Por Siempre

CAPITULO 17

CAPITULO 17

 

Amelia comenzó a trotar de regreso a su casa, no podía correr no estaba en sus cinco sentidos, ese beso la había alterado, era su primer beso, mariposas revoloteaban en su estómago nada mas de recordar ese beso se sonrojaba, tenía que calmarse antes de llegar a su casa, como se iba a sonrojar de la nada en frente de su familia, rápidamente sabrían que algo le había pasado, eso no podía permitirlo. No se debían de enterar que el Dr. González le había propuesto matrimonio, no, ahora no.

Cuando Amelia llego a su casa ya la estaban esperando alrededor de la mesa, listos para desayunar. Las miradas de reproche no se hicieron esperar, había llegado tarde, por su culpa los demás todavía no comenzaban con el desayuno, un delito imperdonable para ella.

-¿Amelia dónde estabas? -pregunto Don Pedro.

-Salí a montar y me entretuve en el camino –Contesto tímidamente esperando el castigo que era dado por el retraso.

-Siéntate a desayunar, que ya es tarde, pero ¿ya te lavaste? Si no es así hazlo rápido –Dijo su madre con un tono molesto.

-Ya me lave en cuanto entre a la casa. –Amelia seguía esperando la sentencia.

El desayuno se sirvió y todos comenzaron a comer como si nada hubiera pasado, Amelia se tranquilizó.

-Amelia -le dijo su padre- recuerda que esta tarde viene a visitarte Flavio Heredia, debes estar presentable y ser amable con él, recuerda que pronto será tu esposo.

Amelia comprendió porque no había castigo para ella esa tarde, no podían prohibirle salir de su habitación, se encontraban contentos por la visita del Joven Heredia, que un retraso para desayunar ese día no era tan importante. Amelia hizo una mueca que no pasó desapercibida por su hermana Ana María.

 

Al terminar el desayuno cada miembro de la familia se fue a realizar sus respectivas actividades, pero Ana María siguió a Amelia hasta su recamara, debía ayudarla a buscar un vestido para que lo usara esa misma tarde.

-¿Te ayudo a buscar el vestido? Debes verte bonita hoy. –Dijo Ana María, además de ayudarla a buscar un vestido debía convencerla de casarse con Heredia, un favor especial que le había pedido su madre.

-Como quieras, pero la verdad me da igual, el vestido que sea que escojas está bien. –Juntas entraron a la habitación de Amelia.

-¿Por qué estas así Amelia? Deberías alegrarte de que el hijo del Barón te escogiera para esposa, vas ser la envidia de muchas. ¡Vamos alégrate ya tienes un pretendiente! Y ¡que pretendiente! Tengo que feli…

-No quiero ese pretendiente, no tienes porque felicitarme, no es bueno para mí –contesto Amelia casi con un grito-. Si tan bueno es quédatelo.

-Pero porque no, es guapo, rico y aristócrata. Que más puedes pedir.

Pues tú lo ves así, pero para mí no es ninguna de las cosas que acabas de decir, sino todo lo contario, él no me inspira el menor sentimiento, se dice que es mala persona. Además el ser aristócrata no es importante para mí.

-No lo conoces de verdad solo lo has visto algunas veces, es lo que quizás gente con envidia ha inventado cosas con mala intención. ¿Quieres que te diga algo? -Amelia no contesto- Mis papás están emocionados con la idea de que te cases con él, El heredara el título y entonces serás la Baronesa…

-No me interesa…

-Tendrás muchos sirvientes, -Ana María seguía hablando sin importar que Amelia la ignorara- estarás rodeada de lujos, convivirás con la Corona Española en la Corte. Parece que te estoy viendo –Dijo emocionada al pensar en su hermana cerca de la realeza- Muchas están detrás de él, alguien te lo puede ganar –Le dijo con intensión de ponerla celosa-. Y estarán encantadas de ocupar tu lugar.

-Pues que se lo queden, se los regalo, a mí no me interesa ese hombre.

-Ponte este vestido resalta tu tono de piel, -Le ofreció un vestido que Amelia tomo sin verlo siquiera, Ana María al ver que su hermana no ponía el más mínimo interés se sentó junto a ella- Mira esta tarde recíbelo, veraz que cando lo trates, vas a pensar diferente quizás hasta comiences a enamorarte.

-Enamorarme de él ¿Yo?, debes estar loca eso nunca pasara.

-Debes aprender a quererlo.

-¿Qué debo aprender a quererlo? ¿Acaso es así como se forma una familia o un matrimonio feliz que durara toda la vida? –La Ira destellaba por los ojos de Amelia al igual que sus palabras denotaba furia y frustración. Tú me dices a mí que yo me case sin amar a esa persona, que al ser su mujer debo dejarme tocar por ese hombre que tanto me desagrada, de seguro querrán que tenga hijos con él. Como puedes decir eso. Hablas así porque no sabes lo que es no querer a alguien que te obliguen a pasar tu vida a su lado prisionera. A ti no te están obligando a casarte con alguien que no quieres, mis padres no lo escogieron para ti, tú lo elegiste, tu decidiste con quien casarte, escogiste un hombre que te gustaba y que no te da repulsión besar ni que te toque. ¿Y porque yo no puedo escoger a quien amar? ¿De qué privilegios gozas tú y yo no? ¡Tú nunca me vuelvas a decir nada!




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