Por siempre, Andersen.

Capítulo 18.

Ethan.





 

Camino hasta la sala donde enseño a los aspirantes. Había dicho que se tomaran un momento de descanso mientras yo iba a examinar al paciente que me había encargado el doctor Jaime. Se suponía que solo vendría a este hospital para enseñar, pero al final terminé trabajando como un doctor más.

Mientras iba a la sala, nunca pensé que me encontraría a Paula aquí. Apenas la vi sentí que el corazón se me detuvo, por el temor que sentí al pensar que podría estar enferma o algo por el estilo. Pero ese miedo desapareció cuando la vi levantarse y me brindó una mirada de desprecio antes de entrar a la sala.

Supuse que venía como acompañante de algún paciente.

Acomodo mis cosas mientras espero a que los aspirantes regresen. Mientras lo hago, me pongo a pensar en Paula, y en como está tan cerca de mí pero no puedo siquiera besarla, y me da tanto coraje saber que la he dañado tanto al punto de que no confíe ni en lo más mínimo. Qué hasta inclusive piense que todos somos iguales.

Nada es igual desde que te fuiste...

Sus palabras siguen retumbando en mi mente, haciendo que sienta un pinchazo en el corazón a cada momento. Pensé que anoche todo cambiaría entre nosotros. Por la manera en la que se entregó a mí pensé que ya me había perdonado y que todo estaba resuelto entre nosotros.

Pero solo fueron suposiciones sin fundamento.

Aún no sé muy bien que decisión tomar, no sé si seguir insistiendo o darle su espacio definitivamente. Aunque lo segundo resultaría una pérdida para mí, porque siento que cada día la quiero más y tenerla lejos es un calvario. De tan solo pensar en que tengo que renunciar a ver sus ojitos preciosos y su sonrisa tierna siento ganas de mandar todo al carajo.

No, me niego a dejarla.

Salgo de la habitación y voy hasta donde se encuentra ella. Haré todo lo que esté a mi alcance para recuperarla, sin importar que eso implique joderle la existencia.

Justo cuando estoy por salir de la sala, veo que los aspirantes regresan. Intento cruzar entre ellos pero una de las aspirantes se cruza en mi frente haciendo que me detenga. Veo por detrás que Paula sale de la sala y se dirige al pasillo que da a la puerta principal. Ya se va.

Intento seguirla pero la chica llama mi atención y no permite que me mueva.

—Doctor, necesito hablar con usted—me pide.

La pelirroja, que según tengo entendido se llama Laila o Leila, es muy buena, pero un tanto pegajosa. Para cuando le digo que estoy apurado, ya veo como Paula se pierde en los pasillos, al parecer no iba a la salida, y encontrarla ahora será muy difícil.

—¿Que quiere señorita?—pregunto secamente, con un ápice de enfado en mi voz.

—Solo quiero decirle lo mucho que lo admiro y...—empieza a decir cosas, pero a decir verdad no le presto mucha atención.

Solo pienso en cómo Paula se perdió de mi vista en tan poco tiempo, es tan rápida cuando se lo propone.

—Se lo agradezco—digo, cuando termina de hablar—. Ahora volvamos a la sala.

Doy la vuelta para regresar a la sala donde los demás aspirantes están acomodando sus cosas. No me queda de otra que continuar con la "clase" (si se puede llamar así). Ya luego iré al dúplex de Paula o veré la manera de comunicarle que no pienso alejarme de ella por ningún motivo.


 

(...)

 

Salgo rápidamente del hospital y camino hasta mi auto para ir junto a Paula. La he estado buscando en el hospital por si aún siga con su amigo, pero no la encontré y el doctor me dijo que ya se había ido a descansar, así que ahora debo ir junto a ella.

Conduzco lo más rápido que puedo, por alguna extraña razón siento mucha ansiedad de verla, como si no la hubiese visto en mucho tiempo.

Maldigo por lo bajo cuando el semáforo da en rojo, y tengo que esperar. Aprovecho para llamar a Paula, al menos para escuchar su voz ya que el semáforo no cambia. La llamo varias veces pero no contesta ni una sola vez, y eso me preocupa.

Apenas da en verde, acelero con fuerzas para ver si así puedo llegar antes de lo previsto a su casa. Sé que no está bien de mí parte hacer esto, pero diablos, deseo con locura verla. Ya son casi las 9 de la noche y me mata no saber nada de ella. La última vez que la vi fue a la mañana, y ahora ni siquiera atiende las llamadas.

De todas formas no entiendo por qué me preocupa tanto no saber nada, ya que por lo general la veo por las noches y nada más. Pero ahora tengo una extraña sensación que me tiene inquieto.

Aparco el auto frente a su dúplex cuando llego y me extraña ver la casa tan oscura. Ni siquiera las luces de afuera se han encendido. Bajo del auto y camino hasta la puerta para levantar el tapete y ver si está la llave allí, pero no hay nada, lo que quiere decir que no ha regresado hasta el momento, ya que siempre deja la llave ahí.

Creo que la observo con demasiado detenimiento.

Saco el celular de mi bolsillo y vuelvo a llamarla, pero nada que atiende. Vuelvo a intentarlo una y otra vez, y creo que a la sexta llamada, atiende la llamada, pero cuando estoy por decir algo, vuelve a colgar.

Maldita sea.

Empiezo a desesperarme y no sé que hacer, ya que no tengo idea de donde pudo haber ido y mucho menos sé a donde llamar para preguntar por ella. Me quedo parado frente a su puerta unos minutos, esperando con ansias a que aparezca de la nada, pero no hay ni rastros.

—Osh.

Voy de nuevo al auto y lo enciendo, no sé muy bien a donde ir pero tengo que hacer algo para encontrarla. En una primera instancia, supongo que pudo haber ido al departamento del tal Alejandro, así que voy hasta ahí.

En cuanto llegó voy prácticamente corriendo por las escaleras para llegar hasta el apartamento del hombre ese. Cuando toco el timbre, él abre la puerta y me recibe con una cara adormilada, lo que me da a entender que Paula no está aquí, ya que puedo ver que las luces de las salas están apagadas. Y dudo mucho que esté adentro.




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