Reunidos en casa de Álvaro y Anisa, los Avellaneda celebraban el noviazgo entre Óscar y Daniela.
Salvador, no dudó en darles su bendición, quería a Óscar como a un hijo, y al igual que Álvaro, había notado como él castaño se desvivía por su nieto, haciéndolo el candidato perfecto para su hija. Como buen padre, sospechaba lo que pasaba entre esos dos. En varias oportunidades, vio como Óscar iba por su hija al hospital, y la cara de cordero que ponía cada que la tenía enfrente. En fin, le alegraba saber que su niña estaba al lado de un buen hombre.
Benicio, Sara y sus hermanos Maxi y Emma, también se mostraron emocionados por su relación. Sobre todo al enterarse del visto bueno de sus respectivos hijos.
Ese mismo día, antes de ir a casa de su hermano, Daniela y Óscar, a pesar de seguir molestos, decidieron reunirse con los niños, para informarles sobre su relación. No les parecía justo que se enteraran junto a los demás. Ellos eran los pilares de sus vidas y su opinión era vital. Afortunadamente, los niños lo tomaron de buena manera, aunque se podría decir, que Daniel lo tomó mejor.
Verónica, al vivir por primera vez con sus padres bajo el mismo techo, se había ilusionado con que una vez que su madre superara su enfermedad, ellos se casarían y formaran una familia. Óscar, pacientemente le explicó que aunque su madre y él se apreciaban, no se amaban como las parejas de las telenovelas que solía ver en compañía de Marcela. Al hacer mención de dichos programas, la pequeña recordó una de las historias que había visto, donde los padres no estaban juntos pero seguían amando a sus hijos, y le preguntó, que si así pasaría con ella. Al darle su padre una respuesta afirmativa, la niña se acercó a Daniela y la abrazó, no sin antes pediré que fuera una buena novia para su papito.
Por parte de Daniel, la noticia había sido recibida de maravilla. Él crío se sintió feliz de saber a su madre enamorada y más si era del tío Óscar. Aunque no lo había externado, al niño le preocupaba la soledad de su madre, había escuchado como su abuela le pedía ayuda a su tío Álvaro, para conseguirle un novio a su mamá, o de lo contrario envejecería sola, y él no quería eso para su mamá, él quería que fuera feliz. Ahora que sabía que tenía novio y que era el castaño, podía imaginar lo mucho que se divertirían y más con la presencia de Vero, a quien le tenía mucho cariño.
Daniela observaba el panorama y no pudo evitar sentirse aliviada. Pese a seguir molesta con su lobo feroz, entendía que el anunciar a su familia su relación, era algo que debían hacer. Ya tendrían tiempo de conversar y aclarar un par de cositas que le venían comiendo la cabeza hacía varios días.
—¿Qué piensa mi caperucita? —la voz de Óscar la sacó de su ensoñación.
—En cuánto tiempo seré capaz de fingir que somos una pareja unida y feliz —soltó.
—Por supuesto que somos una pareja feliz —expresó con una enorme sonrisa—. Y unida, sobre todo unida —aclaró—. Tanto así, que pese a nuestras diferencias, podemos compartir en familia y comernos a besos, para que vean lo mucho que nos queremos.
—Serás capu…
No pudo terminar la frase, su lobo, tomó su boca con fervor, demostrándole que pese a los problemas, el amor que se tenían seguía allí.
—Busquen una habitación —les gritó Maxi. Provocando que el resto de los presentes prorrumpieran en carcajadas. Su hermano solía decirle aquello a Álvaro, quien no reparaba el lugar en donde se encontrara para comer a besos a su mujer.
Daniela notó que de todos, su madre fue la única que permaneció impasible. De hecho, no había pronunciado palabra desde que anunciaron su noviazgo y la verdad era que no le sorprendía. Era el tipo de reacción que esperaba de ella. Después de todo, Julia nunca estaba de acuerdo con sus decisiones.
Pasados unos minutos, se dirigió a la cocina por más bocadillos para los niños. La madre de su cuñada, a pesar de no poder asistir a la reunión por encontrarse de visita en Elche junto a su esposo e hija menor, había dejado decenas de bocadillos para la ocasión. Mamá Manuela, siempre se encargaba de consentir a Óscar, así fuese a la distancia.
Estaba ordenando los bocadillos en una bandeja, cuando escuchó a su madre hablarle.
—No estoy de acuerdo con esa relación —exclamó Julia.
—¿Perdón? —se giró para quedar de frente a su progenitora.
—Que no estoy de acuerdo —afirmó—. Quiero mucho a Óscar, incluso lo veo como un hijo, pero no es hombre para ti.
Daniela, que conocía muy bien a su madre, supo desde un principio que aquella noticia no le había caído en gracia. Bastó con verle el gesto hipócrita al alzar su copa para el brindis, para darse cuenta de que no la apoyaría.
—A ver mamá, ilumíname. ¿Por qué Óscar no es hombre para mí? —preguntó con ironía— ¿Es por qué es amigo de Álvaro? —su madre negó con la cabeza— ¿Es por qué me lleva algunos años?, te recuerdo que Juan también era mucho mayor que yo y eso no pareció importarte cuando me exigiste casarme con él.
Julia volvió a negar con la cabeza y Daniela se exaltó al ver que su madre no había cambiado nada. Seguía siendo la misma frívola de siempre, a la que solo le importaba el qué dirán.
—¡Ya sé! ¿Es por qué no tiene un gran apellido con el que puedas pavonearte con tus amistades? —masculló.
Editado: 19.08.2021