Por Siempre Y Para Siempre Tu

CAPITULO 12

12

SHAMARA

Toqué el timbre, ansiosa por verlo y ahí estaba él, mi Dios egipcio, vistiendo unos vaqueros negros y una camisa mangas cortas verde oscuro que le quedaba divina, aunque pienso que a él todo le queda bien.

Me dio un rico y cálido beso de bienvenida.

─¿Cómo estas mi amor? ─preguntó mientras me conducía a la cocina.

Su departamento era muy espacioso para un hombre solo, su sala muy grande, tenía dos sofás blancos con cojines negros y rojos, un bar lleno de vinos y whiskys, una mesa de cristal entre los dos sofás, dos mesas altas con lámparas acorde con la decoración, además de una gran vista, más adelante había otro sofá, pero este era marrón con cojines blancos, había otra mesa de cristal con fotos de la familia y un gran librero lleno de muchos libros y un gran televisor plasma. Más allá estaba el área de la cocina con un desayunador con cuatro taburetes, todo bien combinado y muy organizado.

─Hermosa te pregunté ¿cómo estás? y no me has respondido ─dijo distrayendo mi recorrido.

─Estoy bien cariño, solo estoy conociendo tu espacio ─respondí.

Caminé en su dirección para darme un fuerte abrazo. Me gustaba tenerlo cerca de mí, tocar sus fuertes brazos.

Me soltó dirigiéndome a los taburetes del desayunador.

─Siéntate por favor ─me pidió, luego se dirigió a su mini bar donde tenía muchas botellas de vinos. Tomó una botella haciéndome señas que la iba a destapar, buscó dos copas que sacó de los gabinetes.

─Toma ─pasándome mi copa ─Brindemos por nosotros ─dijo chocando nuestras copas.

─Sabe rico ─musite.

─Es un Chateau Petrus del año 2005, me lo regalo un cliente a modo de agradecimiento por un trabajo que les hicimos─. Respondió

─¡Vaya! buen regalo, tu cliente tiene buen gusto.

─Tienes un apartamento muy bonito y bien decorado ¿Quién lo decoro? ─pregunté interesada.

─Mi madre lo hizo, tú sabes que a ella le apasiona la decoración. ─Ven ─Me tomó de las manos y me condujo a un pasillo entrando a una gran habitación, estaba decorada en azul y blanco, su cama era grande, tendida con una corcha azul con blanco y llena de cojines del mismo color, un gran ventanal de cristal con las cortinas corridas hacia un lado.

Me tomó entre sus brazos y besó muy apasionadamente, me sentó en la cama, se bajó para quitarme los zapatos para luego desabrochar el cierre de mi corto vestido.

Me volvió a besar apasionadamente enterrando sus dedos en mi cabello, desasiendo mi peinado.

─Hueles tan rico ─susurró mordiendo y lamiendo mi oreja derecha, haciendo que mi cuerpo se estremeciera.

Estaba en su cama en ropa interior de encajes negro, me tomó las dos manos y las levanté por encima de mi cabeza haciéndome presión, mordiendo mis labios.

No me podía mover porque estaba debajo de el con las manos agarradas, traté de moverme, pero no me permitió.

─Tranquila hermosa, vas a recibir placer ─susurro ─Me sonrojé de solo pensar en que le iba hacer…

─Dame un minuto ─dijo parándome rápido.

─¿A dónde vas? ─le grité

Un minuto después volvió con un platón lleno de fresas, uvas y miel.

─Vaya sorpresa ─dije─, tomó su copa con el rico vino y bebió un sorbo.

Se sentó a mi lado con el platón de frutas y sin camisa.

─Abre la boca ─me pidió con una fresa en la mano, le di una mordida y luego me la introduje a la boca ─Recuéstate ─Ahora me pasó una uva y luego otra fresa, sin decir nada vertió miel en mi estómago bañando toda el área del abdomen.

Tomó nueva vez otra fresa y la rosó por mis pechos para untarla de miel y luego ponerla en mi boca. Mi cuerpo de Shamara estaba temblando, sintiendo un fuerte cosquilleo en mi vientre.

─Te voy a comer completa ─dijo mientras se subía encima de mí para comenzar la tortura erótica. Difundió calientes besos por toda mi cara, bajando a mi cuello mientras acariciaba con mis manos mis senos, pellizcando miss pezones poniéndose duros, moría de placer.

Le acaricié el cabello introduciendo mis dedos, me sentía en las nubes.

Dean destapó un sobre dorado sacando un condón, lo coloca rápido y se introduce en mí. Solté un grito ahogado para sentir sus ricos movimientos lentos y luego rápidos, los dos al compás de esa rica locura erótica, sintiendo como nuestros cuerpos se hacían uno explotando de placer al mismo tiempo.  

***

El tiempo pasaba muy deprisa. Finalizando el mes de noviembre las cosas entre nosotros iban de maravilla.

Yo estaba concentrada en la universidad, siempre con muchas tareas y cuando no tenía clases, iba al consultorio de mi madre para tener más conocimiento de lo que era su profesión y que pronto seria la mía.

Dean siempre estaba ocupado. Viajaba mucho por trabajo. Había pasado tres semanas desde que él y Owen se habían ido para Chicago a cerrar un negocio.




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