Por siempre (un cuento oscuro, #0.3)

12

Eithne sangró una semana después de haber estado con Rhys por primera vez, y eso la llenó de alivio. Había decidido no tomarse nada para prevenir el embarazo por dos razones; por una parte, no estaba segura de que pudiera quedarse embaraza de él (fae y sidhe no podían tener descendencia entre ellos, aunque con los humanos sí). Además, no tenía manera de conseguir un tónico sin que le hiciesen preguntas que ella no quería responder. Nuala la interrogaría si se enteraba de que se lo había pedido a la sanadora, y Eithne no sería capaz de mentirle.

Después de esa primera vez, sus encuentros casi dejaron de dedicarse a la lucha, y pasaron a otro tipo de contacto cuerpo a cuerpo. En la intimidad de la gruta, Rhys le descubrió muchas cosas nuevas a Eithne sobre su cuerpo, variantes de sensaciones que ya había experimentado antes con mujeres.

No se cansaban el uno de la otra. Los días no tenían suficientes horas para estar juntos, tocándose, riéndose, fundidos como uno solo. Para amarse. Pero eso, nunca se lo dijeron en voz alta aquel verano. Porque no lo sabían, aún no, o no querían reconocerlo.

Las confesiones que intercambiaban los abrían en canal, los exponían de una manera a la que ninguno estaba acostumbrado. Se deseaban, les gustaba estar juntos, pero amarse… eso no les estaba permitido. Podían ser los más alienados y desnaturalizados de sus congéneres, pero que las criaturas más predestinadas a odiarse de la creación sintiesen amor por la otra parte… Eso eran palabras mayores. Incluso después de lo que compartieron al día siguiente de que la hermana pequeña de Eithne se hubiese convertido en una sealgair completa.

A Eithne no se le había permitido formar parte de la expedición que acompañaría a Gwynie ese día. Tuvo que quedarse en el poblado, esperando, con las interminables horas del día pasando a cuenta gotas. No fue hasta que el sol trazó líneas color sangre entre los árboles que las centinelas anunciaron su llegada.

Cuando vio a su hermana pequeña, Eithne lloró. Lloró de alegría al ver que, a pesar de que la niña venía hecha una piltrafa, la trenza medio desecha, con un ojo medio cerrado y cojeando, estaba viva. Viva y con un corazón sangrante en la mano derecha. Lloró de felicidad porque su hermana había conseguido matar a un fae, y porque los ojos de quienes la acompañaban relucían de orgullo.

A Eithne le hizo feliz que su hermana, su pequeña y dulce Gwynie, no fuera como ella, que no hubiese vacilado y hubiese quitado una vida. Era una sealgair de verdad, una a la que nadie juzgaría ni pondría en duda su identidad como guerrera y cazadora. Pero al mismo tiempo, mientas la abrazaba, sintió que el corazón se le resquebrajaba en mil pedazos diminutos dentro del pecho.

Su hermana no había fallado.

Al día siguiente, Eithne salió con Ròsan con la excusa de ir a comprar algunas cosas a un pueblo relativamente lejano, en el que dijo se quedaría a dormir. Le contó todo a Rhys, cómo se había sentido al darse cuenta de lo que Gwynie había conseguido, la mezcla amarga del orgullo, el alivio y el dolor dentro de ella. Él la escuchó en silencio, con la barbilla apoyada en su cabeza y un brazo por debajo de sus hombros. Se encontraban tendidos sobre las pieles en las que compartían sus cuerpos desnudos, parcialmente vestidos. De momento.

Cuando llegó, Eithne dejó que Rhys la desnudase poco a poco, deshaciéndose de las capas de ropa y también su vacilación inicial al hablar. Todavía seguía costándole empezar a expresar lo que la consumía por dentro, no porque no se fiase de Rhys, sino porque no lo hacía de sí misma. De la explosividad con la que saldrían esos sentimientos. El fae parecía saber guiarla, tirando poco a poco de la hebra deshilacha de sus emociones, soltándola poco a poco.

Ahora, los dos se encontraban muy pegados y con muy poca ropa. Eithne tenía la uña de selkie que colgaba del cuello de Rhys entre sus dedos, rozando la piel de su pecho. Se sentía tremendamente cansada después de todo lo que le había contado, pero liberada al mismo tiempo.

─ ¿Cómo se siente tu hermana? ─preguntó Rhys acariciando su costado con el pulgar.

─Contenta, supongo ─contestó Eithne después de sopesar la respuesta─. No se lo he preguntado directamente, pero es así como tiene que ser.

Ella esperaba sinceramente que así fuera, por el bien de la pequeña.

─Y, ¿tu tía? ─prosiguió Rhys.

Eithne no pudo contener una mueca que arrugó sus labios. Solo le había echado un breve vistazo a su tía para comprobar el gesto de su boca, lo cerca o lo lejos que aquel lunar se encontraba de sus labios. Había sido una mirada muy rápida en la que había evitado a toda costa cruzarse con sus ojos. Estaba feliz por Gwynie y porque las demás estuvieran conformes con lo que había ocurrido, pero no quería ver el reproche en sus ojos por lo que su hermana había conseguido y ella no.

─Creo que si tuviera que usar solo una palabra para definir la cara de mi tía cuando cruzaron la entrada del campamento, sería alivio. En el fondo sabía que no fallaría ─añadió tras un largo silencio solo interrumpido por el murmullo cercano del agua─. Gwynie es más fuerte de lo que parece. Es una persona que siente mucho y es muy empática, pero sabe afrontar lo que tiene que hacer. En eso no nos parecemos en nada ─finalizó con un suspiro.

Rhys no dijo nada, cosa que Eithne agradeció. Se limitó a acunarla contra su cuerpo largo rato, mientras la respiración de la cazadora y los latidos de su corazón recuperaban su ritmo normal.  Eithne se revolvió entre los brazos de Rhys cuando sintió sus labios besarle la frente. Sus dedos bajaron por su costado, acariciándole la cadera. Su cuerpo entero reaccionó ante la vibración de su poder, hormiguean, pidiéndole más. Levantó la cabeza para que sus bocas se encontrasen, fundiéndose en un beso largo, tierno al principio, pero que no tardó en cobrar profundidad. Eithne colocó una mano en la nuca de Rhys para pegarlo más ella y para indicarle, sin palabras, que quería más. Lo sintió sonreír contra su boca antes de comenzar a complacerla.



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En el texto hay: magia, faes, romance +18

Editado: 25.02.2022

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