Siento los dedos de Ethan acariciando mi brazo.
—¿Podríamos quedarnos así todo el tiempo?—me pregunta casi en un susurro.
Es de madrugada, no tengo sueño ni nada por el estilo. Me siento extasiada, satisfecha, y muy feliz.
—Haré todo lo que esté a mi alcance para que estemos bien—promete.
Me doy la vuelta y me acomodo sobre su brazo para poder mirarlo. Él me observa y sonríe mientras acaricia mi mejilla con la yema de su pulgar. Es tan maravilloso estar así, juntos, sin nadie en medio que esté haciendo de nuestra vida un calvario. Me acerco a sus labios y le doy un beso dulce, con mucho amor, y él me lo devuelve con mucha pasión.
Todo es mágico hasta que escucho mi celular desde algún lado de la casa. Decido ignorar el sonido pero Ethan me pide que vaya a contestar, no es normal que llamen a esta hora con tanta insistencia.
Me levanto de la cama y me visto lo más que puedo para bajar a la sala y buscar mi celular, que creo que lo he dejado en el bolso, sobre el sofá. Una vez que llego a la sala agarro mi cartera y saco el celular de adentro. En la pantalla veo que es el número de Joel así que contesto sin siquiera pensarlo dos veces.
—¿Joel? ¿Estás bien?
—¿Hablo con la señorita Paula Dohmen?—contesta una voz femenina y me alarmo.
—Si... ¿Quien habla?
—Soy la enfermera de Joel, necesito informarle que ha sufrido una decaída y está muy grave en este...
Ni siquiera logro escuchar las últimas palabras.
Mi corazón bombea con tanta fuerza que siento que saldrá de mi pecho en cualquier momento, las manos me tiemblan y empiezo a sudar frío. Una extraña sensación se apodera de mi cuerpo.
El celular cae de mi mano y escucho a Ethan hablarme pero no puedo estar consciente de lo que dice. Solo puedo emitir unas palabras:
—Llevame al hospital por favor.
-----.
Definitivamente el hospital es probablemente el peor lugar en el mundo, y aún más cuando la vida de un ser querido prende de un hilo.
Me muevo de un lado a otro y mordisqueo mis uñas mientras las lágrimas caen por mis mejillas. Ethan está tratando de calmarme pero no puedo. Los doctores no me dicen nada de Joel, nada más que "en este momento se encuentra mal" , y ni siquiera me dejan verlo.
—Tranquila cariño, todo estará bien—me alienta Ethan pero no logra calmarme.
—Tengo un mal presentimiento Ethan—digo, o intento decirlo ya que mi voz suena estrangulada por mi llanto.
—Cariño...
Antes de que pueda terminar de hablar, el doctor se digna a aparecer y se para frente a nosotros con una cara de cansancio.
—Señorita necesito hablar con usted.
Me seco las lágrimas y me acerco al doctor para escucharlo.
—¿Que pasa?
—No acostumbro mentir, o dar falsas esperanzas y menos en situaciones como estas—explica—. Es muy probable que su amigo no pase de esta noche.
—¿No se suponía que estaba mejorando?—pregunto con la voz quebrada.
—Si, pero al parecer ha dejado de tomar sus medicamentos y sus defensas disminuyeron drásticamente, haciendo que la enfermedad avance con demasiado ímpetu en su cuerpo. Ya no hay esperanzas...
Me rehúso a seguir escuchándolo. Me alejo de ellos y camino directamente a la sala donde se encuentra Joel, necesito verlo, necesito saber qué nada de esto es cierto, de verdad necesito que esto sea una maldita broma.
Escucho a Ethan llamándome pero no me detengo a escucharlo. Entro a la habitación y veo a una enfermera inspeccionando el ritmo cardíaco de Joel. Me acerco a la camilla y la forma en la que se encuentra me deja sin aliento. Pero no en una buena forma.
Está pálido, demasiado pálido, sus ojos se hunden y las ojeras son demasiado visibles; le han cortado el cabello y se encuentra bastante corto. Tiene vías de oxígeno en su nariz y la mirada perdida. Cuando se percata de mi presencia sonríe un poco, pero no lo suficiente como para saber que está bien.
—Paula...—su voz se oye casi en un susurro.
Pongo mi mano sobre la suya y trato con todas mis fuerzas de no llorar frente a él. Necesito darle ánimos, saldrá de aquí pronto y necesita que yo esté a su lado.
—Joel—susurro y sonrío con dulzura.
La enfermera sale de la habitación y veo a Ethan en la puerta, junto al doctor, pero ambos me observan y sin decir nada, se marchan, cerrando la puerta al irse.
—¿Que haces aquí?
Regresó mi mirada a Joel y le respondo.
—Vine a estar contigo hasta que mejores.
—De esta noche no paso Pau...
—No digas tonterías—me altero—, tú seguirás aquí mucho tiempo más.
—Tengo que decirte algo sobre mis medicamentos, Paula—me rompe el corazón escucharlo hablar tan bajito, como si ya no le quedaran fuerzas.
—Fue culpa de esa enfermera ¿Cierto?. Pero tranquilo, haré que esa mujer pague por no haber tenido cuidado con eso, debió dártelas a tiempo...
—Yo las tiraba—dice de pronto, y mis ojos se abren de par en par.
—¿Q-que?—tartamudeo.
—Ella me las daba a hora, y yo las escupía cuando no se daba cuenta.
—¿Por qué hiciste eso?
—Prefiero morir de una vez Paula, vivir en un hospital es lo peor que me pudo haber pasado en la vida.
Unas lágrimas caen de mis ojos y no puedo evitar mis emociones.
—Joel, tú no vas a morir.
Levanta la mano lentamente hacia mi rostro y pone su palma en mi mejilla.
—No quería que nadie te dijera nada hasta este momento—acaricia mi piel con las yemas de sus dedos y cierra los ojos un momento, como si estuviera muy cansado, a punto de dormir. Lo abre de nuevo y me observa, sus ojos parecen haberse apagado un poco más—. Pedí que te llamaran ahora porque necesitaba decirte muchas cosas antes de irme.
Editado: 17.03.2021