Por Siempre Tú

Capítulo 14

Almorzando en uno de los restaurantes más cotizados de la ciudad, Óscar y Daniela, aprovechaban de pasar un tiempo a solas. La tarde del día anterior, luego de que ambos dieran por terminadas las actividades con los pequeños, Daniela pasó por casa de Óscar con la intención de revisar a Gabriela, Verónica le había pedido que curara a su madre y aunque ella no podía hacer tal cosa, le dio una revisada con el fin de calmar a la niña.

 Luego de decirle a Verónica que llenara de besos y mimos a su madre para que se sintiera mejor, se fue a su casa, sin poder conversar con su lobo sobre lo que estaba pasando con la niña.

—¿Álvaro no te ha llamado? —inquirió Óscar.

Temprano esa mañana, había tenido una reunión con su amigo y unos posibles clientes. Al finalizar el encuentro, se disponía a volver a su oficina, cuando Álvaro le pidió que se quedara, quería comentarle algo, estaba preocupado por Daniela. Sentía que su hermana estaba dejando de lado su vida sentimental por dedicarse solo a su trabajo y a su hijo, ella aún era joven y merecía volver a enamorarse. Por eso, le presentaría a un posible candidato, un joven abogado, que al igual que él, formaba parte del Grupo de Bilbao.

Óscar quiso reclamarle por tomarse ese atrevimiento, Daniela no estaba sola, lo tenía a él. Pero claro que nadie más que ellos y Anisa lo sabían, porque su caperucita, aún se negaba a hacer pública su relación.

—No —respondió mientras se llevaba un bocado de pasta a la boca— ¿Tendría que llamarme? —preguntó extrañada— ¿Pasó algo?

—Solo pregunto. Sé lo unidos que son, y si no se ven, se escriben para saber cómo están.

Eso era cierto, aun cuando estaban enojados, se llamaban o escribían para saber del otro.

—Sí, pero hace un par de días que no se de él —había algo en Óscar que no le terminaba de convencer, algo le pasaba. Dejo la comida de lado e indagó— ¿Todo bien? Siento que te pasa algo.

—No. No me pasa nada.

—Te noto como molesto. ¿Seguro que está todo bien? —insistió.

—Ya te dije que no me pasa nada —soltó. En efecto, estaba molesto, pero no quería decirle el porqué. Quería evitar una posible discusión entre los dos. Le había costado mucho estar de buenas con ella, como para arruinarlo con una nimiedad. Porque estaba seguro que su caperucita no aceptaría la dichosa cita.

—Bueno, si tú lo dices.

Continuaron comiendo en silencio, ninguno de los dos estaba comunicativo ese día. Óscar porque moría de celos al pensar que Álvaro le estaba coordinando una cita a su caperucita, y Daniela porque no sabía cómo abordar el tema de Verónica.

La noche anterior apenas pudo conciliar el sueño pensando en el sufrimiento de la pequeña. Comprendía lo que sus padres intentaban hacer al mantenerla al margen del problema de salud que atravesaba Gabriela, mas no veía justo que le mintieran a la niña.  Al menos podrían decirle que estaba enferma, sin ahondar en detalles que posiblemente la cría no entendería. Lo que sí entendería, era que su madre estaba indispuesta y por eso no podían jugar como solían hacerlo, pero que eso no mermaba el amor que sentía  por ella.

—Quería agradecerte por lo que hiciste ayer —finalmente, fue Óscar quien interrumpió el silencio—. El humor de Vero mejoró considerablemente y esta mañana no ha puesto objeción para ir al colegio.

Ahí estaba la oportunidad que tanto esperaba Daniela para tocar el tema de Verónica.

—No es necesario que agradezcas. La note estresada y solo quise ayudarla a relajarse —le dio una sonrisa sincera—. Cielo ¿Te puedo decir algo?

Óscar le devolvió la sonrisa y dejó de lado su plato para prestarle atención.

—Por supuesto cielo, lo que quieras.

Daniela tomó aire, intentando ganar fuerzas para lo que estaba a punto de decir.

—Sé que con Gabriela han decidido no decirle nada a Verónica con respecto a la enfermedad, pero me parece que la niña merece saberlo.

—De ninguna manera —la interrumpió—. No queremos que la niña sufra al pensar que su madre está mal.    

—¿Y crees que no está sufriendo? ¿Crees que no se da cuenta de que su madre desmejora cada día? Es pequeña, pero es muy inteligente —comentó—. Ayer me preguntó si podía curar a su madre, para que así Gabriela la volviera a querer y volviera a jugar con ella, ¿crees que eso es justo?

Óscar bajó la mirada derrotado. Le dolía en el alma que su hija sufriera en silencio. Ni a él, ni a Marcela o Gabriela, había externado ese sentimiento. Se reprochó, el no haberse dado cuenta de lo mal que lo estaba pasando la pequeña. Si la había notado retraída en los últimos días y suponía que algo tenía que ver con su madre, pero jamás pensó que la niña sintiera que Gabriela ya no la quería. Sin embargo, no veía conveniente decirle de la enfermedad, eso podría afectarle aún más.

—Nada de lo que está pasando es justo. Mi hija no debería de sentirse así —bufó.

—Se siente así porque su madre no la atiende como antes, pero si le explicaras el porqué, estoy segura de que entendería y…

—No me lo tomes a mal —la interrumpió—, agradezco que te preocupes por Verónica, pero esa fue una decisión que tomamos entre su madre y yo —sentenció.




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