El día de Daniela, había comenzado algo movido. Luego de levantarse temprano y ordenar un poco la casa fue al colegio de Daniel, donde la maestra del niño pidió hablar con ella para confirmar su asistencia a la reunión de padres y representantes, donde se armaría el comité organizador del festival de otoño. Cosa que había olvidado por completo.
Casi siempre le pasaba lo mismo, entre una cosa y otra olvidaba las benditas reuniones escolares, las cuales odiaba, porque se sentía señalada por las demás madres, que al parecer no hacían otra cosa que cuidar de sus hijos y la veían de mala manera porque era muy directa con sus opiniones y nunca era voluntaria para organizar festividades, ni actos escolares. Su trabajo muy poco se lo permitía, a duras penas, lograba hacer tiempo para asistir a los eventos, cosa que por nada del mundo se perdía. Se prometió siempre ver a su hijo participar en todos sus actos escolares, algo que muy poco, hizo su madre con ella.
Se disculpó con la maestra y prometió estar allí a la hora acordada. Se despidió de su hijo, prometiéndole que hablaría con su tío Maximiliano para que más tarde llevara a Pancho a casa de su abuelo Salvador, donde pasaría la noche, debido a que ella debía cumplir una guardia de doce horas en el hospital.
Una vez que dejó a su pequeño en la escuela, pasó por el supermercado, necesitaba abastecer la alacena de manera urgente. Entre las guardias, los entrenamientos y partidos de Daniel, se le había hecho imposible surtir los víveres y ya solo tenían cereal, leche, pan, queso y pizza congelada en el refrigerador. Si bien, no era una mujer muy presta a la cocina, como madre, debía tener comida nutritiva y saludable para su pequeño en crecimiento.
También tuvo que pasar por una tienda de celulares, para comprar uno nuevo. La noche anterior, en medio de una travesura, Pancho y Daniel lo dejaron caer, y el aparato dejo de funcionar inmediatamente. Por su trabajo no se podía permitir estar incomunicada, muchas eran las veces que los padres de sus pacientes la llamaban, mayormente, para esclarecer dudas sobre medicamentos recetados.
Luego de eso, regresó al colegio de Daniel, para asistir a la bendita reunión, que resultó ser más de lo mismo. Múltiples tareas que debían distribuirse entre los padres. Logró salir librada de participar en los actos, pero debería llevar aperitivos para el día del festival. Agradeció que las Tadele existieran en su vida, mamá Manuela, como llamaban cariñosamente a la madre de su cuñada, era una cocinera maravillosa y sabía que no se negaría a ayudar a cumplir con su tarea.
Los días así de ajetreados, era lo que necesitaba, ya que la mantenían ocupada y alejada de sus problemas y pensamientos. Seguía sin saber de Óscar. Él seguía ignorando sus llamadas y el miedo a perderlo se acrecentaba con cada día que pasaba, aunque mantenía la esperanza de que todo se solucionara, que sería un mal rato y que su lobo feroz, tendría una razón muy válida para justificar su desaparición.
La tarde estaba llegando a su fin y se encontraba en el hospital comenzado su guardia. Había llegado con anticipación debido a que prometió a la jefa de residentes asistirle en una charla a los estudiantes de medicina de tercer año. Dejó sus pertenencias en su casillero y se dirigió al área de pediatría. Al llegar, pudo notar que sería una larga noche, había mucha afluencia de pacientes.
—Carmen.
Saludó a su amiga que iba de salida, llevaba algunos días sin verse por cambios en sus turnos de guardia.
—Dani —le devolvió el saludo, emocionada por verle— Te llamé mil veces y siempre fui al buzón.
—Mi teléfono murió anoche —resopló contándole sobre el accidente causado por su hijo.
—Con razón no me podía comunicar contigo.
—¿Y cuál era la emergencia?
—Quería saber ¿Qué te dijo Óscar? ¿Qué explicación te dio por lo de su ausencia?
—¿Óscar? —preguntó extrañada— Bien sabes que sigo sin saber de él.
—¿Cómo que sigues sin saber de él? —respondió su amiga con otra pregunta— ¿No fue a hablar contigo?
La castaña la observó desconcertada ¿Cómo le hacía esa pregunta? sí ella más que nadie, sabía lo preocupada que estaba por la desaparición de su novio.
—Carmen, no juegues conmigo. Sabes que aún no da la cara.
—Pero —titubeó—, sí hablé con él esta mañana. Llamó aquí al hospital, dijo que estaba tratando de comunicarse contigo.
No podía creer lo que decía su amiga, Óscar había regresado, su chico había vuelto y no la había ido a buscar, sólo llamó. ¿Por qué no había ido por ella? Después de todo el tiempo que había pasado, lo mínimo que merecía, era que hablaran de frente.
—Pues por mi casa no apareció. Seguramente aparecerá cuando menos lo espere, así es él —comentó no queriendo entrar en detalles. Tenía mil preguntas rondándole la cabeza, preguntas que solo conseguían afligirla aún más—. Gracias por contarme que llamó. Debo empezar las rondas, hablamos luego.
Tragándose su dolor, se despidió con un abrazo de Carmen, ella no era culpable de lo que sentía en ese momento. Estaba decepcionada, ¿por qué no fue directamente a su casa para aclarar su situación? ¿Por qué no darle la cara de una vez por todas? Lo único que se le venía a la mente, era que ya no tenía la misma importancia para su gran amor.
Editado: 19.08.2021