Por Siempre Tú

Capítulo 2

A la mañana siguiente, Óscar se sentía pletórico. Despertar al lado de su caperucita era lo mejor del mundo. Ella continuaba dormida sobre su pecho y aprovechó el momento para detallarla, algo que había hecho cientos de veces, pero que jamás se cansaría de hacer. Daniela era todo y más de lo que había imaginado en una mujer. Era una mujer fuerte, luchadora, centrada, amorosa, en ocasiones divertida, y apasionada, muy apasionada. Ciertamente, era un poco mal humorada, pero bajo esa fachada, había todo un mundo por conocer y eso era lo que más le gustaba, que siempre lo sorprendía y descubría cualidades que lo enamoraban aún más.

Vio el reloj que había sobre la mesita de noche, eran las nueve de la mañana. Pronto iniciarían las actividades que tenían pautadas para ese día. No quería despertarla, se veía tan angelical, pero si querían disfrutar de  su día de spa, debían comenzar cuanto antes.

—Buenos días caperucita —susurró, mientras le dejaba dulces besos en su cabeza y acariciaba su espalda.

—Dame cinco minutos, quiero dormir —chilló.

Óscar soltó una carcajada. Pocas habían sido las horas que habían dormido, la noche había estado cargada de lujuria y pasión. Seguramente, Daniela pensaba que él deseaba continuar con la faena, y aunque así era, continuarían con la pasión más tarde, ahora debían salir y disfrutar de todas las actividades de relajación que tenía planeadas para ella, en primer lugar, para eso la había llevado a ese spa. 

—Cielo, te dejé dormir lo suficiente. Debemos bajar a desayunar para comenzar nuestro día de relajación, recuerda que debemos volver en la tarde por Daniel, así que no hay tiempo que perder.

Daniela como pudo se incorporó, su novio tenía razón. Debían de aprovechar el día al máximo.

—Está bien —musitó— pero solo si nos duchamos juntos antes de salir.

Él volvió a sonreír. Las duchas y los baños juntos, eran un capricho constante de su chica. La tomó en brazos y con delicadeza la llevó hasta la ducha, donde, entre besos y arrumacos, no solo se ducharon, sino que hicieron el amor.

 

Minutos más tarde, bajaron al comedor a tomar el desayuno. En un principio, Óscar consideró tomarlo en la habitación, pero de haberlo hecho, le hubiera sido imposible salir de allí en todo el día. Tener a Daniela solo para él, era demasiada tentación, le era imposible mantener sus manos alejados de ella, y el objetivo de la salida no era solo pasar tiempo juntos, la idea era que ella se relajara y así lograr su bienestar tanto corporal como mental.

Una vez que finalizaron el desayuno se dispusieron a disfrutar de las diferentes terapias de relajación que ofrecían en el lugar. Pasaron el día entre baños de vapor, masajes corporales, masajes terapéuticos, exfoliación corporal y facial, hidratación de la piel, entre otros. Mayormente este tipo de actividades lo compartían entre mujeres, pero a él le parecía de lo más divertido compartir ese tipo de experiencias junto a su chica.

Una vez finalizadas las actividades del spa, fueron a la playa, para disfrutar de un lindo atardecer a la orilla del mar. En ese momento disfrutaban a pleno de su relación, sin pensar en que alguien los pudiera reconocer y dejar a la luz su amor clandestino. Allí, podían dejarse llevar y disfrutar plenamente de lo que sentían el uno por el otro.

Regresaron a la habitación y Daniela, fue directo al baño, debía asearse y alistarse para partir. Lamentablemente el tiempo se les había agotado y en un par de horas debía pasar por su hijo Daniel. Su ex esposo, al igual que ella, era médico y esa noche debía cumplir guardia en el hospital. Cuando salió del baño, se sorprendió al ver un camino de flores y velas que conducían a la terraza, donde su lobo feroz la esperaba con una enorme sonrisa, de pie al lado de una mesa que estaba puesta para dos. Le encantaban ese tipo de sorpresas. Óscar siempre se encargaba de hacer inigualables e irrepetibles, cada momento que compartían.

—Gracias —susurró en un tono de voz apenas audible—. No sé en qué momento armaste todo esto pero gracias.

Él asintió y dándole un guiño musitó:

—Pensé que sería buena idea cenar antes de irnos. No podemos desperdiciar una vista cómo está —echó la silla a un lado y haciéndole espacio para que tomara asiento.

—Lo es, pero me preocupa que no lleguemos a tiempo para recoger a Daniel. Juan tiene guardia y no quisiera tener problemas con él.

—Por eso no te preocupes que he hablado con Patricia y no tiene problema en quedarse con el niño mientras llegamos.

Daniela rodó los ojos. Tenía sus reservas con respecto a Patricia.

—Espero no vaya a ir de bocazas a contarle a Juan que pasamos tarde por el niño.

Patricia era la nueva esposa de Juan, el padre de Daniel. Era una mujer dulce y encantadora que le tenía mucho cariño al pequeño y que en ocasiones debía cuidar de él cuando su padre estaba ocupado con su trabajo en el hospital, lo cual ocurría con frecuencia. A pesar de que Juan, al igual que la mayoría de sus allegados, desconocía la relación existente entre Daniela y Óscar, este se atrevió a contárselo a Patricia en una de las oportunidades que él pasó por el pequeño y ella lo estaba cuidando.  La mujer no solo le guardaba el secreto, sino que les colaboraba quedándose con el niño, para que ellos pudieran pasar más tiempo juntos.




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