Por siempre, Andersen.

Capítulo 31.

Capítulo extra.
 


 

—Espero duermas bien esta noche—dice Ethan, frotándose la nuca con nerviosismo.
 


Estamos parados frente a frente como si fueramos dos adolescentes que se gustan pero no se atreven a confesarlo. Él solo está parado frente a la puerta mirándome y frotándose la nuca como si no pudiera decir nada, como si no fuera el hombre más dominante que haya conocido en mi vida. Y bueno, yo estoy en la puerta mirándolo sin saber que decir exactamente.

Nos miramos un momento más y decido romper el silencio bastante incómodo.

—Tienes que ir junto a tu novia—murmuro con cierta rabia.

—Entonces debería quedarme aquí.

Alzo la vista y lo miro.

—Yo no soy tu novia—me encojo de hombros.

—Pero mi lugar es a tu lado. Es aquí a donde pertenezco.—me mira tan fijamente que hasta creería que sus palabras son ciertas, pero se que no lo son.

—No deberías mentir tanto.

—Nunca en mi vida había hablado con tanta sinceridad—me mira y suspira al ver que sigo sin creer nada de lo que dice.

Pone sus manos en los bolsillos de su pantalón y se queda observando el suelo un momento. La situación es extraña, estamos parados a mitad de la noche observándonos u observando el piso sin decir nada o sin llegar a nada.

Pero Ethan parece no querer marcharse, tampoco parece querer darse por vencido. Alza de nuevo la vista y esta vez se acerca aún más a mí, quedándose muy cerca. Solo observo su torso sin decir nada ni alzar la vista para encararlo, creo que ver sus pectorales es mejor.

—Pertenezco en ti, Dohmen—dice de pronto, entonces alzo la vista y lo observo—Te pertenezco, y nunca pensé que desearía tanto pertenecer a alguien hasta que te conocí.

—¿Hasta que me conociste?—pregunto, alejándome un poco para poder encararlo mejor—. Cuando me conociste solo viste en mi a una chica a la que podías usar a tu antojo y beneficio, una chica que podría satisfacer tus necesidades.

—No hasta que me enamoré...

—No hasta que te enamoraste—repito—, después de haberme sentido la mujer más despreciada y más patética del universo—digo con rabia. Cada palabra que sale de mi boca destila veneno.

—Fuí un idiota Paula, lo sé—trata de poner su mano sobre la mía pero lo aparto bruscamente—. Solo trato de hacer las cosas bien contigo, aunque no me salga del todo bien.

—¿Como tratas de hacer las cosas bien?—alzo una ceja—. Te besas con una de tus alumnas, y no solo una, sino 2 veces, y lo peor de todo es que me lo ocultaste.

—Eso fue un mal entendido.

—Si, dos veces—ruedo los ojos.

—¿Es que acaso nunca me perdonarás?

—La primera vez que actuaste como si me quisieras, me abandonaste después de unos días. La segunda vez actuaste de la misma forma y me pediste perdón por haberme dejado, te perdoné porque creía en tí. ¿Que me espera en la tercera vez, Ethan?

—No sé, pero sé que no volveré a meter la pata por tercera vez.      

—En serio superas el límite de la idiotez.

—Te demostraré que lo del beso no fue...—explica, pero se queda callado así sin más.—Prometo que haré todo lo posible para mostrarte las pruebas.

—Es mejor que te vayas.

Entro un poco más a la casa con la intención de cerrar la puerta pero se vuelve a acercar y me pide visualmente que no la cierre.

Si, visualmente.

—Prométeme algo.

—A ti no pienso prometerte nada—informo.

—De igual manera, dudo mucho que no puedas cumplir esta promesa.

Lo miro y entrecierro los ojos.

—Mañana vendré a visitarte, así que por favor no me eches a escobazos.

—No deseo faltarle el respeto a mi escoba apoyándolo por ti.

Me observa unos segundos, luego asiente y se da la vuelta para marcharse pero cuando estoy por cerrar la puerta, veo que vuelve a mirarme y en vez de continuar su camino, viene junto a mí de nuevo.

Pero ya no se detiene frente a mí.

Me estampa contra la pared y aprisiona mis manos sobre mi cabeza mientras me besa desesperadamente.

Trato de apartarlo pero me aprisiona tan fuerte que me es casi imposible moverme.

Podría patear lo para así poder apartarlo, pero mis piernas están atrapadas entre las suyas.

Entonces no me queda otra opción que ser brusca.

Muerdo uno de sus labios y se aparta un poco, pero acto seguido baja una de sus manos y agarra mis cachetes, apoderándose también de mi rostro.

—Cada vez que te pones así de arisca conmigo me dan ganas de darte nalgadas y hacerte mía hasta el cansancio—susurra cerca de mis labios y aunque habla bajo puedo escuchar lo ronca que está su voz y veo como tensa su mandíbula al hablar.

Sé que debería decir algo al respecto pero no puedo, estoy tan concentrada en sentir su entrepierna contra mi vientre que en lo que menos puedo pensar es en decirle algo, al menos no palabras malas.

Nota que no estoy dispuesta a decir nada y entonces se aparta, aunque el brillo de sus ojos siguen ahí. Cuando se aleja de mí cuerpo siento un extraño frío. Me da un beso en la mejilla y luego sale de la casa como si nada hubiese pasado.

Yo me quedo pegada a la pared con el corazón acelerado.

Sacudo mi cabeza y trato de borrar los pensamientos morbosos que por un momento pasaron por mí mente y cierro la puerta para luego irme a mi habitación. Necesito con urgencia tomar un sueño largo.

El día ha sido realmente extraño.




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