Por siempre, Andersen.

Capítulo 32.

No entiendo como voy a lidiar con todo esto.

Joel enfermo, Ethan alborotando mis hormonas cada vez que puede, y Rex en la perrera.

¡Me quitaron la custodia de mi perro!

Ni siquiera sabía que eso era posible, Dios.

Disque porque soy violenta, Ajá.

Muevo mis pies sobre el piso mientras muerdo mis uñas y escucho hablar a mi abogada acosadoradeEthan.

Hasta el momento no ha dicho nada interesante más que no iré a la cárcel porque hubieron más personas que testificaron a mi favor, y pues que eso me salvó de la prisión. Pero ya tengo antecedentes penales y le debo dinero a Ethan.

Qué bonito.

—Y bien, eso es todo—dice Elena, la acosadora, mientras se levanta del sofá y acomoda su pollera.

—¿Cuanto tengo que pagarle?

—Ethan ya pagó mi itinerario, no se preocupe—me sonríe y luego toma su bolso dispuesta a marcharse. Se detiene antes de salir y me observa—Ethan realmente es muy bueno, en todo lo que hace.

—Y ni te imaginas cómo es en la cama—esas palabras salen de mi boca antes de que pueda siquiera meditarlas.

Pendeja.

Ni siquiera sé si Ethan se acostó o no con esa mujer, si fue así, mi comentario no tuvo mucho sentido. Aunque creo que dió buen resultado, ya que ella pone mala cara y se va.

Al parecer aún no se acostó con ella.

Me levanto del sofá y camino hasta la cocina para tomar un vaso de agua. Es medio día, al menos no hace tanto calor como esperaba.

Extraño mucho a Rex, recién han pasado 2 días desde que no le tengo pero siento como si fuera una eternidad. No he podido visitar a Joel en estos días y aunque ya me llamó para regañarme por lo que hice, necesito saber cómo está, que tal lo trata la vida.

Y en cuanto a Ethan, bueno, desde nuestro último roce no lo he vuelto a ver.

Pongo el vaso sobre la mesada y me quedo mirando un punto cualquiera en la cocina. Desde ahora tengo que medir bien mis actos, porque si sigo haciendo las cosas a la ligera, me meteré en más líos y claramente eso no me conviene.

Bien, primero iré a ver a Joel, luego iré a tratar de sacar a Rex de ese lugar y por último vendré a casa a organizar un poco mi vida.

Si es posible.

Subo a la habitación y me cambio de ropa rápidamente. Me pongo un vestido largo floreado y una sandalias negras. Tomo mi bolso y salgo a la calle. Lastimosamente mi auto se lo llevó Ethan, ¿Por qué razón? No lo sé, solo tengo entendido que me lo quitaron, y bueno, él lo llevó.

Pido un Uber y espero unos minutos hasta que llega. Se dirige directo al hospital y yo me dispongo a ponerme los auriculares para escuchar canciones durante el trayecto.

Cuando llego al hospital voy a la recepción y pregunto por Joel, me ha dicho que lo cambiaron de habitación pero no recuerdo exactamente a donde, asi que no me queda de otra que preguntar.

Se encuentra en el quinto piso, que divertido.

Camino hasta el ascensor y aprieto el botón que da al quinto piso. Al menos el ascensor funciona, de lo contrario tendría que estar quemando la grasa que abunda en mi cuerpo.

Las puertas del ascensor se abren y empiezo a caminar en dirección a la sala donde se encuentra Joel. Cuando llego, entro y lo veo sonriendo con una enfermera. Al parecer están muy divertidos.

Me quedo parada en la puerta viendo como Joel la mira y noto un cierto brillo en su rostro, como si estuviera más alegre que de costumbre.

Humm.

—Buenas tardes—saludo para llamar la atención de ambos.

Los dos me miran y la enfermera me saluda con la mano. Es una chica morena muy hermosa. Tiene el cabello negro, un tanto encrespado; sus pestañas son largas y espesas; y...

Bueno, debo dejar de mirar tan fijamente a las personas, porque ella me está mirando extraño.

Miro a Joel y le sonrío antes de abrazarlo. Aún sigue en la cama, pero se encuentra mucho mejor que la última vez, al menos la palidez lo abandonó un poco.

—Yo los dejo—anuncia la enfermera y sale.

Espero a que salga de la habitación para luego sentarme junto a Joel y mirarlo con acusación.

—¿Qué?—me pregunta.

—Te gusta la chica—alzo una ceja y entrecierro los ojos.

—Claro que no, solo me cae bien, nada más.

—Y yo me chupo el dedo—ruedo los ojos.

—No deberías hacerlo, ya estás muy grande para eso—se burla.

Lo miro con enfado y le doy un leve manotazo en el brazo. Él solo se ríe y niega con la cabeza. Aparentemente no quiere hablar sobre la chica que, según lo poco que me ha dicho, se llama Azucena.

Pero algún día le sacaré información, y tendrá que confesarme lo que supongo.

Me quedo con él algunas horas hablando de todo lo sucedido en estos días, y en lo pendeja que fui al casi irme presa. Aunque él también piensa que hice lo correcto, ese hombre no merecía vivir.

—¿No sientes remordimiento o algo parecido por haberlo matado?

—Realmente no, ni siquiera me había acordado de que asesiné a un hombre. Aunque esa palabra queda muy profunda. Yo lo llamaría simplemente "hacer el bien".

—Me pregunto a donde quedó la chica dulce e inocente que no mataba ni una mosca.

—Esa chica quedó enterrada hace 2 años atrás.

—Bueno, ciertamente enterraste mucho de esa mujer, pero olvidaste enterrar los sentimientos que surgieron hace dos años.

Me quedo mirándolo sin saber que decir. Tiene razón, demasiada razón para mi gusto. Aunque esa Paula haya quedado en el pasado, aún sigo sintiendo lo mismo, como si nada hubiese cambiado, y todos sabemos que desde ese entonces todo, absolutamente todo, cambió.

Y no estoy segura de que haya cambiado para bien.

Damos por terminada la conversación y al mirar por la ventana me doy cuenta de que se ha hecho casi de noche.

Me despido de Joel y le informo que debo ir a tratar de sacar a Rex de ese lugar, y que lo vendré a visitar mañana si puedo.

Le doy un beso en la frente y salgo de la habitación para ir directo al ascensor. Luego de bajar al primer piso, salgo del hospital y voy directo a la calle para pedir y esperar el uber.



 




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