Antes de bajar de su auto, Daniela se dio un último vistazo en el retrovisor. Esa noche, todo tenía que salir bien. Después de la maravillosa velada que su novio le dio días atrás, y de superar otro de sus injustificados ataques de celos, decidió que era el momento de sacar a la luz su relación. Óscar lo merecía, le había demostrado en más de una ocasión que su amor era incondicional.
Desde el último altercado que tuvo con su chico, todas sus dudas fueron disipadas. Y vio que era el momento de dar todo a conocer. Él tenía meses pidiéndole que conversaran con la familia y ese día finalmente había llegado. Lo invitó a cenar, con la excusa de pasar un tiempo a solas, obviando el verdadero motivo.
Tomando en cuenta lo especial que era Óscar para su familia, en particular, para su hermano Álvaro, pensó que sería buena idea decírselo a él primero que al resto. Por eso, lo había invitado a dicha cena. Esperaba que no lo tomara mal, le confesaría cómo ocurrieron las cosas, que hacía años que se amaban, que tenían uno saliendo formalmente y que no lo habían hecho público por temor a su reacción. Ninguno quería faltarle al respeto y querían encontrar el momento adecuado para decirlo. En su caso particular, también quería estar cien por ciento segura de que no solo era real, sino que también podía funcionar.
Bajó de su auto y se encaminó al restaurante donde tenían la reserva. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan segura de algo. Ese día, lo sentía como un nuevo comienzo. Esa cena marcaría un antes y un después en su relación con su lobo feroz.
Como buena Avellaneda, llegó con unos veinte minutos de anticipación. Tomó su teléfono para marcarle a su novio y saber si ya estaba por llegar, pero su intención fue interrumpida por la llegada de su hermano y cuñada.
—Enana, que gusto verte —le saludó Álvaro con el mismo cariño de siempre, depositándole un beso en su mejilla—. Gracias por la invitación, aunque debo decir que me da un poco de miedo, no acostumbras a tener este tipo de gestos.
Álvaro tenía toda la razón, entre sus compromisos laborales, amorosos y atender de su hijo, casi no le quedaba tiempo de nada y apenas veía a sus seres queridos en las acostumbradas comidas familiares en casa de su hermano mayor. Sin embargo, debía mantener el tipo, aun no le podía revelar la intención de dicha comida, no hasta que Óscar llegara, así que fingió demencia.
—¿Acaso no puedo tener un lindo gesto con mi hermano?
—Supongo que sí —respondió no muy convencido.
Daniela puso los ojos en blanco y musitó al tiempo que se acercaba a la morena para saludarle:
—De verdad que no sé cómo lo soportas cuñadita.
—A veces me cuesta, pero la mayor parte del tiempo es muy adorable —reconoció, mientras le guiñaba un ojo a su príncipe.
El teléfono celular de Álvaro sonó, al ver que era uno de los socios del Grupo Bilbao se puso de pie y se disculpó, debía atender la llamada. Una vez a solas, la morena aprovechó para conversar abiertamente con su cuñada.
—A mí sí me vas a decir el verdadero motivo de la cena. Álvaro tiene razón, tú no tienes este tipo de gestos.
Definitivamente, a Anisa no se le escapaba nada. Totalmente resignada, respondió:
—Vale, a ti no te puedo mentir. Los he llamado porque ha llegado el momento de decirle a Álvaro la verdad sobre mí relación con Óscar.
Anisa aplaudió y dio un pequeño grito de alegría. Ya era hora de que ese par de tortolos dijera la verdad. Además odiaba tener que mentirle a su príncipe.
—Vaya ya era hora —exclamó—, menos mal me dijiste, porque fingiré que no sabía nada. No quiero que mi principito la tome conmigo —agregó. Conocía muy bien a su esposo y era probable que aquella noticia no fuera de su agrado.
Daniela iba a responderle a su cuñada, cuando su hermano hizo acto de presencia. Venía con el ceño fruncido y casi echando humo por las orejas. ¿Qué había pasado?
—¿Todo bien? —se atrevió a preguntar.
—Pues no. Al imbécil de Óscar se le ocurrió salir de viaje y me han recargado parte de sus compromisos laborales.
Esa noticia le cayó como balde de agua fría. ¿Óscar de viaje? ¿A dónde? ¿Por qué? Y sobre todo ¿Con quién?
—Al parecer se le presentó una emergencia y debió salir del país. Me había enviado un correo electrónico notificándome de su salida, pero no lo había visto. Siempre que llego a casa y veo a los niños me desconecto de todo.
Disimuladamente, Daniela tomó su teléfono y vio que también tenía un mensaje de él, donde se disculpaba por no poder asistir a la cena y prometiéndole que al verse le explicaría el motivo.
—Me parece muy extraño que Óscar haga algo así —intervino Anisa.
—A mí también, él no tiene familia ni nada —soltó Álvaro—. No me explico cuál podría ser esa emergencia, aunque algo me dice que quizás tenga que ver con la fulana mujer misteriosa.
Tanto Daniela como Anisa se dieron una mirada cómplice. Ambas sabían que eso no podía ser, porque la mujer misteriosa estaba justo en ese lugar.
—Bueno ya nos enteraremos cuando esté de regreso —agregó Álvaro—, ahora pidamos la comida, que muero de hambre, ¿o esperamos a alguien más? Veo que hay un plato extra —dijo señalando el plato que se encontraba en el puesto vacío.
Editado: 19.08.2021