengüetazo en el brazo. Lo acaricio bajo la oreja y mueve la cola con mucha alegría.

—Vamos Rex, es momento de irnos.

Se baja y empezamos a caminar hasta la puerta para salir afuera. Justo cuando estoy por llavear la puerta, Rex empieza a ladrar y me doy la vuelta para ver por qué ladra tanto.

Alejandro está parado cerca de mí auto, con un oso en manos.

Esto no puede ser cierto.

Viene hacia mí con los ojos llorosos y Rex trata de ahuyentarlo.

—¿Qué haces aquí?

—Necesito hablar contigo Paula—suplica.

Ruedo los ojos.

—Yo no quiero hablar contigo.

—Por favor, al menos acepta este obsequio—me tiende el peluche de oso marrón y lo observo un momento antes de agarrarlo.

Pero no pienso guardarlo para mí, se lo doy a Rex y al instante lo despedaza. Nunca le gustaron los peluches, y parece que ahora menos.

—Rex te lo agradece.—le brindo una sonrisa falsa.—Si no tienes nada interesante que decir, es mejor que te vayas.

Se queda con la boca abierta.

—Maldita—musita, viendo el oso destrozado.

—Si. Gracias.

Dejo de escucharlo y llamo a Rex para subir al auto de una vez. Miro a Alejandro por el retrovisor y veo como me observa con rabia. No es mi culpa que sea un imbécil, y que pretenda solucionar todo regalándome un oso.

Al menos Rex se divirtió un poco.

Conduzco con rapidez hasta el edificio donde está el apartamento de Joel. Cuando llegamos, bajamos del auto y caminamos hasta el ascensor para subir al tercer piso.

Al llegar a su puerta, toco el timbre para que Joel me deje pasar, pero nadie contesta, y eso me preocupa ya que siempre está al pendiente de que alguien llegue.




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