Los ojos me arden por las malditas ganas que tengo de llorar.
Sin siquiera estar consciente de mis actos empiezo a correr, ni siquiera sé a donde voy pero el pecho me arde, las manos me tiemblan y tengo unas malditas ganas de llorar. ¿Como pudo haber dicho eso?
Miro a ambos lados de la calle y estoy a punto de cruzar cuando alguien me toma del brazo y de pronto me encuentro envuelta en dos brazos y con el rostro muy cerca del suyo.
—Suéltame—me quejo y me remuevo para intentar salir de su agarre pero no tengo mucho éxito.
—Paula...
Con las pocas fuerzas que tengo logro empujarlo con rudeza y hago que me suelte. Lo miro con odio, con ira, con dolor.
—¡Que no me toques maldita sea!
Distingo como su mandíbula se tensa y acto seguido me agarra nuevamente pero esta vez con más fuerza. Intento removerme y salir pero ya no lo logro.
Sus brazos apresan mi cuerpo.
Y sus labios apresan los míos.
Me besa y aparto mi rostro del suyo pero entonces pone en su mano en mi cuello y me atrae nuevamente. Busca desesperadamente que mis labios sigan el ritmo de los suyos pero intento lo máximo que puedo no hacerlo, no cedo ante él. Pero no se da por vencido. Antes de poder si quiera volver a intentar apartarme, logra separar mis labios y se apodera de ellos, besándome profundamente.
Y ya no puedo resistirme. Menos cuando sus dedos se hunden en mi espalda y me aprieta contra él tan deliciosamente.
Mierda.
Nos besamos unos segundos hasta aue lo aparto y me separo por completo para dejarlo e ir de nuevo hasta mi auto.
Por suerte las llaves siguen en el suelo.
Subo al auto y conduzco lo más rápido que puedo lo más lejos posible de Ethan. Necesito alejarme de él y tratar de acomodar mis emociones unos minutos antes de continuar. Lo observo por el retrovisor y veo que está parado en el mismo lugar, mirándome con mucha confusión.
Tengo la respiración agitada y no sé si sean por los nervios o por el momento tan intenso que tuve hace un momento.
Intento sacar a Ethan de mi mente y me concentro en ir al vivero donde hacemos la reproducción de plantines. Recién son las 6 de la tarde y debo aprovechar que Sandra llevó a Rex a casa, así no tendré que estar llevándolo de un lado a otro, puede que eso también lo estrese y no quiero que le pase nada malo.
Llego en aproximadamente media hora y estaciono el auto frente a la entrada del enorme campo. Cuando conocí este lugar quedé fascinada y supe que tendría que adquirirlo a como dé lugar, aunque claro, no tenía en mente convertirlo en un vivero. Pero desde hace tiempo creo que no hago cumplir ni siquiera mis propias ideas.
Bajo del auto y camino por el sendero que dirige a la entrada principal del Vivero. Veo desde aquí a unos cuantos trabajadores y los saludo con la mano para luego seguir con mi trayecto. Una vez que llego al vivero, ingreso y me cercioro de que todos los plantines estén creciendo adecuadamente. Me encanta ver como los pequeños retoños de a poco van convirtiéndose en hermosos y frondosos árboles que le dan un sentido a mi vida.
Juro por Dios que tratar de preservar y proteger la naturaleza es lo que le da sentido a mi vida, esa es mi vocación, esa es mi virtud.
Me quedo aproximadamente media hora examinando, regando y cuidando las plantas y cuando veo que empieza a oscurecer decido que es momento de ir a casa. Rex debe estar esperándome ansioso y con hambre.
Editado: 17.03.2021