Abby
Mi equilibrio venía cayendo desde hace algún tiempo. La partida de Fei y el asunto con Matthew habían provocado un cortocircuito en mi realidad, y sumando a todo eso lo de Hunter y mi padre, pues... Me sentía en desequilibrio.
Sentía que había perdido los ánimos, de alguna manera me sentía cansada y sólo quería caer en un sueño profundo y que todos mis problemas al despertar desaparecieran. Necesitaba ser optimista. No podía dejarme vencer por esos malos momentos. No era algo tan malo después de todo, o eso me obligaba a creer.
—¿Estás bien?—me asusté al escuchar una voz llamar mi atención. Estaba en mi cuarto, con las luces apagadas y la mirada fija en un determinado punto del suelo mientras permanecía de pie y brazos cruzados. Era Bárbara.
—Sí, estoy bien—Bárbara había cambiado mucho desde que había vuelto a casa. No entendía muy bien por qué, pero tampoco me interesaba averiguarlo.
—Yo pensaba que mi madre era una loca controladora, pero tu padre se merece un premio—sabía que ella estaba intentando acercarse a mí, pero en ese momento me sentía toda una antisocial. Quería estar sola y nada más que eso.
—Quizá...—Era un respuesta vaga, pero una respuesta a fin de cuentas.
—Aun así se nota que te quiere mucho y que se preocupa, si el muchacho es bueno, tu papá lo acabará aceptando. Tranquila—.Lo que menos me preocupaba era si mi padre aceptaba o no a Hunter. Yo sabía que él estaba equivocado al pensar mal de mi novio y no planeaba hacerle caso si me llegaba a pedir que me alejara de él. Sería ridículo y además retrogrado.
De nuevo quedé en mi cuarto sola. No me preocupé por espiar la conversación que Hunter y mi padre estaban teniendo, mi cabeza no estaba para eso en aquel entonces. Yo estaba en la Luna, en Plutón, en cualquier otra parte menos en la Tierra. Eso hasta que recordé el libro de ejercicios que me había entregado Matthew.
—Definitivamente está loco—, en realidad la loca era yo por hablar en voz alta. Pero nadie estaba ahí para juzgarme—¿Para qué quiero yo este libro?
Lo tomé y me lancé con él sobre la cama, buscando alguna pose cómoda. Comencé a hojearlo. No tenía nada del otro mundo y muchos ejercicios estaban resueltos. Todo iba bien hasta que caí en cuenta de una minúscula nota escrita con una letra pequeñísima a un costado de una de las páginas. Identifiqué dos tipos de caligrafía diferentes. Era un a especie de conversación.
"Aún no puedo darte tu regalo de cumpleaños. C no nos ha dejado solos ni un sólo minuto. Creo que sospecha. Te quiero." Otra nota respondía a esa; "Tiempo contigo es lo mejor que puedo tener. Aunque sea a través de este libro."
Habían más notas. No eran muy largas, al menos las que leí. Tampoco tardé mucho en reparar que se trataban de conversaciones viejas entre Matthew y yo. "C" era el modo que usábamos para referirnos a Christian. Ninguno firmaba las notas.
"Tu regalo de cumpleaños fue algo increíble. Jamás podre darte algo tan especial cómo lo has hecho tú... Definitivamente ya no eres una niña."Así iniciaba otra nota, esta era más larga y casi ocupaba media hoja entre tantas respuestas. "Tuve que luchar mucho para llamar tu atención", "¿Qué dices? Prácticamente desde que naciste has tenido mi atención" Una carita enojada estaba dibujada junto a esa respuesta, era de Matthew, ya era obvio. "¡No me refiero a ese tipo de atención! Pero ahora la tengo, ¿soy tu novia, no?" .
Podía imaginarme toda la historia a través de esos pequeños textos. Ahora todo era real, ya no una simple idea o un loco sueño. Tenía que aceptarlo. La Abby de antaño había estado loquita de amor por Matthew Leblanc.
"¡Has actuado pésimo!" esa era mi letra. Me había viciado leyendo texto tras texto.
"¿Por qué? No fui el único. Tu hermano lo hizo incluso peor que yo"
"Ahuyentaron al único chico que no había huido de mí, pudo haber sido una buena amistad y ahora no lo sabré gracias a ustedes"
"Yo no creo que ese chico haya querido ser tu amigo"
"Qué pesado..."
"No pongas esa cara. Tu hermano nos está mirando. Si se acerca a leer lo que escribimos estaremos en problemas"
"Tranquilo. Ya no tengo ganas de hablar contigo."
"No seas cruel. Te quiero, mañosa".
El tiempo empezó a dejar de tener sentido, la oscuridad abarcó toda mi habitación y me vi obligada a encender la luz. No podía seguir forzando mi vista y quería leer todos los mensajes. Parecía una novela romántica, incluso tenía momentos cómicos y peleas ridículas. Apenas podía creer que todo eso hubiera formado parte de mi pasado.