Por siempre, Andersen.

Capítulo 21.

Un sonido irritante hace que despierte abruptamente. Abro los ojos con mucho pesar y parpadeo un poco para acostumbrarme a la luz.

Miro a mi lado con la intención de dar los buenos días a Ethan, pero no hay nadie. Solo una pequeña hoja sobre la almohada.

La agarro y despliego el papel para ver qué dice. Cuando la abro me topo con una caligrafía casi ilegible, la de Ethan. Benditos doctores que tienen la letra tan extraña.

Cariño, se me hizo tarde para ir al hospital, y no quise despertarte para despedirme. Nos vemos cuando regrese. 
       
                    Te amo.
 


 

Bajo la hoja y la dejo nuevamente sobre la almohada. Al menos esta vez tuvo la decencia de decirme a donde iba, y no tendré que estar preocupándome por él.
 


 

Me levanto de la cama y voy hasta el baño para seguir mi rutina de aseo. Al terminar, voy lo más rápido que puedo a la cocina, donde está Rex. Anoche lo descuidé mucho y siento que ha de estar hambriento, triste o algo así. A veces pienso que lo sobreprotejo demasiado, pero no puedo evitarlo.
 


 

Cuando pongo la purina en su plato, voy hasta su cama, bajo la escalera, y me sorprende verlo durmiendo plácidamente, con un plato casi vacío a su lado. Vaya, al parecer Ethan ya lo alimentó antes de irse.
 


 

—Te quiero—me agacho a su lado y susurro para no despertarlo.
 


 

De todas formas dejo el plato cerca suyo y verifico que tenga agua limpia. Debo regresar al hospital para ver a Joel y no quiero volver a dejar a Rex en la veterinaria. Dejaré que se quede aquí, con suficiente agua y comida, y con sus juguetes favoritos para que no se deprima.
 


 

Solo espero que no destruya nuestra sala.
 


 

Subo a mi habitación y voy a buscar un par de ropa para ponerme. Opto por un short jeans tiro alto y una blusa negra de hombros descubiertos. En los pies me pongo una sandalia.
 


 

Salgo del dúplex luego de darle un beso a Rex y de pedirle que se porte bien. Como si fuera a entenderme.
 


 

Camino hasta el auto y subo para conducir hasta el hospital. Siento una especie de emoción al saber que veré a Ethan en el hospital, al menos un momento.
 


 

Prendo la radio y me entretengo un poco con las canciones que pasan las emisoras mientras conduzco tranquilamente hasta el hospital. Hace tiempo no sentía está paz y serenidad después de tener una noche fogosa con Ethan. Por lo general terminábamos mal o discutíamos, y así sucesivamente.
 


 

Muevo mi cabeza de un lado a otro cuando pasa la canción "Rolling in The Deep" de Adele. Alzo el volumen lo más que puedo y canto el coro (o intento hacerlo, ya que no se me da muy bien el inglés), y muevo mis dedos sobre el volante. Cuando me detengo en el semáforo siento como los que están a mi lado me observan extrañados pero no hago caso, sigo moviendo mis labios imitando la canción y meneando la cabeza como una loca.
 


Saludo al señor que niega con la cabeza al verme de tal manera, él solo voltea al frente y acelera. Yo hago lo mismo.

Hoy no me importa nada de lo que pueda hacerme sentirme mal. Estoy demasiado feliz y contenta como para dejarme llevar por las malas vibras.

Cuando llego al hospital, aparco el auto en el estacionamiento y bajo para ir directamente a la sala donde se encuentra internado Joel. Que por cierto no queda tan lejos de la entrada principal gracias al cielo.

Camino alegremente hasta la sala y saludo a los que se encuentran a mi alrededor, aunque algunos me miren raro. Creo que impacto al estar feliz.

Llego a la sala y entro, al hacerlo, veo a Joel en la misma condición en la que lo había dejado. Apenas me acerco a él y tomo su mano, mi felicidad disminuye un poco. No puedo evitar ponerme mal al ver cómo está en esta cama, sin abrir los ojos y sin poder hacer lo que más le gusta.

—Despierta por favor—susurro, intentando hacer que me oiga.

Justo cuando estoy por darle un beso en la frente, el doctor ingresa a la habitación con unas hojas en las manos y una cara de preocupación.

—Que bueno que está aquí señorita—dice, cerrando la puerta. Se acerca al borde de la cama y baja la vista hacia las hojas, para luego soltar un suspiro. Parece cansado.—Ya tengo el diagnóstico certero y me temo que...

Se queda callado y mira a Joel con pesar en los ojos.

—¿Que tiene Joel?—pregunto, al ver que se ha quedado sumido en sus pensamientos.

—Los últimos análisis que le realizamos detectaron...—deja escapar aire de sus pulmones.—Joel tiene Leucemia.

Siento como el mundo se desmorona al escuchar eso. No puede ser.

—Tiene que ser un fallo en los análisis—me paro abruptamente de la butaca y lo encaro—No puede ser que tenga Leucemia—la voz se me quiebra cuando intento decir algo más.

—Créame que he hecho que el análisis se haga de nuevo para descartar ese resultado, pero no hubo caso—se aparta de la cama y camina hasta la máquina de electro.—Una vez diagnosticaron lo mismo a un paciente mío, y aún sigo lamentando no haberlo podido salvar.—se oye afligido y yo siento que si intento decir algo me pondré a llorar.

¿Como es posible que tenga cáncer? Un jóven que aparentaba ser tan saludable, de un día a otro empezó a ponerse mal y hoy le diagnostican eso. ¿Que es lo malo que pudo haber hecho para merecer eso?.

Aunque como escuché una vez, el cáncer no discrimina, ni perdona a nadie. Aparece cuando uno menos se lo espera.

—¿Por qué aún no despierta?—pregunto mientras limpio una lágrima escurridiza sobre mi mejilla.

—Sus defensas han disminuido más de lo normal. Al parecer, ha tenido esta enfermedad desde mucho antes pero no se ha tratado y la enfermedad está arrasando con su cuerpo a pasos agigantados.—comprueba el pulso en su mejilla y vuelve a mirarme.—Sé que despertara, no sé cuándo, pero lo hará. Ahora lo importante es esperar a que las vitaminas que le inyectamos hagan efecto y así para empezar con el tratamiento.




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