Por siempre (un cuento oscuro, #0.3)

10

Eithne se sentía totalmente aislada del mundo entre los brazos de Rhys. Se sentía a salvo allí, en brazos del que por naturaleza era su enemigo. Allí, Nuala no podía mandar a su hermana pequeña a matar a un fae. El rostro de Gwynie seguía presente detrás de sus párpados cerrados e hinchados, sus palabras valientes pero dubitativas martilleaban en su cabeza dolorosamente. Su hermana pequeña era buena luchadora, sobre todo con la ràsair sliasaid, la espada corta que rotaba sobre sí misma para quedar guardada y ser portada en una funda atada al muslo, pero también era un ser muy dulce y lleno de luz. Eithne se había dado cuenta de cómo fruncía el ceño ante los detalles escabrosos y cómo se estremecía con la visión de la sangre y los cuerpos mutilados. Tenía miedo de que su hermana muriese si se enfrentaba a un fae, pero no solo eso; Eithne estaba aterrada de que su hermana fallase como lo había hecho ella. De que demostrase que no servía para quitar la vida como se esperaría que una sealgair lo hiciese.

 La presión de unos labios firmes y cálidos sobre su frene fue lo que hizo que finalmente levantase la cabeza. Se topó con unos ojos de color cobalto llenos de ternura y compasión, emociones a las que ella no estaba acostumbrada y que no esperaba encontrarse en los ojos de un feérico. Pero Rhys la había sorprendido en tantas cosas…

─No me habías dicho que tuvieses una hermana ─dijo apartando las lágrimas que seguían cayendo de sus ojos y que manchaban sus mejillas arreboladas.

No había reproche en esas palabras, pero Eithne no pudo evitar sentirse un poco culpable igualmente. Se removió entre sus brazos, pero no salió de su amparo. No quería hacerlo. Nunca. Eithne quería permanecer allí dentro. Por siempre.

─No te culpo de ello ─dijo él apartándole un mechón de la frente─. Puedo entender porqué no lo hiciste.

Eithne se estremeció con su contacto. Había tantas cosas que no le había contado… Y deseaba hacerlo. Deseaba…

Lo deseaba a él.

Lo había deseado durante mucho tiempo, puede que no de la manera en la que sentía ahora, pero Rhys siempre había sido como una hoguera para su cuerpo. Calentaba su estómago cuando sus sentidos procesaban lo que era, sus dedos cuando los cerraba entorno a la espada antes de enfrentarse a él, sus piernas antes de moverse hacia él. Su pecho, cuando hablaban después de cada pelea y ella se sinceraba contándole lo que bullía en su cabeza. Y ahora, en la entrada a su cuerpo que había entre sus piernas.

Sin ser del todo consciente de lo que hacía, Eithne se puso de puntillas y presionó sus labios contra los de Rhys. El fae dio un respingo en el sitio y se separó un instante, sus ojos azules clavados en los verde grisáceos de ella, más abiertos de lo normal.

Eithne abrió la boca mientras comenzaba a separarse de él, con las mejillas ardiendo de vergüenza y algo más visceral que no supo identificar. Fue a pedirle disculpas, pero sus labios no tardaron en volver a quedar cubiertos.  Rhys pasó una mano por detrás de su cuello, con cuidado de no tocar el cordel de hebras de serbal de cazador, e inclinó hacia atrás la cabeza de la joven.

El beso fue profundo, cálido. Abierto. Eithne no se esperaba la suavidad de los labios de Rhys y la gentileza con la que los movió sobre los suyos, a pesar del hambre que hacía que su cuerpo temblase. Sus caricias en la espalda, en las mejillas, en cuello, su simple tacto en cualquier parte de su cuerpo, hicieron que Eithne cerrase los dedos con fuerza sobre la tela de la camisa y tirase de ella. Quería quitársela. Le estorbaba de una manera casi delirante.  

Cuando tanto Eithne como Rhys se dieron cuenta de lo que estaba ocurriendo entre ellos, dentro de ellos, a ninguno de los dos le importó. Un fae y una sealgair, los antagonistas de una historia casi tan antigua como la brecha que unía los mundos a los que ambos pertenecían, habían sellado sus destinos mucho antes de ese momento.

Un fae y una sealgair, seres totalmente diferentes que nunca antes se habían sentido tan en sintonía con otra criatura como se habían llegado a encontrar el uno con la otra.

Un fae y una sealgair condenados por los suyos muchos años atrás, repudiados, rechazados. ¿Qué más daba un estigma más en su conciencia?

El beso se fue haciendo cada vez más intenso, sus manos se exploraron por encima de la ropa, más atrevidas con cada caricia. Cuando fueron capaces de separarse y advirtieron lo expuestos que estaban, Rhys la condujo a una de las colinas cercanas que cerraban el paraje del loch sin mediar palabra, y Eithne no hizo preguntas. Se desplazaron entre la maleza y los árboles frondosos con pasos rápidos, cogidos de la mano, moviéndose como dos sombras escurridizas.

La mente de la cazadora, ligeramente embotada por el calor y la excitación, tardó en procesar lo que estaba haciendo y la temeridad que implicaba. Estaba siguiendo a un inmortal al interior del bosque para hacer… aquello de lo que se les advertía a las chiquillas humanas, jóvenes, inexpertas y anhelantes de sentirse deseadas por alguien con la belleza y el carisma de un feérico mayor.

Eithne dudó cuando una zarza le tiró de la manga de la camisa que llevaba puesta, parcialmente desabotonada y arrugada. Miró la nuca de Rhys que seguía avanzando resuelto delante de ella, sus cabellos negros y revueltos… por los dedos de la joven. Se detuvo cuando sintió que ella se quedaba rezagada y se volvió a mirarla. Sus ojos azules estaban casi consumidos por sus pupilas dilatada. Eithne lo vio apretar la boca y fruncir el ceño, consciente de sus dudas. Abrió la boca para hablar, pero ella no le dejó. La cazadora apretó la mano del fae con más fuerza y no volvió a vacilar.



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En el texto hay: magia, faes, romance +18

Editado: 25.02.2022

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