Por siempre, Andersen.

Capítulo 45.

La casa es tan maravillosa que hasta me dan ganas de quedarme aquí todo el día. Aunque claro, el deber llama.

Me levanto de la cama y camino hasta el baño para darme una ducha. Desde que acepté el trabajo en el ministerio me levanto temprano y regreso a casa ya casi de noche, pero no porque me quede todo el tiempo en ese lugar, sino que al salir voy al centro para asegurarme de que todo marche bien.

En cuánto al trabajo, realmente no había pensado jamás que un día trabajaría para el gobierno, pero cuando acepté el puesto lo hice pensando en los beneficios que me traería trabajar ahí, y aunque ya he discutido con varios empleados por imponer mis propias reglas, logro conseguir las cosas más fácilmente. Solo que a diferencia de los demás, lo que obtengo no es para mí propio beneficio, sino para poder hacer crecer las organizaciones que tenemos.

Ethan por su parte está nuevamente trabajando en el hospital en que trabajaba antes, y sé que últimamente está más contento porque le encanta ayudar a las personas. Y bueno, tal vez también esté contento porque casi todos los días tenemos una muy bonita y ardiente intimidad.

Llamo a Rex para salir al patio y subirlo al auto. A él lo dejo en el centro junto con las voluntarias, al menos ahí no se aburre y de vez en cuando juega con los otros perros. Y bueno, también se pelea pero eso ya no puedo evitar, al parecer cuando Rex amanece de malas hasta con su propia sombra quiere pelearse.

Literalmente.

Conduzco hasta el centro mientras Rex juega con una pelota de goma que su querido padre humano le había regalado. Ethan ha estado un poco sensible estos días, no entiendo que le pasa. Dice que le causa una especie de melancolía ver a tantos niños todos los días. Cuando dice eso evado el tema y le hablo de cualquier otra cosa, porque hablar de niños se ha vuelto un tema muy denso entre ambos.

Ciertamente he pensado mucho en ese tema, y decidí que era momento de pensar en formar una familia. No porque él lo quisiera, sino porque deseo tener un bebé.

Y ahora en cierto modo estoy ansiosa. He dejado de consumir las píldoras, pero no tengo ningún síntoma de embarazo. Los únicos síntomas que he sentido en estos días es fatiga y estrés.

Y dudo que esos sean síntomas de embarazo. De todas formas no pierdo la esperanza, y Ethan mucho menos.

Cuando llego a nuestro destino estaciono el auto en la vereda, bajo para abrir la puerta trasera y dejar que Rex salga. En cuanto sus patas tocan el suelo va corriendo directamente hasta la entrada del edificio, con bastante emoción. Al parecer ya se está acostumbrando al lugar y a sus cuidadores, pero espero no se acostumbre más a ellos que a mí, porque me dolería que de pronto ya no quisiera que le acaricie bajo la oreja y prefiera que lo haga otra persona. No me gusta mucho tener que dejarlo con otras personas, pero mientras trabajo no puedo hacerme cargo de él así que no me queda de otra.

Aunque me duela.

Voy hasta la entrada principal para saludar a los voluntarios, veterinarios y todos los que se encuentran por aquí. Ellos me saludan amablemente y apapachan a Rex con mucho amor. Sé que todos ellos aman a los animales tanto como yo, y se también que por eso siguen trabajando con nosotros, porque aunque no reciban un sueldo por así decirlo, no abandonan su puesto por nada del mundo. Me encantaría poder pagarles al menos de alguna forma a todos ellos porque en serio hacen un trabajo muy honesto, pero al menos en este momento no estoy en condiciones de hacerlo ya que todo el dinero donado o que consigo por otros medios lo utilizo para agrandar los centros, comprar purinas, pagar a los veterinarios, comprar camas, jaulas y todo lo necesario para que los perros rescatados puedan estar bien aquí.

Pero sé que algún día podré hacerlo, no me cansaré hasta poder pagarle a cada uno de ellos, lo merecen.

Me quedo nostálgica un momento al mirarlos a todos ellos y creo que hasta se me escapa una lagrima. Ellos me observan extraño y se intercambian mirada de confusión pero no dicen nada.

Ay Dios, ando sensible.

Seco la lágrima y me despido para ir a mi querido trabajo. Voy hasta el auto, me subo y lo pongo en marcha.

Extrañamente hoy hace demasiado calor, aunque estamos en primavera y es extraño ya que tan solo ayer me estaba quejando de que tenía un poco de frío. No sé si tengo cambios hormonales o es producto de que Andrés no me visita hace un tiempo y eso ya me está afectando.

En general una mujer se preocuparía porque la regla no le baja, pero en mi caso ya es muy normal que "Andrés" se olvide de mí por meses y luego vuelva como si nada.

Me detengo en el semáforo y abro las ventanillas del auto para respirar mejor, siento que estoy sofocandome aquí adentro y esto ya no me está gustando. Decido conducir hasta algún parque cerca para tomar aire fresco un momento. Al llegar estaciono y bajo del auto para ir directo a un banco y así poder sentarme, porque empiezo a marearme un poco.

Saco el celular de mi bolsillo y marco a Ethan, que por suerte me responde al instante.

—Hola cariño—me saluda dulcemente apenas contesta.

—Ethan no me siento bien—el mareo se hace intenso y siento que pierdo el sentido de apoco. Comienzo a asustarme.

—¿Que pasa cielo?

—Estoy muy mareada y siento que voy a desmayarme en cualquier momen...

Y entonces todo se nubla.

Todo se pone negro.

 


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Por fin puedo abrir los ojos, pero me pesan los párpados.

Intento abrirlos lentamente para acostumbrarme a la luz que está encandilandome. Observo a mi alrededor y trato de reconocer el lugar donde me encuentro. Blanco, insípido y deprimente.

La sala de un hospital.

Me acomodo en la camilla y veo a Ethan sentado en el sofá observando su celular.

—¿Que pasó? —pregunto para llamar su atención.

Alza la vista y guarda rápidamente su celular para levantarse y caminar hasta mi. Se para a mi lado y toma mi mano para llenarla de besos.




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