Por Siempre

CAPITULO 23

CAPITULO 23

 

Después de terminar la comida se despidieron de sus padres, Alexander tomo de la mano a Xiomara, no quería soltarla nunca más, pero tenía que hacerlo en algunos momentos, le mostro toda la casa, la habitación donde se quedaría, la llevo a la cochera para salir en su coche: un convertible negro muy lujoso.

-Vamos sube -dijo abriendo la puerta para ella.

-¿Este es tu coche? –Dijo admirando esa obra de la ingeniería moderna, un caro auto, no pudo evitarlo- este coche cuesta lo de las utilidades de tres años de trabajo -pensó ella.

-Sí, es mi coche, ¿no te gusta?

-No es eso, es un automóvil muy bonito, solo que me resulta extraño tu forma de vivir aquí, es muy diferente a como vives en el viñedo, en el viñedo eres como los demás es decir, no presumes lo que tienes. Todos te respetan tú siempre te ensucias las manos cuando trabajas, y los tratas casi como iguales, nunca imagine que vivieras así. Sabía que tenías dinero, pero no tanto. No somos lo que aparentamos.

-Tú sí, eres un libro abierto. No sabes cuánto te amo Xiomara.

Ambos tomaron el camino rumbo a las calles de los Angeles.

 

Xiomara terminaba de vestirse cuando tocaron a su puerta.

-Un momento por favor.

Al abrir la puerta se encontró con un hombre muy guapo de traje gris. Ella lo miro de pies a cabeza sin decir palabras, abrió la boca para decir algo pero la cerro, al verlo se le olvido lo que debía decir, solo lo miraba.

-¡Xiomara! ¿Estás bien? –pregunto Alexander pasando su mano frente a ella.

-¿Sí? ¿Qué me decías? Perdón por este lapsus, te ves muy bien.

-Tú también te ves hermosa. ¿Ya estas lista? –Alexander entro a la recamara, la tomo de la cintura para atrapar sus labios con los suyos- Hoy no te había besado bonita, extrañaba tu sabor –dijo él con voz ronca, antes de darle otro beso más corto.

-Alex se nos va a hacer tarde, ya vámonos.

-Todavía tenemos tiempo. –la tomo de la mano antes de salir de la recamara.

 

 

Al llegar al restaurante todas las miradas masculinas se posaban con admiración en Xiomara, en las miradas femeninas aparecía la envidia. Xiomara no se dio cuenta, su mirada iba de Alexander a la elegancia del lugar. Ella sin proponérselo era el centro de atención, todas querían saber quién era esa mujer. El vestido color vino acentuaba sus formas, a pesar de no ser tan corto mostraba sus bellas y largas piernas. Se sirvió el vino como cortesía de la casa, y al mismo tiempo preguntaron su opinión a los clientes. Los señores Webber quedaron fascinados con la respuesta de los comensales. Al día siguiente hablarían con Xiomara de negocios. Ahora era hora de visitar los otros negocios.

-Es precioso el restaurante.

-¿Te gusta?

-Claro, a quien no, no me lo vas a creer, pero no estoy acostumbrada a este tipo de lugares.

-¿Qué no salías a cenar?

-No, cuando tenía que salir a comer era solo por negocios, de noche siempre bueno casi siempre cenaba en casa.

-Yo creí que no salías porque en el viñedo todo esta lejos. Me extraño que no visitaras el pueblo para divertirte, pero eso es entendible, no hay mucho que hacer o ver.

-Tú tienes muchos amigos en el pueblo, recuerdo la noche que te conocí: A tu alrededor había varios chicos y algunas chicas muy pendientes de lo que hicieras.

-Tú no te fijaste pero entre ellos estaba Martín, él te vio primero, te miraba de una forma rara, yo lo estaba mirando a él, cuando vi esa mirada me dio curiosidad, quise ver lo que lo tenía tan impresionado fue cuando te vi y tú me miraste… Ahora entiendo.

-¿Qué entiendes?

-La necesidad de acercarme a ti, tu belleza me cautivo desde ese día, ahora ya no podría vivir sin ti, ya sé que suena cursi, pero así lo siento. No podía sacarte de mi cabeza, ni siquiera cuando me rechazaste.

-¿Acaso esperabas que me entregara a ti así sin más, sin siquiera conocerte? Aparte que te comportaste de forma muy grosera.

El mesero interrumpió su conversación, poniendo sus platos frente a ellos. Acompañaron la cena con el vino de la casa, ambos guardaron silencio hasta que el joven se retiró, siguieron con su plática.

-Eso es algo de lo que no me arrepiento, no podía permitir que otro se me adelantara, menos después de la mirada que tenía Martín cuando te vio.

Xiomara comenzó a comer, escuchaba a Alexander hablar, su voz le gustaba, por eso en muchas ocasiones no hablaba para poder escucharlo, Alexander todavía la ponía nerviosa, aun no podía hacerse a la idea que era de ella. Mientras comía miraba alrededor. Los celos eran algo nuevo para ella, pero siempre aparecían cuando una mujer lo miraba. Como muchas lo hacían en el restaurante.

-Está muy rica la comida y el maridaje con el vino es perfecta.

-Y eso que no has probado la barra de los postres.

-Ahora no podría comer nada más, estoy satisfecha.

-Ya lo sé, tú cenas poco y los postres los comes de día. Pero hoy tendrás que hacer una excepción no aceptare negativas, ya lo pedí.




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