Por Siempre

CAPITULO 16

CAPITULO 16

 

Alberto el hermano mayor era un joven trabajador, amable con los trabajadores, era soltero “porque no había llegado la mujer de su vida, su ideal” como el mismo decía, Alberto era muy querido por los trabajadores tanto de la casa como los que trabajaban en los viñedos y en los otros negocios. Esa era la razón por la que los peones corrieron a auxiliarlo rápidamente sin que se los ordenaran. Otros peones que eran maltratados por sus patrones no los ayudaban cuando sufrían un accidente. Alberto junto con José el hermano menor oponiéndose a las órdenes de su padre a quien lo trabajadores no querían por ser cruel y duro con ellos, pusieron en el establo un botiquín y una camilla que por suerte era usada muy pocas veces, pero que en esta ocasión el usaría. Cuando los trabajadores llegaron con Alberto en la camilla Amelia ordeno que lo llevaran a su recamara.

Ernesto llego corriendo a la casa de la familia De la vega. El peón lo llevo al no encontrar al Dr. Márquez el doctor familiar. Ernesto rápidamente entro en la habitación solo saludando en voz alta llegado directamente a examinar al herido, que presentaba una pierna y dos costillas fracturadas, rápidamente lo entablillo y trato el dolor con algunos medicamentos. Al entrar Ernesto a la habitación ni siquiera vio que Amelia era quien acompañaba a Alberto, ella se salió de la recamara cuando Ernesto comenzó a revisarlo, mientras ella espero en el pasillo hasta que Ernesto salió.

-Dr. González ¿Cómo está mi hermano?

-Señorita De la vega -Sin intención Ernesto sonrió al ver a Amelia parada frente a él, sabía que iba a su casa, deseaba poder verla aunque sea de lejos. No podía olvidarse de ella desde que sabía quién era-. Su hermano se fracturo una pierna y dos costillas, también tiene varios golpes sin importancia, pero no se preocupe estará bien siempre y cuando obedezca las ordenes que le di y tome su medicamento como es debido, ya le di medicina para calmar los dolores. Tome –Ernesto le tendió un pequeño frasco que Amelia tomo-. Se le deben dar 10 gotas en ½ vaso de agua en la noche y en la mañana, hoy solo se le deben dar las gotas de la noche.

-Gracias por venir, mi padre mandara a pagar sus honorarios, como usted vera él no se encuentra en este momento. ¿Va ser necesario que vuelva a revisarlo?

-Sí, pero usted no se preocupe, mañana vendré a ver cómo sigue. Pero si surge cualquier inconveniente avíseme yo vendré no importa la hora que sea.

-Le agradezco Dr. Gonzales que haya venido, yo no sabría qué hacer en estos casos.

-No tiene que agradecerme es mi deber como médico, ahora me retiro mis demás pacientes me están esperando.

-Muchas gracias -Amelia ofreció su mano para despedirse de él, Ernesto la tomo y la retuvo entre sus manos un poco más de lo necesario.

-Mañana vendré a ver a su hermano, –se despidió de ella solo entonces soltó la mano de ella para emprender su marcha.

 

La Familia regreso al caer la noche, consternados recibieron la noticia, Alberto estaba mejor aunque un poco adolorido, los miembros de la familia se turnaron para cuidarlo. La mañana llego en la casa los miembros estaban abrumados por el accidente de Alberto, pero la vida sigue y Amelia no tenía por qué faltar a la escuela. Amelia salió sola de la casa para ir a la escuela caminando, quería, necesitaba liberar la tensión del día anterior y caminar siempre la ayudaba a tranquilizarse. Las clases fueron como siempre, en ocasiones presto menos atención, pero la presencia de su amiga la regresaba a las clases en cuanto ella se distraía. Al terminar las clases ella regreso caminando a su casa, esta vez no fue a jugar con su amiga. Estaba sumergida en sus pensamientos cuando una voz conocida la llamo. Cuando escuchaba esa voz mariposas revoloteaban en su estómago, volteo la mirada rumbo hacia la voz, sabia quien la llamaba pero debía constatarlo. Para rectificar que escuchaba bien la voz la volvió a llamar.

-¡Señorita De la Vega!

-Dr. González ¿Cómo se encuentra?

-Yo me encuentro bien, gracias por preguntar, ¿Cómo amaneció su hermano?

-Está mejor gracias, el medicamento que usted le receto le hizo bien, durmió casi toda la noche.

-¿Puedo acompañarla a su casa? O perdone mi atrevimiento pero ¿Va a su casa?

-Voy a mi casa, ¿Usted a donde se dirige?

-Precisamente a su casa, para ver como amaneció su hermano, recuerde que le dije que regresaría para ver como seguía, -Lo que Ernesto no menciono era que la había estado esperando, no podía pensar en otra cosa que no fuera ella, sabía que era inalcanzable pero se conformaba con solo verla de lejos, ahora aprovechaba la oportunidad para platicar con ella aunque fuera solo un momento, le gustaba escucharla hablar, su voz era suave y cálida a sus oídos.- ¿Puedo acompañarla?




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