Por siempre, Andersen.

Capítulo 33.

—¿No crees que estás exagerando?—pregunta Gaby desde la pantalla de la notebook.

—Hablas igual que él—me quejo.

Ella se ríe y niega con la cabeza. Al fondo veo pasar a Nico y al verme saluda desde su posición. Extrañaba mucho verlos, a ambos, así que no pude evitar hacer videollamada con Gaby y así de paso poder contarle todo lo sucedido en este tiempo sin saber nada de ella.

—Pau, tu lo amas, y él te ama a ti, deberías dejar de ser tan extremista y perdonarlo.

—¿Extremista Gabi?—suspiro y me reacomodo en la cama—, volvió a mentirme.

—Pero dijo que las cosas no pasaron como piensas. ¿No te ha mostrado pruebas de que no está mintiendote?

—No. Lo único que hace es pedirme perdón y decirme que de verdad cambió. Pero sus palabras me sirven poco o nada.

—Humm—se queda pensando un momento y yo me entretengo viendo como Nicolás trata de bajar una caja del armario pero al parecer no lo alcanza. De pronto la caja cae encima suyo y se escucha como él se queja.

Gabi mira hacia atrás con mucha preocupación y se levanta para ayudarlo, yo quedo riéndome viendo la escena.

—Al parecer la caja se enamoró de tu rostro—bromeo al ver a Nicolás sentado en donde estaba Gaby, con la palma sobre su frente.

—Sufro un accidente y tú solo te burlas—dice, pero sé que está bromeando.

No puedo evitar reírme y él se contagia de mi risa.

Se ha dejado crecer la barba y aunque se ve muy diferente, no ha dejado de ser guapo.

—¿Que hay de mi inmundo medio hermano?—pregunta mientras sigue frotándose la frente.

—Sigue tan puto como siempre.

—Lo imagino. De verdad no sé cómo podemos llevar la misma sangre—hace una mueca—. Tan solo mírame a mí, y luego a él. Somos como agua y aceite.

—Al menos en la belleza tienen semejanza—admito.

—¿Semejanza? Pff—bufa—. Yo soy casi un Dios tan bello como Narciso, él es solo Hefesto en comparación a mí.

Río ante su comparación y niego con la cabeza.

—Bueno, al menos le queda lo de trabajador.

—Te faltó lo de mujeriego.

—Así no aportas en nada—dice Gaby de pronto, que aparece con un botiquín en manos.

Empieza a curarle la frente y mientras lo hace ambos me cuentan como les ha ido en cuánto a su relación, trabajo, y todo lo demás. No se han separado en ningún momento, sin importar que hayan peleado en varias ocasiones. Me alegra mucho saber que a pesar de las adversidades siguen juntos, se nota que se quieren demasiado.

Me despido de ellos luego de ver cómo se dan besos y se olvidan de que sigo viéndolos. Cierro la notebook y me levanto de la cama para ir la cocina. Debo alimentar a Rex y luego limpiar un poco.

Por suerte no hubo necesidad de salir a buscarlo ya que Ethan lo trajo esta mañana. Lo malo fue que nos quedamos mirándonos fijamente por unos segundos, y siento que fueron los segundos más largos de mi vida.

Y los más incómodos.

Rex está acostado en el sofá y escucho leves ronquidos así que deduzco que está durmiendo profundamente.

Últimamente duerme más que yo.

Limpio rápidamente la casa y una vez que termino reviso la hora, aún es temprano, tengo tiempo para hacer algunas cosas.

Subo a la habitación, me doy una ducha y me pongo un par de ropa limpia para salir. Iré a los centros de nuestras organizaciones y trataré de hacer algo productivo para todos, aunque esta vez iré sin detenerme en ninguna parte. La última vez que me detuve a tratar de hacer algo bueno, terminé casi presa y con antecedentes penales.

Una vez lista bajo a la sala, agarro un poco de purina para Rex y lo despierto para salir de casa e ir al auto. Sigue en el patio de Ethan pero él no está así que no tengo drama en ir hasta allí. Rex camina a mi lado un tanto adormilado pero me sigue de todas formas.

Abro la puerta trasera del auto y espero a que Rex suba para luego cerrarla e ir hasta la puerta del conductor. Una vez adentro, enciendo el motor y antes de sacar el auto de donde está, me doy cuenta de que hay un papel blanco sobre el asiento del copiloto.

Frunzo el ceño y agarro el papel. Lo desdoblo y veo que es una nota escrita con una caligrafía que reconozco perfectamente.

Aún no podría explicarte con detalles todo lo sucedido, porque no he sido capaz de juntar las pruebas. Pero quiero que sepas que te amo, sin importar lo arisca o dramática que seas.
 


 

Con amor.
 


 

Ethan. 
 


 

Si ajá. 
 


 

—¿Crees que debería perdonarlo?—le pregunto a Rex.
 


 

Él solo me mira, tal vez como si yo estuviera loca.
 


 

Dejo la hoja en su lugar y empiezo a conducir. 
 




 

-----.


 


 

—Buenas tardes Paula, tanto tiempo—Sandra, la recepcionista, me saluda amablemente.
 


 

—Hola Sandra, ¿Como han estado?
 


 

—Excelente—me sonríe y prosigue a seguir ordenando los papeles que hay sobre la mesa de entrada—. Desde que ese hombre vino a ayudarnos todo ha marchado de maravillas.
 


 

—¿Qué hombre?
 


 

—El Doc...
 


 

—¿Ethan?—la interrumpo drásticamente.
 


 

—Si...—responde dudosa frunciendo el ceño.
 


 

—Maldita sea, ese hombre parece humedad—me doy una palmada en la frente.
 


 

—¿Quién parece humedad?—escucho detrás de mí y cierro lo más fuerte que puedo mis ojos.
 


 

—¡Señor Ethan!—dice Sandra alegremente cuando se levanta de la silla para pasarle la mano—. Pensábamos que hoy no vendría. 
 


 

—Ya que mis clases en el hospital terminaron estaré aquí un rato largo—explica.
 


 

Siento que se acerca más a nosotras y de pronto puedo sentir su cuerpo cerca. No mucho, pero si lo suficiente como para sentir como hace mi cuerpo temblar. Abro mis ojos y miro fijamente a Sandra, quien está mirándolo absorta.
 




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