CAPITULO 18
Amelia se alejó cabalgando, aunque en su mente apareció de repente Flavio Heredia, le asqueaba pensar que la volviera a tocar o besar, la siguiente vez no lo permitiría ¿Pero cómo lo hare? –La pregunta se quedó en el aire, al llegar a su casa ya la estaba esperando Flavio Heredia, su estómago se contrajo provocándole ganas de vomitar nada más de verlo.
-¡Hola Amelia! Buenos días –sin esperar repuesta se apresuró a bajar a Amelia de la montura tomándola por la cintura antes que ella pudiera responder le planto un beso en la boca.
Amelia no lo pensó, lo empujo fuertemente para quitárselo de encima. A Flavio no le gustaba que lo rechazaran, la tomo fuertemente del brazo lastimándola, al ver la mueca de dolor este esbozo una sonrisa de satisfacción.
-Nunca vuelas a empujarme –le advirtió a Amelia con enojo y sin levantar la voz para no hacer un alboroto- yo voy a ser tu marido y no te permito que me trates de esa manera, agradece que aún no eres mi mujer –la soltó empujándola, Amelia se estrelló con la pared golpeándose la espalda, el dolor le recorrió la espina dorsal, esto lo tendría que saber su padre y seguramente se opondría a ese matrimonio.
Don Pedro De la vega salió un segundo después, no alcanzo a ver el trato que Flavio le dio a su hija. Flavio al ver a Don Pedro se volvió puro amor y comprensión con Amelia, incluso tomo la mano lastimada y se la llevo a los labios posando un delicado beso en ella, para después acercarse a saludar a Don Pedro.
-¡Buenos días Don Pedro! ¿Cómo amaneció? -Dijo saludando con un apretón de mano al padre de Amelia.
-Muy bien gracias por preguntar, ¿tu como estas Flavio?
-Bien gracias, solo vine a saludar a Amelia, -Flavio tomo de nuevo la mano de Amelia, quien trato de zafarse de su agarre pero Flavio solo la apretó más causándole dolor- pero no estaba y la espere.
Amelia solo se quedó viendo la escena, no podía creer que ese hombre fuera tan hipócrita. Como fingía tan bien, le parecía increíble cómo podía ser tan violento en un momento y en un segundo mostrarse tan cariñoso, claro pretendía serlo, ella sabía que no era un buen hombre, menos con ella. Le dolía el brazo pero también la espalda, mañana seguro tendría la espalda amoratada. ¿Qué vida le esperaba con un ser como ese? con una persona tan violenta. La repuesta no podía suavizarse: golpes, maltrato y una vida llena de infelicidad. A su lado no sería feliz ni siquiera tranquila todo el tiempo tendría temor, debía contarle a su padre seguro la defendería y desbarataría el compromiso.
-Qué bueno que estas aquí como es hora del desayuno entremos para desayunar. Amelia por favor ordena que se sirva el desayuno y verifica que todo este correcto.
Amelia se soltó de la mano que la aprisionaba agradeciendo la orden, camino a la cocina lo más lento que pudo, eso le llevaría un rato, así no estaría aguantado su presencia fingiendo amabilidad. Como buena anfitriona ordeno un desayuno que llevaba más tiempo de cocción, no podía presentar cualquier cosa hecha a las carreras, ella debía estar al pendiente de todo, no se separó de la cocina, solo salió un momento al comedor para ver que estuviera bien colocado el servicio en la mesa. Después de un buen rato fue a cambiarse a su recamara no podía estar en el comedor oliendo a caballo.
El desayuno era abundante, la mesa lucia impecable, Amelia fue felicitada por su madre. Solo entonces se comenzó a servir la comida. Todos desayunaron tranquilamente. Como era costumbre en la familia De la vega después del desayuno acudían a misa. Flavio ofreció su brazo a Amelia que no tuvo más remedio que aceptarlo. La misa siempre le había parecido aburrida a Amelia siempre trataba de evitarla, pero en esta ocasión acudió de buena gana, ahora era un bálsamo para su alma así no tendría que hablar mucho con Flavio, además como buena católica tenía que poner atención a la misa no se le estaba permitido distraerse mientras estuviera la misa. Incluso el sermón le pareció corto y ese día sería muy largo para ella. Flavio estaba invitado a comer. Así como estaban las cosas no descartaba que también se quedara a cenar, Amelia rogaba a todos los santos y al creador no se quedara a cenar, necesitaba una comida tranquila ese día. Esa noche tenía que hablar con su padre no podía condenarla de esa forma.
La comida fue larga pero el creador escucho sus ruegos: Flavio se marchó poco después que terminara la comida, pretextando que tenía que estar al pendiente de los negocios de la familia. Esta vez agradeció que al despedirse solo le diera un beso en la mano y se retirara. En la cena los elogios para Flavio abundaron tanto que ceno rápidamente rogando que los demás terminaran pronto, al terminar la cena su padre se retiró como siempre a su despacho. Amelia lo siguió, era ahora o nunca.