Por siempre, Andersen.

Capítulo 20.

A veces cuesta tanto decir adiós, a veces simplemente uno prefiere seguir sufriendo antes que soltar. A veces, somos demasiado masoquistas.

Siento que esto es lo que me pasa en este momento. Siento que debo darle un punto decisivo a esta situación, decir que sí o no de una vez por todas. Terminar o continuar.

Creo que en cierta parte decir adiós definitivamente a Ethan significaría comenzar una nueva vida y tener mejor estabilidad emocional. Pero eso también implicaría quedarme pensando en las noches por qué no funcionó lo nuestro, y terminaría carcomiendome.

Una parte de mi, o el 70% de mí, me grita que esté en alerta todo el tiempo, que Ethan no es honesto conmigo y que solo intenta hacerme caer en sus redes para jugar con mis sentimientos. El 30% me suplica que regrese con él, que lo necesito, que de verdad cambió y que, bueno, lo amo, que no hay nada más que hacer al respecto.

Me quedo observándolo, mientras sigue mirando la luna. Me quedé pensando en su promesa, y creo que este es el momento justo para aclararlo todo.

—Ethan—musito, sacándolo de sus pensamientos.

Baja la vista y me observa.

—Dime cariño.

—He tomado una decisión.

Expande un poco sus ojos y me mira fijamente.

—¿Cual decisión?—se oye un poco preocupado.

Lo miro fijamente unos segundos y luego bajo la vista, no logro sostenerle la mirada por mucho tiempo. Observo el suelo antes de contestar, debo estar muy segura de mis palabras.

—Yo...

—¿Estás bien?—pregunta, acercándose a mí.

¿Cómo decírselo sin quedar como idiota?

—Te quiero, pero no estoy segura de volver.

—Sé que he hecho todo mal—me toma de la mano—. He sido un idiota, un imbecil, todos los sinónimos que quieras agregarle. Pensé que tenía la razón, pensé qué hacerte daño me haría sufrir menos pero terminó siendo lo opuesto. Te lastimé, me lastimé por haberte perdido, y aunque tal vez es tarde para intentarlo, de verdad quiero estar contigo. Desde que me fui, no pasó ni un solo día en que no haya pensado en ti, no dejé de lamentarme y llorar cada noche por haberme sentido una mierda, una maldita escoria. Nunca mereciste nada de lo que te hice sufrir, merecías amor, merecías más de lo que me dabas, y yo solo fui ese cobarde que negué ser. Ahora solo quiero demostrarte que puedo ser el hombre que mereces, quiero que estés conmigo, quiero ser mejor solo para que te sientas feliz a mi lado, y no tengas que lamentarte por estar con un imbecil.

Una lágrima cae por mi mejilla.

Mi mente grita "no le creas estúpida", pero mi corazón se derrite.

—¿Qué me asegura que todo lo que dices es cierto?—pregunto con un hilo de voz.

—No te pido que creas en mis palabras, solo quiero que me des una única y última oportunidad de acercarme a ti, desmotrarte que dejé de ser ese troglodita, y que te enamores del nuevo hombre que soy, gracias a ti.

Cierro los ojos y medito.

Sólo una última oportunidad.

—Si vuelves a fallarme no volverás a saber de mi jamás—digo.

Entonces me abraza, y funde sus labios con los míos. Tardo un poco en corresponderle, pero me adapto rápido a sus besos, y la noche de verdad se hace mágica.

Sus labios saborean suavemente los míos y sus manos aprisionan mi cuello, haciendo que nuestro beso acreciente su ritmo. No tarda mucho en bajar sus manos hasta mi cintura y me atrae hacia su cuerpo. Conforme van pasando los minutos, solo siento ganas de que me lleve a la habitación de una jodida vez, y parece leer mis pensamientos ya que se aparta y se levanta del suelo para tenderme la mano.

Me levanto y lo acompaño adentro, para luego subir a la habitación. A ese lugar que en este momento me parece el lugar más maravilloso del mundo.

Entramos al cuarto y Ethan mantiene las luces apagadas, lo que me extraña ya que nunca había hecho eso. La habitación queda a penumbra de la luz de la luna, y la brisa fresca entra por la ventana, haciendo que la piel se me erice.

—Quiero que esta noche sea especial y diferente—susurra acercándose a mí oído.—Tan especial como tú lo eres para mí.

Me voltea, haciendo que quede de espaldas a él, observando la cama. Se acomoda detrás de mí y se apoya por completo, mientras sus manos viajan a mis hombros y descienden lentamente hacia abajo, deslizando los tirantes de mi blusa.

Baja su rostro hasta mi cuello y deja pequeños y suaves besos en mi piel mientras con sus manos me desnuda lentamente. Ladeo la cabeza a un costado para darle mejor acceso a mi cuello, y suelto un leve gemido cuando sus manos arrinconan mis pechos.

Una vez que termina de acariciarlos y de besar mi cuello, se aparta un poco y hace que voltee nuevamente, para quedar frente a frente. Esta vez, desciende hasta mi clavícula y baja sus manos hasta el cierre de mi pantalón para bajarme el jean y desnudarme por completo.

Cierro mis ojos y me dejo llevar por sus movimientos y caricias, sin importar nada más. Puedo sentir como deleita a mi cuerpo con sus labios y de poco hace que retroceda hasta llegar a la cama, donde me deja caer lentamente.

Una vez que estoy sobre el colchón, él procede a quitarse la camisa y luego se recuesta encima de mí cuerpo. Parece que esta vez desea darle caricias a mi cuerpo, darme toda su atención, y que no solo tengamos sexo y ya. Lo que me agrada demasiado.

Me besa, me acaricia y me hace sentir más deseo en cada ocasión. No sé que ha cambiado en realidad, solo sé que esta faceta suya me encanta, y me vuelve loca.

Arqueo la espalda cuando sus dedos se hunden en mi interior, y los mueve lentamente, ocasionando pequeños toques eléctricos en mi vientre. Cuando nota lo bien que me hace sentir, aumenta el ritmo de sus caricias, tanto que logra hacerme gemir más, y más.

No tarda mucho en quitarse el pantalón, pero esta vez no se apoya entre mis piernas. Hace algo completamente diferente.

De un momento a otro hace que voltee hacia abajo, quedando con el rostro hacia el colchón y con las caderas arriba.




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