Por siempre, Andersen.

Capítulo 41.

Un mes después. 




 


Desde la muerte de Joel ya nada ha sido igual pero creo que aunque me sea demasiado dolorosa su pérdida,  tengo que continuar con mi vida y seguir haciendo lo que me gusta.

Las maletas están listas sobre la cama y nuestras cosas están  prolijamente acomodadas en las cajas de empaque. Intenté convencer a Ethan de quedarnos al menos un mes más aqui pero ha insistido con que este lugar sólo me traerá tristes recuerdos y que es momento de hacer frente a esa tristeza. Claramente aún no deseo despegarme del recuerdo de Joel, ni siquiera  de sus pertenencias, pero en cierta forma él tiene razón. Ya es momento de dejarlo descansar tranquilo, y de dejar de visitar su tumba todos los días.

Puede que regresar a Sudamérica sea lo mejor.

Rex está echado a un lado de la cama observando algún punto cualquiera de la habitación. Yo mientras tanto me aseguro de que todo esté en orden para cuando Ethan venga. No estoy muy segura de cuando nos iremos exactamente, pero creo que esta será  la última semana de estadía en nuestro dulce hogar prestado.

Escucho unas pisadas en la escalera y deduzco que Ethan ha llegado así que salgo alegremente de la habitación para alcanzarlo. Cuando lo veo, corro hasta él y lo envuelvo con mis brazos. Últimamente me encanta abrazarlo y llenarlo de besos cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo.

—Hola mi nena—me saluda cuando me apego a su cuerpo como si fuera una sanguijuela.—Cariño sabes que me encanta que me abraces y que me beses pero tus abrazos me dejan sin aire—su voz se oye estrangulada así que lo suelto y me río.

—Bueno, si no quieres que mis abrazos te dejen sin aire entonces ya no te abrazaré—me cruzo de brazos y finjo una expresión de enfado.

Empieza a reirse y a negar con la cabeza. Estoy por decirle algo cuando Rex aparece y posa sus patas sobre su abdomen para lamer sus brazos.

—También te extrañé Rex—acaricia su cabeza y mueve sus orejas, cosa que a Rex parece encantarle ya que menea la cola con frenesí.

Un minuto después él deja de observar a Rex y posa su mirada en mí. Comprendo rapidamente el motivo de su mirada y los nervios se hacen presente en mi cuerpo, haciendo que sin pensarlo dos veces pase a su lado y vaya directamente a la sala. Como si pudiera huir de él en una casa tan pequeña.

—Esta vez no dejaré que te escabullas de mi—escucho su voz muy cerca mío a penas me siento en el sofá.

Evito mirarlo, solo me dispongo a observar el suelo y juguetear con mis dedos. Sé de que quiere hablar, del mismo tema que ya nos ha generado discusiones y disgustos, un tema que para mi sigue siendo denso.

—¿Es tan difícil para ti decir que no quieres irte conmigo?—su voz se ha puesto tosca y noto que se está enfadando.

—No es eso, quiero irme contigo Ethan, es solo que...

—Es solo que no puedes dejar este lugar porque te recuerda a Joel—espeta.

Alzo la vista y lo encaro.

—No es así—miento.

—¡Tienes que superar su muerte de una vez!—me sobresalto al escuchar la brusquedad en su voz.

—No hables así.

—Sabes que nunca me ha molestado ni incomodado tu amistad con él, y he respetado su muerte como debe ser—camina hasta la mesita que se encuentra frente a mí y se sienta sobre ella, poniendo sus dedos bajo su mentón—Pero tu estas llevando esto a un extremo insano.

—No puedes pedirme que supere su muerte cuando apenas ha pasado un mes—una lagrima cae sobre mi mejilla pero mantengo mi expresión firme—, y menos cuando él fue prácticamente la única persona que estuvo conmigo cuando más necesité de alguien. No me pidas eso.

—Bien, entonces no volveré a pedirte que superes su muerte, pero te pido por favor que sigas con tu vida. —junta sus manos en modo de súplica y se acerca un poco más a mi—Yo te necesito Paula. Necesito que sigas tu vida a mi lado...

—Pero lejos de aquí—termino su frase y bajo la vista.

Ethan suspira.

—Si no quieres irte conmigo lo entenderé...

—Si quiero ir.

—...aunque me duela dejarte... —continúa hablando y de pronto se queda callado—Espera—frunce el ceño—¿Que dijiste?

—Joel fue demasiado importante para mí, pero tú también lo eres—confieso—. A él siempre lo tendré en mi corazón y entre mis recuerdos, pero a ti te tengo a mi lado.

El silencio se cierne entre nosotros. Nadie dice nada, ni siquiera el ronquido de Rex se escucha por ahí.

Minutos después, Ethan se levanta y yo alzo la vista para mirarlo, entonces él sin preguntar me toma de las manos y hace que me ponga de pie, haciendo que ambos quedemos frente a frente. De pronto me abraza y me envuelve en sus brazos con tanta fuerza que siento que soy yo quien queda sin aire esta vez, pero no digo nada, solo correspondo a su abrazo y me quedo en silencio, escuchando su respiración. Estoy por decir algo cuando él se adelanta en hablar.

—Perdón por ser un tonto, de verdad me haces tan feliz Paula—me aparto al escuchar su voz y miro su rostro. Está llorando.

—Ay Por Dios, por favor no llores.

—¿Por qué? —se seca las lágrimas y se ríe.

—Es mi trabajo hacer drama y llorar por todo, no el tuyo.

Me rio y niego con la cabeza para luego acercarme y darle un beso.

O dos.

O tres besos.

Al cuadrado.

—Te amo—susurro.

—Y yo a ti.




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