Por Siempre Tú

Capítulo 5

Una semana había pasado desde que Daniela recibió el mensaje, donde Óscar le avisaba sobre su viaje relámpago y le prometía que al volver le explicaría el motivo de este. Una semana y aún no tenía noticias, una semana y no tenía nada más que aquellas simples palabras cargadas de promesas sin cumplir.

Se encontraba en la sala de descanso del área pediátrica del hospital donde laboraba, revisando nuevamente su teléfono, con la esperanza de que en esos últimos minutos hubiese llegado un mensaje de él. La guardia nocturna apenas comenzaba y no podía estar tranquila, las dudas y preguntas ocupaban cada espacio de su mente. Los últimos días habían sido un infierno, y en ese punto, se sentía desesperada.

Con el paso de los días, había pensado un sin fin de cosas, con y sin sentido, de lo que pasaba con su chico. Pero ninguna de ellas le ayudaba a entender el o los motivos que lo hicieron marcharse de manera tan repentina y apresurada. ¿Por qué seguía sin comunicarse con ella? ¿Se cansó y decidió alejarse y renunciar a lo que tenían? ¿O le había pasado algo? Porque tenía que estarle ocurriendo algo de peso para que desapareciera de esa manera. Incluso temió que estuviera siendo extorsionado o algo parecido, cosa que supuso debido a que no atendía llamadas ni mensajes, pero lo descartó al recordar que había enviado un email a su hermano solicitando su apoyo en el ámbito laboral.  Por ello, continuó marcándole y escribiéndole todos los días, con la esperanza de obtener algún tipo de respuesta.

También, esperaba el final de la tarde para comunicarse con Adela,  con la intención de indagar si tenía alguna novedad sobre su chico, pero nada, la mujer juraba desconocer su paradero, y si tenía alguna información la ocultaba muy bien. El día anterior, le manifestó que solo había recibido un par de correos con indicaciones laborales. Después de todo, no estaba cien por ciento desconectado, seguía dando reportes a los del Grupo de Bilbao. Saber eso le hizo suponer lo peor, Óscar ya no la quería en su vida, porque no era posible que tuviese tiempo para dar indicaciones laborales, pero no para comunicarse con ella.

Por su parte, Anisa, trataba de ayudarla persuadiendo a Álvaro, con el fin de sacarle algún tipo de información, pero hasta ahora, no se había enterado de  mucho más de lo que ya conocían. Óscar solo se había comunicado vía e-mail y para tocar temas netamente laborales.

 Quería confiar en él, quería creer que no se estaba alejando de ella, que su amor era real, que sus palabras eran tan verdaderas como sus acciones, que pronto regresaría y se disculparía por irse de esa manera, que le reiteraría que la amaba y le prometería que nunca más se volvería a alejar.

Deseaba que la tomara entre sus brazos y la reconfortara como solo él sabía hacer, que repartiera sus cálidos besos y sus suaves caricias, esos, que tanto necesitaba en esos momentos. Se repetía que debía confiar en su amor, él aparecería y le explicaría lo que le estaba ocurriendo, pero cada segundo que pasaba, el abismo en su pecho crecía y sus inseguridades volvían. Recordaba lo vivido con su ex esposo, sus desapariciones, sus desplantes, sus palabras frías y  despectivas, palabras que siempre rondaban en su cabeza: «No eres suficiente mujer», «Eres fría y no sabes excitar a un hombre», «Solo sirves para pasar el rato». Hundiéndola, haciéndola sentir que valía poco.

Se limpió bruscamente sus mejillas, unas lágrimas traicioneras habían escapado de sus ojos. No quería llorar, si lo hacía demostraría que se había dado por vencida, que Juan tenía razón y que Óscar ya no apostaría por su amor.

—Doctora Avellaneda, la requieren en el área de emergencia, tenemos a un paciente de seis años de edad con un shock hipovolémico

La enfermera de turno logró romper la burbuja de autocompasión en dónde se había encerrado. Soltó su teléfono y corrió hacia donde la necesitaban, debía poner todos sus sentidos en lo que en ese momento importaba. Afortunadamente, su trabajo la hacía dejar de lado todo lo que estaba viviendo. Mientras atendía a sus pequeños pacientes, dejaba de lado lo que le estaba pasando.

Más tarde, regresó a sus rondas. El niño que había tenido la emergencia se encontraba en cirugía. Luego de conseguir estabilizarlo, lo envió a una evaluación con un especialista en gastroenterología, que decidió realizar una operación de urgencia debido a una perforación en su intestino.

—Dani, por fin te veo—exclamó su amiga emocionada y ansiosa por conversar con ella, estaba al tanto de que no pasaba por un buen momento debido a  la desaparición de su novio— ¿Cómo te encuentras?

—Estoy bien —dijo mostrando una sonrisa que más bien parecía una mueca. Carmen era su única y verdadera amiga en el hospital. Ser la hija de unos de los socios, y en sus comienzos como residente, la esposa de uno de los doctores titulares, no fue la mejor manera de conseguir amistades reales en aquel lugar. Pero la pelirroja pecosa siempre le brindó una sincera amistad y por eso era su mano derecha —, estaba atendiendo un caso bastante complicado.

—¿Segura?

—Que sí, pesada. Estoy bien —respondió poniendo los ojos en blanco. Conocía muy bien a Carmen y sabía que no se conformaría con esa respuesta.

—Dani, te conozco desde hace mucho tiempo, a mí no me puedes engañar —la reprendió. Sabía que a su amiga le encantaba ocultar sus sentimientos y además conocía lo que estaba ocurriendo y lo mucho que estaba sufriendo—. ¿Ya se comunicó contigo?




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