Hunter
Habría sido una semana terrible de no haber tenido a Luc conmigo y a un montón de nuevas cosas de las que ocuparme.
Abigail había acabado por cancelar nuestro encuentro y todavía no conseguíamos hablar bien el tema del bebé. Por lo que así habían pasado mis días: sin ver a Abby en ningún miserable momento. No sacaba nada negándolo, yo me había vuelto muy dependiente de ella. Lo sabía perfectamente. Pasando a otro tema, Nic había hecho su renuncia oficial y como por arte de magia había aparecido yo como su remplazo. Comenzaría a dar clases a la semana siguiente, justo cuando Abby ya habría acabado con todo el tema del concurso. Demás está decir que yo no contaba con ningún título, estudios, vaya que lo tenía, más que nada por ocio. Me gustaba estudiar, y teniendo más de diez décadas mucho había aprendido de los libros.
—¿Dónde está Derek?—Acababa de llegar a casa luego de haber hecho algunas compras con Nic. Según él, me hacían falta trajes más formales para cuando asistiera al trabajo. Mi ropa diaria y deportiva no resultaban apropiadas, a su parecer.
—Salió— soltó Zac con una admirable naturalidad. Estaba él solo en casa. Luc se había marchado tan sólo hace un par de horas atrás. Desde el principio su visita había sido extraña, empezando porque mi hermano estaba teniendo problemas para sociabilizar. Tanto tiempo estando en la pura soledad del diserto le habían dejado unas significativas secuelas.
—Sí, pero eso fue como hace tres días— Derek frecuentaba salir mucho, eso era verdad. Pero me parecía curioso que llevara tanto tiempo fuera y no tenía ni la menor idea en qué andaba involucrado. De todos modos poco debía preocuparme, difícilmente alguien como él correría peligro.
—¿Y eso qué, Hunter? No es algo nuevo—Encogiéndose de hombros, Zac hizo un gesto restándole importancia al asunto. Se le veía demasiado concentrado leyendo unos archivos dispersados sobre la pequeña mesa de centro en el living. Quizá algo relacionado a sus trabajos como médium.
—¿Llegó el correo?—Nic apareció en la sala, caminaba ayudado por su bastón y era visible el hecho de que el asunto lo complicaba un poco. Comenzaba a dudar de su estado de salud en los últimos días.
—¿Qué? No, esto no es el correo—respondió Zac, levantando por un breve segundo la vista de sus papeles—, pero sí llegó un paquete esta tarde. Lo he dejado en la cocina.
—Que yo sepa no he hecho ningún encargo—, opinó Nic.
—Ni yo, quizá sea de Derek—.Recordando que llevaba horas sin alimentarme y que me estaba quedando corto de suministro, decidí que era buen momento para hacer una visita al banco de sangre. Aquello de morder personas ya era cosa del pasado. ¿Qué estaba ocurriendo conmigo? Un cambio positivo, suponía.
—Hola—En verdad que no esperaba abrir la puerta para ir de salida y encontrarme a Adam en el acto. Entre los dos no había ya ningún tipo de conflicto, pero tampoco nos llevábamos bien. No entendía qué hacía ahí parado al otro lado del marco de la puerta—, ¿puedo pasar?—Asentí, todavía sintiéndome confundido. El chico lucía extraño, estaba notoriamente pálido y parecía que temblaba a pesar de que llevaba muchas prendas abrigándolo.
—Señor Kutcher, qué sorpresa. Extrañé verlo en mi clase hoy—, saludó Nícolas. Había olvidado que también se conocían, quizá venía a atender algún asunto de la escuela.
—Profesor, ¿cómo está?—Se notaba que preguntaba aquello por simple cortesía. Algo andaba mal con ese mocoso, o al menos eso suponía yo—. Buenas tardes, Zac. ¿Está Derek?
Zac hizo un saludo sonriéndole y apenas mirándole, pero procurando ser cortes. Nic se había echado en uno de los sillones sin darse por enterado de que algo no andaba bien, mientras que yo era el único idiota prestándole verdadera atención al que alguna vez fue mi competencia.
—Derek no está—informé. Su rostro se enseñó evidentemente preocupado—¿Te ocurre algo? Porque parece que sí.
El chico exhaló fuerte y me sorprendí al ver un gélido aire emanar de su boca. Él estaba de sobremanera frio, no era algo normal cuando el clima allá fuera no daba para eso.
—¿Cuándo llegará?—Estaba siendo testarudo. Entendía que yo no era de su agradado, pero en serio parecía necesitar ayuda. De todos modos si no quería, me daba igual. No lo obligaría a nada.
—Salió hace tres días. Ni idea de cuándo llegará.
Puse más atención a sus gestos y a él en general. Al principio relacioné los mil abrigos que llevaba puestos y las gafas oscuras a una rara elección de moda, pero en definitiva no podía ser eso. Qué idiotez. ¿Llevar gafas oscuras? El mejor método para ocultar el color amarillo de sus ojos.