Por siempre, Andersen.

Capítulo 19.

Ethan ha estado regañandome por más de una hora, y sigo sin saber muy bien por qué. Oh vamos, haberme perdido en un lugar desconocido para mi no es motivo suficiente para que esté reclamándome a cada paso que damos.

Ya le he dicho más de 10 veces que no fue mi intención, y le he recalcado hace unos minutos que si sigue dando lata con eso, bajaré del auto con Rex, y nos iremos caminando, sin importar que me vuelva a perder.

En cierta parte tiene razón, no debí haber venido sola a esta parte de la ciudad, al menos no sin corroborar que el combustible que alcanzaría para todo el trayecto. Cuando recibí la llamada de una mujer desesperada buscando ayuda para salvar a un perro en condiciones deprorables, lo único en lo que pensé fue en salir de volandas para acá, sin fijarme en el auto, en mi ropa, si tenía batería o si ya era tarde. Llegué muy bien, guiándome del GPS, pero cuando llegó el momento de regresar a casa, me topé con la magnífica noticia de que ya tenía muy poca batería batería, por lo que empecé a desesperarme, y comencé a deambular por la calle, buscando alguna parada de buses, taxis, o alguna persona decente que quisiera ayudarme. Fue ahí cuando encontré a una señora muy amable que iba de camino a su casa, me detuve a preguntarle si podría prestarme algún celular para llamar a mi "esposo" ya que me encontraba perdida hace más de dos horas, y había "dejado a mi hijo en la guardería".

Gracias al cielo no dudó en ayudarme, y de hecho se alegró mucho de encontrarme, ya que al parecer me conocía por las noticias sobre las actividades que organizamos en el país. Me alegró conocerla, y me alegró mucho más que Ethan haya contestado a la primera, para sacarme de este lugar. Y claro, que haya traído a Rex con él.

Aunque lo que no me esperaba era que apenas llegara, me envolviera en sus brazos diciendo lo mucho que había estado buscándome y lo mucho que se preocupó al no saber nada de mí. Pero el efecto romántico y dulzón del señor Andersen, no duró mucho, ya que en cuanto me apartó de sus brazos, me ordenó que subiera al auto, mientras profería muchos regaños hacia mí. Sin importar que le dijera que se callara, o que dejara de quejarse, él solo quería hacerme saber, a base de gritos y discusiones, que me había extrañado mucho.

Y así fue como me demostró que sabe dar cariño cómo los burros.

En estos momentos me encuentro mirando hacia un punto cualquiera de la carretera, ya que el semáforo está en rojo, y no deseo mirar a Ethan. Rex se ha dormido, y sus leves ronquidos de escuchan desde aquí. Andersen (lo llamaré así siempre que esté molesta con él), ha intentado disculparse conmigo hace un momento, pero no, solo quiero que deje de joderme la vida con sus quejidos.

Bueno, sé que tal vez sea cierto que de verdad me ama y que se preocupa por mí, pero si así fuera, ¿no debería estar agradecido por haberme encontrado sana y salva?. No estar haciendo tanto drama por el simple hecho de que fuí un tanto desatenta antes de venir. Cosa que le podría pasar a cualquiera, incluyéndolo, pero no, como siempre busca maneras de regañarme, no hay quién lo detenga.

—Amor, perdóname—vuelve a decir—. Entiéndeme, estuve muy preocupado por ti.

Volteo en su dirección y lo miro con incredulidad. Punto número 1: ¿por qué me dice "amor"? Se supone que no somos novios. Punto número 2: su preocupación no es motivo suficiente para que se queje como si fuera mi padre, y yo una hija caprichosa.

—¿Por qué me dices amor?—alzo una ceja—Ni siquiera somos amigos.

—Porque lo eres—sonríe y vuelve la vista al frente cuando el semáforo da en verde—. Y no me importa si para ti somos conocidos, para mí somos algo más, mucho más.

—Bueno, como sea—vuelvo a mirar por la ventanilla—. De todas formas no tienes fundamentos válidos para quejarte como lo has estado haciendo durante todo el camino. Se supone que en todo caso—hago un gesto con las manos—deberías haberte alegrado por encontrarme, no hacer drama.

—¿Crees que no me alegré? Me sentí muy bien al verte, y sentí que me desprendía de un peso de encima. De verdad estaba muy preocupado por tí.

—No sé muy bien que creer—me encojo de hombros—, solo sé que has roto mi corazón con tus quejas y dramas.

—¿He roto tu corazón?

—Sí—pongo mi mano en el pecho, en un gesto dramático.

—Pero ¿cuál corazón?—pregunta con sorna.

—El que tengo, pero que a ti te falta.

Se ríe.

—Últimamente pienso que entre ambos, el único que tiene corazón soy yo. Al parecer tú dejaste de tenerlo hace tiempo.

—Aprendí de un doctor a volverme fría y a crear una coraza que proteja mi corazón para no sufrir por nadie.

—Malas enseñanzas te ha dado ese doctor.

—Antes pensé que sí, pero ahora que veo todo de otra forma, pienso que me ha enseñado a no guiarme por mis sentimientos, sino por lo que me conviene.

—Yo pensé que eso me haría bien—suspira—, pero ahora veo que de nada sirve fingir que nada te afecta, fingir que eres insensible, porque lo único que haces es dañar a las personas que están a tu alrededor. Pretendes que así es mejor, pero al final terminas haciéndote más daño a ti mismo.

—Te diste cuenta de eso muy tarde—susurro—. Mucho tiempo después de hacer mucho daño, después de dañar a los que te amaban.

—¿Podría revertir ese daño?

Su pregunta queda en el aire, en un silencio un tanto incómodo. No sé muy bien como responder a esa pregunta. En realidad creo que ese daño se reparó, aunque no del todo, pero estoy mejor. Sin embargo, no quiero que me vea vulnerable, tengo temor de que se aproveche de eso.

Aún no estoy segura si sus sentimientos son verdaderos, ni que tan cierto es que ha cambiado.

Llegamos frente al dúplex sin decir una sola palabra más. Al parecer hemos dicho lo suficiente.

Despierto a Rex para que baje del auto, y cuando lo hace, espera a que abra la puerta para ingresa a la sala y buscar su cama para ponerse a dormir. Yo me quedo un momento en el porche, parada cerca de Ethan, mirándonos uno a otro.




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