Por siempre, Andersen.

Capítulo 35.

Ethan.


 

Me río por lo bajo al escuchar como Paula le habla a los demás. Está muy molesta.
 


 

No puedo evitar sentir gracia al verla con la expresión de enfado que no abandona su rostro desde hace rato. Se ha molestado como una bestia infernal desde lo ocurrido, y aunque no era mi intención hacer que se enoje, tenía que hacerlo para hacer que ella se de cuenta de que también me desea, y lo pude sentir claramente cuando sus labios esperaban los míos. 
 


 

Pero la muy terca se resiste. 
 


 

Se pasea de un lado a otro buscando algún documento evitando mirarme fijamente, pero sé que me observa de reojo. Para molestarla aún más me aseguro de mantenerme cerca suyo a donde sea que vaya.
 


 

—Susan necesito que aparezca ese bendito documento—se vuelve a quejar a la pobre chica rubia que ya está probablemente irritada por escuchar las quejas de Paula.
 


 

—Pero es que lo habíamos dejado ahí y...
 


 

—Déjalo, ya no importa. Veré qué hago.—hace un movimiento raro con las manos y luego camina hasta la mesa para agarrar su bolso. 
 


 

Por el apuro, no se da cuenta de que las llaves de su auto estaban bajo su cartera y se va sin llevarlas. Me levanto y agarro la llave con una sonrisa maliciosa. La sigo pero mantengo distancia para que no se de cuenta de que estoy detrás de ella, si me acerco es probable que se saque el zapato y me lo aviente en la cara, porque va caminando como si odiara todo y si fuera posible estaría saliendo humo de su cabeza.
 


Me apresuro un poco para no estar tan lejos suyo y luego espero a que salga a la calle para seguir el paso nuevamente. Salgo a la calle y me recuesto por el muro a esperar que llegue a su auto. Cuando lo hace, intenta abrir la puerta pero se percata de que está bloqueado, entonces empieza a buscar en su cartera la llave.

Y es ahí cuando empieza a hacer rabietas.

—¡Maldita sea!—maldice mirando el cielo y alzando los brazos.

Se jala el cabello y al terminar de hacer su rabieta voltea en mi dirección, al parecer se ha dado cuenta de mi presencia. En el instante que me ve su rostro cambia drásticamente y parece ponerse más molesta de lo normal.

Me río y empiezo a caminar hasta ella haciendo girar las llaves entre mis dedos.

—¿Buscas esto?

Cierra los ojos y suelta un suspiro.

—Esto no es divertido Ethan—pone sus brazos en forma de jarra y me mira fijamente con aparente fastidio en su expresión.

—¿Acaso es culpa mía que te hayas olvidado de tus llaves?—pregunto con sorna y su rostro se enrojece.

Esto es realmente divertido.

—Dame las llaves—pide.

—¿Que se dice para pedir las cosas?—alzo una ceja.

Vuelve a cerrar los ojos, como si tratara de calmar su ira y luego de unos segundo me observa.

—Por favor—dice al fin.

Sonrío victorioso y me acerco para darle las llaves, pero antes de entregárselos me detengo muy cerca de su cuerpo.

—¿Por qué estás tan enojada? Estuviste tratando mal a todos.

—¿En serio me lo preguntas?

—Sí—me encojo de hombros.

—Eres un imbécil Ethan.

—¿Soy un imbécil por no darte el beso que tanto querías?

Se queda boquiabierta y sus ojos parecen cristalizarse instantáneamente.

Creo que he dicho algo malo.

Me empuja y las llaves caen de mi mano al piso. Ni siquiera se preocupa en tomarlas, se apresura en irse prácticamente corriendo hacia la otra dirección de la calle, sin rumbo fijo.

Y no pienso ni un segundo para ir a correr tras ella.




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