Por siempre, Andersen.

Capítulo 25.

Ha pasado ya casi una semana después de que los doctores hayan dicho que darían de alta a Joel, pero no fue así.

Por alguna extraña razón volvió a decaer y empezó a sentirse peor que antes, por lo que no quedó de otra que seguir aquí. He estado acompañándolo todo este tiempo, y lo hago con mucho gusto, pero Joel se ha empecinado en decirme que debo continuar con mi vida, y seguir haciendo las campañas y actividades que hacíamos. Aunque sé que tiene razón, no será lo mismo todo sin él, y no podría sentirme tranquila sabiendo que él está aquí, prácticamente postrado a una cama sin poder hacer nada. Los doctores no le permiten moverse, más que solo para sentarse o ir al baño. Al parecer cuánto más se moviliza, más débil se pone.

En cuanto a Ethan, hemos estado de lo mejor en estos días. También insiste en que debo alejarme del hospital al menos unos días por estar expuesta a enfermedades pero se que en cierta forma le alegra que esté cerca de él todos los días.

O eso creo.

Suspiro de nuevo, Joel está durmiendo y yo no tengo nada que hacer más que salir a recorrer los pasillos a ver si tengo la suerte de toparme con Ethan, y sino, pues tendré que salir al patio a refrescarme un poco.

Me he hecho varios amigos en el hospital, incluyendo algunos doctores que no congenian mucho con mi novio pero si conmigo.

Y hablando de amigos...

El Doctor Julián me observa desde su consultorio, me sonríe amablemente antes de salir y venir en mi dirección.

Es un hombre muy apuesto, alto, rubio, ojos claros y lunares en el rostro. En cierta parte me recuerda a Nico, pero Julián es un hombre más fornido. Tengo entendido que es pediatra, y es muy cariñoso.

Lo había conocido hace unos días cuando recorría por los pasillos sin rumbo fijo, y claro, como toda mujer atenta que soy, había chocado contra él sin querer. Y desde ahí nos hicimos amigos.

—Buenos días señorita—me sonríe dulcemente y agarra mi mano para dejar un beso sobre mis dedos.—¿Como has estado?

—Muy bien a decir verdad—le sonrío—, y estaré mejor cuando vea a mi novio. ¿No lo has visto?

Frunce los labios.

—Creo que está en la sala donde enseña a sus alumnos, con la pelirroja.

¿Con Leila?

—Umm, entiendo. Iré a buscarlo.

Le doy un beso en la mejilla en modo de despedida y me alejo de él para ir a buscar a mi querido novio, que está con la querida pelirroja.

Esa chica ha estado mirándome muy mal estos últimos días. Cada vez que me topo con ella en algún lugar me lanza una mirada de odio o algo parecido, y luego sigue su camino como si nada. Es muy extraña.

Camino rápidamente hasta la sala mientras saludo de vez en cuando a algunas personas. Cuando llego, veo que la puerta está abierta y antes ingresar me cercioro desde afuera que Ethan está adentro.

Y efectivamente si lo está, con Leila.

Me quedo parada frente a la puerta sin que ambos noten mi presencia y observo como Ethan está anotando algo en una hoja y ella está muy cerca suyo, como una sanguijuela. Él parece no prestarle atención pero ella parece decidida a algo, ya que se acerca aún más a la amplia mesada donde Ethan está escribiendo, y alza un poco la pollera azul que tiene, haciendo que sus piernas se noten más.

—Doctor...—dice Leila, con voz aterciopelada mientras juguetea con un mechón de su cabello.

Antes de que Ethan alce la vista para observarla, entro a la habitación y ambos me miran. Él me observa con emoción y ella como si fuera a asesinarme.

—Hola cariño—me saluda, levantándose automáticamente para venir hasta mí y darme un delicioso beso.—Te extrañé—susurra.

—Y yo a tí—respondo sonriendo cerca de sus labios.

Leila carraspea y nos apartamos un momento para observarla.

—Regresaré en otro momento Doc—informa, con un cierto tinte de enfado en su voz.

Ethan asiente y ella sale de la sala, dejándonos solos.

Antes de que Ethan vuelva a besarme, lo aparto y me dirijo hasta la mesada donde anteriormente Leila intentaba seducirlo.

—¿Acaso no lo notas?—pregunto, alzando una ceja.

—¿Que cosa?

—Leila no pierde oportunidad para seducirte.

—Ah—alza ambas cejas—, pues no le presto mucha atención porque es muy pegajosa si lo hago.

—Humm...—musito.

—Cariño, no seas celosa—viene hasta mí y me aprisiona contra la mesada.—Sabes que para mí tú eres la única.

—Ajá.

Rueda los ojos y no dice nada, solo se acerca por completo a mí y me besa con demasiado pasión que me deja sin aliento. Esto es lo que más me gusta de Ethan, que sin importarle dónde, no escatima en demostrarme lo apasionado que puede ser y lo mucho que le encanta hacerme temblar las piernas.

Sus manos descienden hasta mis piernas y alzan de a poco mi vestido.

Sé cuál es su propósito así que lo detengo.

—Este no es un buen lugar—susurro cuando detengo nuestro beso.

—Trajiste un vestido negro, ¿acaso no es para un entierro?—me mira con picardía y yo no puedo evitar reírme.

—¡Ethan!—lo regaño, dándole un manotazo en el pecho.

Me devuelve la risa y me da un beso en la frente antes de apartarse por completo.

—¿Cómo me encontraste?—se sienta de nuevo y continúa escribiendo en la hoja.

—Le pregunté al Doctor Julián.

Rápidamente deja de escribir y me observa. Me reprende con la mirada.

—Te dije que no hablaras con él.

—Y yo te dije que dejes de ser paranoico—me encojo de hombros para luego sentarme en la camilla—. Es un buen hombre, además, solo charlo con él de vez en cuando. Solo cuando tú estás ocupado y no tengo con quién hablar.

—Él no es de fiar Paula—su expresión se ha vuelto seria.

—Que pesado—digo, rodando los ojos—. Sé que tengo que cuidarme, de todas formas apenas lo conozco, pero créeme, de verdad se ve un buen hombre. Capaz lo has juzgado mal.

—Solo no te acerques mucho a él—me ordena—y no creas en nada de lo que te dice.

Entrecierro mis ojos y observo fijamente a Ethan, su comportamiento me sorprende.




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