Por siempre (un cuento oscuro, #0.3)

1

─No entiendo que le ves al mundo mortal.

─ ¿Una manera de ganarme la vida, por ejemplo?

─No necesitas irte a cazar allí para ganarte la vida, y lo sabes. Exponerte de esa manera…

Rhys puso los ojos en blanco mientras guardaba los cuchillos en su cinturón con movimientos rápidos y diestros.

─Me ofende que con treinta y tres años sigas haciéndome estos comentarios, Lea.

─Siempre vas a ser mi hermano pequeño.

Rhys se irguió en toda su estatura para mirar a su hermana mayor, considerablemente más baja que él. Lea enarcó una ceja ante ese gesto y cruzó los brazos sobre el pecho.

─De verdad, no tienes por qué dedicarte a eso. Si no quieres ser un soldado ni formar parte de los danann… ─insistió ella.

─Siempre voy a ser un danann ─la cortó él con suavidad, pero tajante al mismo tiempo─. Nunca renegaré de ellos, pero no quiero que mi vida se reduzca a eso, a ser un legionario a las órdenes de Kendrick, por muy que me caiga. Y a papá no le importa ─finalizó encogiéndose de hombros.

─Kendrick podría ayudarte a…

─No quiero que tu marido me ayude en nada ─replicó Rhys con aspereza.

No tenía nada en contra de su Hijo Predilecto, quien por añadidura era su cuñado. Le caía bastante bien, en realidad. Desde la perspectiva de Rhys, tenía el punto de gilipollez típico de todos los hombres de su posición que además poseían sangre noble en sus venas. La responsabilidad de tener que tomar decisiones poco populares abocaba a esa característica, o eso suponía él.

─ ¿Cuánto vas a quedarte? ─preguntó Lea tras un breve y espeso silencio.

─Probablemente vuelva mañana. Hay algo que está estropeando las trampas y lo que cae en ellas. Voy a intentar averiguar quién o qué es y me desharé del problema.

Lea se quedó callada. Su hermano no podía leer la mente como su marido, pero podía figurarse lo que pasaba por su cabeza. A Lea siempre le había parecido inquietante la manera en la que los fae que la rodeaban, especialmente los hombres, tenían la capacidad de hablar sobre quitar una vida como si estuvieran hablando de arrancar una flor o soplar una vela; como si solo estuviesen soplando un montón de polvo, esparciéndolo al viento, sin la implicación de llevar un anam, un alma inmortal, a otro lugar.

Su hermano pequeño no era diferente, y al mismo tiempo, sí. Rhys había entrado en combate a las órdenes de su padre, Gwylim, en la legión de guerreros danann, pero nunca se había sentido atraído por esa vida. Por la guerra, la sangre derramada sin una buena causa, porque para Rhys, no había guerras justificables; solo eran caprichos de los Hijos Predilectos que los legionarios y guerreros debían cumplir y llevar a cabo. Sin embargo, a Rhys no le disgustaba toda la violencia; disfrutaba con las prácticas de combate, con las peleas con las que se había entrenado de niño. Le excitaba el combate, la sangre… y la caza. Pero no la guerra.

─ ¿Qué crees que puede ser? ─preguntó ella viéndolo terminar de coger sus armas.

─Algo lo bastante inteligente como para deshacer una trampa para selkies ─dijo mientras comprobaba el filo de una daga─. Un feérico que quiera problemas, o incluso un humano especialmente estúpido.

La última opción le parecía la más plausible, la verdad, aunque esperaba que no fuera la correcta. Nunca había matado a un mortal, y la perspectiva de hacerlo no lo atraía, pero tampoco lo desagradaba. Simplemente no quería tener que lidiar con quienes se creían las niñeras del mundo de arriba.

─O una sealgair.

Rhys arrugó el ceño mientras se giraba hacia su hermana.

─ ¿Por qué iba una sealgair a liberar un selkie?

Lea se encogió de hombros.

─Para atraer a una trampa a un fae estúpido, por ejemplo.

Rhys resopló suavemente y sonrió de medio lado.

─ ¿Quieres que la siguiente piel te la guarde para que tu querida modista real te haga una estola? O, ¿preferirías que la guardase para Anice?

Lea hizo una mueca.

─Tiene suficientes pieles de seres extraños como para lucir una diferente cada día del año. Creo que la siguiente que quiere colgada en su armario es la mía.

Rhys no le llevó la contraria. Tanto la hermana pequeña de Kendrick, Anice, como su hermano menor y segundo al mando, Brycen, siempre habían dejado claro lo que pensaban de la relación entre Lea y el Hijo Predilecto, igual que todos los aristócratas que vivían en la villa que rodeaba el palacio de la Sombra y la Niebla, un lugar en el que Rhys solo había estado cuando tenía tres años, durante la boda de su hermana, y al cual no le habían quedado ganas de regresar.

La relación entre la joven y al principio ingenua hija del general más capacitado de la Casa pero sin una gota de sangre noble, y uno de los hijos favoritos de los dioses, descendiente de un linaje antiguo y también guerrero, pero con un blasón familiar que iba acompañado de una corona y una larga tradición de poder, nunca había sido plato de buen gusto. La suya era una historia que había despertado muchas emociones diferentes entre quienes la conocían; nobles aristócratas de palacio, guerreros hijos de Dannu y otras criaturas que la narraban como si se tratase de un oscuro cuento romántico, uno que muchos habían esperado que tuviera un final trágico.



#9084 en Fantasía
#18899 en Novela romántica

En el texto hay: magia, faes, romance +18

Editado: 25.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.