Por Siempre Tú

Capítulo 18

Se acercaba el día de la madre y los niños se preparaban para llenar de amor a sus progenitoras. Días atrás, su tía Anisa los había ayudado a confeccionar los trajes y a practicar la coreografía que bailarían en el acto escolar.

A pesar de estar en niveles diferentes de la educación inicial, tanto Daniel como Verónica participarían en el mismo número musical. Era política de la escuela fomentar la interacción entre los estudiantes de la institución, instándolos a participar y compartir en actividades de este tipo.

Daniel, que era un niño muy observador, había notado como Vero no se integraba con los demás niños de su salón. Se mantenía siempre alejada y a duras penas intercambiaba palabras con uno que otro compañero, siempre que fuera de otro curso.  Algo le pasaba, ella no era así. Siempre estaba parloteando y haciendo chistes para animar a los que estaban a su alrededor, como lo hacía su tío Óscar.

Preocupado, la buscó con la mirada y vio que se hallaba sentada en un rincón del salón. Queriendo saber qué le pasaba, se acercó a ella y musitó:

—Vero. ¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal?

—No seas chismoso, ñañel.

—¡No soy chismoso!, solo me preocupo por ti. Estamos en un tiempo de receso y en vez de jugar con tus amigas, estás sola, en este rincón.   

—No tengo amigas —Vero se cruzó de brazos y bajó la mirada.

—¿Cómo que no tienes amigas? El otro día te vi jugando con Emily.

—Sí, pedo ella esta enfema.

—¿Y por qué no juegas con las demás niñas de tu salón?

—Poque son feas y hodibles.

Daniel cada vez entendía menos. Las niñas del salón de Vero eran muy lindas, de hecho, la niña que a él le gustaba, iba en ese curso.

—¿Por qué mejor no me explicas lo que pasa? No estoy entendiendo nada —pidió. Le había prometido a su tío que estaría pendiente de ella y pensaba cumplir su promesa.

—Pasa, que Vedo es una niña tonta que no sabe hablar.

Dijo una voz a su espalda y al girarse para ver de quien se trataba, se encontró con Camilo, uno de los compañeros de clases de Verónica. Detrás de él, se encontraban sus demás compañeros, quienes reían por lo que aquel niño decía.

—Oye, ¿por qué dices eso?

—Porque es la verdad. ¿Qué no ves cómo habla? Poque, cado, dana, data, daton —se mofó el crío—. Tan grande y sigue hablando como un bebé.

Los niños que estaban detrás de Camilo, comenzaron a reír a carcajadas, provocando que Vero rompiera en llanto. Al parecer, ese era el niño más popular en su salón y los demás le aplaudían todo lo que hacía.

Daniel cerró las manos en puños, tratando de contener la molestia que sentía al ver que se burlaban de esa manera de Verónica. Ella no tenía la culpa de hablar así, y se esforzaba todos los días, haciendo sus ejercicios para superar su problema del habla.

—Retira lo dicho y discúlpate con ella —le exigió a Camilo.

—¡No lo haré! Ella no debería participar en el acto escolar, solo lo dañará con su fea voz y palabras mal pronunciadas.

Recordando una vez más, lo prometido a su tío Óscar, Daniel se abalanzó sobre el compañero de Vero y le propinó un puñetazo en la cara, provocando que este cayera al suelo. Pero las cosas no quedaron allí, Camilo se puso de pie rápidamente y le devolvió el golpe a Daniel, iniciando así, una pelea.

Mientras los demás niños los aupaban para que continuaran a los puños, Verónica decidió intervenir, no quería que nadie le hiciera daño a Daniel. Intentó separarlos, pero en el proceso recibió un fuerte golpe en la cara, que la mandó al suelo.

La maestra que había salido por un bocadillo, al ingresar al salón y ver lo que estaba ocurriendo, fue directamente a donde estaban peleando los niños y los separó. Luego de averiguar porque había ocurrido aquella pelea, los llevó a la enfermería y posteriormente a la dirección. Debían llamar a sus padres e informarles lo ocurrido.

Mientras esperaban la llegada de sus progenitores, Verónica se sentó junto a Daniel y tras tomarle de la mano, musitó:

—Gacias, a ese tonto no le quedadon ganas de metese conmigo.

—Eso espero, porque si no, lo vuelvo a moler a golpes —dijo Daniel entre dientes. Esa frase la había escuchado días atrás, en una película de acción que había visto junto a su tío Maxi. No había entendido el significado de esas palabras, hasta ese momento.

Daniel no era un niño violento ni mucho menos, de hecho sabía que la reprimenda que le vendría por parte de su madre sería colosal, pero tenía que defender y proteger a Verónica. Lo menos que quería era defraudar a Óscar, y confiaba en que este abogaría por él ante su madre.  

—¿Te duele? —le preguntó la niña viendo el golpe que tenía en el ojo izquierdo.

—No mucho, ¿y a ti? —Verónica llevaba un golpe similar, pero en el ojo derecho.

La niña se encogió de hombros y tras darle una mirada cargada de odio a Camilo, que los observaba desde el banco de enfrente, masculló:

—No. Solo quiedo idme a mi casa.




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