Por Siempre

CAPITULO 21

CAPITULO 21

 

Don Pedro fue a hablar con el Dr. Reyes sobre el estado de su hija y este solo le dijo que la caída la había hecho perder mucha sangre, aunque también le dijo que no todo era problema de la caída también la habían golpeado brutalmente. Don Pedro solo escucho, lo que quería saber era otra cosa.

-Dr. Por favor dígame ¿cómo está la criatura?

-Señor De la Vega, eso es confidencial con mi paciente…

-Dr. Reyes, si usted no me dice, pronto se quedara sin empleo, yo tengo más poder que usted en este pueblo, no querrá que su familia pase penurias, ¿o sí?

El médico guardo silencio un momento, pensando en la confidencialidad de su paciente, Don Pedro De la Vega era un hombre importante, podía cumplir con su amenaza y su familia pagaría el precio, pero por otro lado si el padre de ella preguntaba por el bebe era porque ella ya se lo había dicho. No tuvo más opción que contestar.

-Ella perdió al bebe, señor De la Vega, lo siento...

-No hay por qué sentirlo, es una buena noticia para la familia, ahora solo le voy a pedir discreción, por favor recuerde que mi hija nunca estuvo embarazada, ella está aquí por qué se cayó del caballo mientras montaba. –La caída de un caballo era un buen pretexto para cubrir el hecho de que ya no era virgen así como su aborto. Don Pedro salió de su consultorio dejando en silencio al médico compadeciendo a la pobre chica.

 

Cuando Amelia despertó se encontró rodeada de su familia, su padre le sonrío, no entendía ese cambio de actitud, su madre la miraba con alivio, su cuerpo dolía, miro a todos los presentes, también se encontraba Luis acompañando a su hermana, en la puerta se asomaba discretamente el matrimonio González, quienes no se atrevían a entrar.

-¡Hermanita por fin despiertas! ¿Cómo te sientes? –Pregunto Ana María preocupada- Nos asustaste, por favor no lo vuelvas a hacer.

-Amelia me diste un susto de muerte –le decía José al otro lado de la cama- creí que te habías matado, ¿Qué fue lo que paso?

-Luego te lo diré, ¿Dónde está el Dr. Reyes? –Pregunto preocupada Amelia- ¡Quiero verlo! Necesito hablar con él.

Alguien lo fue a llamar mientras intentaban calmarla, se estaba poniendo histérica, el dolor y la mirada rara de su padre la tenían inquieta. Al ver al Dr. Reyes en la puerta le pregunto sin importar que toda la familia estuviera ahí, la respuesta era más importante.

-Dr. Reyes ¿cómo está mi bebe?

El médico la miro mientras caminaba hacia ella. En la habitación todos se miraron entre ellos, sorprendidos algunos, otros preocupados por el que dirán y otros más sufriendo la perdida. ¿Cuál bebe? ¿Está embarazada? ¿De quién? Eran las preguntas que se hacían sus hermanos.

-Amelia debes ser fuerte. Hicimos todo lo que pudimos, pero por desgracia la criatura no sobrevivió. Perdiste a tu hijo.

-¿Quién fue Amelia? –Le pregunto su hermano Alberto- ¡dímelo para arreglar cuentas con ese bastardo! –la ira se reflejaba en su rostro- Amelia habla.

Todos guardaron silencio sorprendidos, al verla romper en llanto. Ana María se acercó a Amelia y sin decir nada le planto una bofetada en la cara, Amelia solo la miro.

-Por tu culpa no voy a poder casarme, -le recrimino su hermana con coraje- quien querrá casarse con nosotros, has manchado a la familia, nadie va a querer unir su familia a la nuestra, eres una cualquiera -Luis se acercó a su prometida para detener su mano en el airé antes que le diera otro golpe.

-¡Luis! –lo llamo, pero mejor se fue a una esquina de la recamara llorando, el nombrado la siguió.

-Ana María no le hables así a tu hermana, ahora necesita tu apoyo –hablo Luis, a quien también entristeció la perdida de quien sería su sobrino.

-Ahora no podré casarme contigo, tú me rechazaras por esta vergüenza y tus padres, que van a decir tus padres…

-Ana María, yo no te voy a dejar, por un error de otra persona, así sea de tu familia, yo te amo, nos casaremos en la fecha acordada. –Luis tomo la mano ella, se la llevo a sus labios depositando un beso- vamos a tomar algo, dejemos descansar a Amelia.

 

Amelia seguía llorando, su mundo se derrumbó sin poder hacer algo para impedirlo, su hijo ya no estaba, ahora si ya no tenía nada de Ernesto, vio hacia la puerta su suegra estaba llorando en los brazos de su marido, sus hermanos enojados con ella y con quien la haya embarazado. En cambio sus padres platicaban sonriendo. De pronto ese dolor se transformó en odio hacia sus padres, ahora ya entendía porque su padre le sonreía y su madre la miraba con amor.




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