SHAMARA
─Si mamá, las cosas me van de maravilla, el curso ha sido lo mejor que me ha pasado; he conocido a muchas personas… me gustaría que estuvieras aquí para que salieras a caminar conmigo, la pasarías de maravilla…
─Te extrañamos mucho, mi niña, la casa no es igual sin ti….
─Yo también a ustedes. Mami, tengo que colgar, voy a salir con unos amigos y llegare tarde. Besos para todos.
Había pasado cuatro meses desde que me había ido a Londres, me sentía muy a gusto en ese país, aunque mee quejaba del frio y la humedad del lugar. Extrañaba mucho mi familia, mi amiga Sophia y sus locuras, pero en especial a Dean. No quería que nadie me hablara de él, quería que todo siguiera su curso.
Había hecho varios amigos, compañeros de clases y uno muy especial que llego a mi vida para darle un poco de aventuras y alegrías, Oliver Krapp, un joven empresario de veintiséis años, un encantador hombre que se encontraba en Londres de vacaciones con su hermano menor, nos conocimos en un café muy famoso llamado Farm Girl Café en Notting Hill donde visitaba para desayunar y leer un poco.
Oliver visitaba el café todas las mañanas con su hermano a tomar su famosa bebida australiana. Me contó que la primera vez que me vio quedó cautivado con mi belleza; yo siempre me sentaba en una de las esquinas donde podía disfrutar de una buena lectura sin ser interrumpida mientras que él siempre estaba a dos mesas de mi dónde me podía espiar.
Un día su hermano Joshua al ver que Oliver no se atrevía hablarle a la chica que siempre miraba embobado se acercó a mi mesa y entablo una conversación muy amena, entre risas y cuentos ese día inicio la amistad de nosotros.
Oliver Krapp, era un hombre alto, de piel muy blanca, cuerpo atlético y muy bien definido, espalda ancha, nariz perfilada, labios carnosos y muy apetecibles; con una mirado muy dulce, todo un caballero. Era el encargado de finanzas de la empresa de su padre, el señor Hamin Krapp, un empresario muy famoso en el área textil en Estados Unidos.
Después de ese día siempre desayunábamos juntos, además de algunas veces salíamos a conocer algunos lugares de Londres cuando no tenía clases.
Oliver estaba muy contento de haberme conocido, siempre lo decía, hablaba de mi forma tan natural y lo mucho que reían, pero sabía que mi corazón tenia dueño. Una noche cuando fuimos solos a cenar, Oliver me confeso lo mucho que yo le gustaba, quería que le diera una oportunidad para conocerme mejor, pero fui muy sincera y le conté lo triste e infeliz que me sentía porque no estaba con el hombre que amaba. Que había viajado dejando su vida en Estados Unidos para poder sanar mis heridas.
Él se propuso conquistarme, salíamos a cenar solos más a menudo, teníamos muchas cosas en común además de pasarnos horas hablando y riendo.
Muchas veces me cuestioné si estaba bien lo que estaba haciendo porque yo no lo quería herir y menos engañar. No puedo negar que me sentía muy a gusto con él.
Cuando me tocaba las clases de fotografía a la salida siempre estaba Oliver esperándome, hacíamos muchas locuras juntos, hacíamos paseos en bicicletas, en motos y todas las locuras que se nos ocurriera; un viernes en la tarde me rapto llevándome a Paris, Francia.
Visitamos varios monumentos históricos y lugares como: Montmartre, el barrio de pintores. Un lugar de calles pequeñas y empinadas llenas de muchas bella y exquisitas pinturas donde yo aproveché para tomar muchas fotografías.
También fuimos al Palacio de Versalles, el Museo de Louvre, el Arco del Triunfo donde Oliver aprovecho para darme un tierno beso que me dejo totalmente fuera de base y que decir cuando el sábado en la noche me llevo a cenar a la afamada Torres Eiffel, me tomó de las manos pidiéndome que le diera una oportunidad.
En ese instante no supe que decirle, me sentía confundida y a la vez excitada por lo mágico que había sido pasar el fin de semana con él, no le di esperanzas, pero tampoco lo rechacé.
Así llenos de magia y momentos felices Oliver y yo pasamos más de un mes juntos, él en ese tiempo había progresado mucho, nos abrazábamos y besábamos, pero aún no me sentía preparada para ir más allá y él lo entendía porque me quería para algo más que un verano divertido.
Pero ya era momento de que Oliver regresara a su vida cotidiana, tenía que volver al trabajo y asumir todas sus responsabilidades en la empresa krapp.
Estábamos en el aeropuerto esperando que ellos embarcaran, con los ojos llenos de lágrimas lo abrasaba con fuerzas porque no quería que se fuera, Oliver me había devuelto la confianza en mí misma, aunque fuera a miles de kilómetros estaba viviendo sin Dean y era feliz.
Nos besamos por largo rato prometiéndonos que cuando yo regresara a San Francisco el iría a visitarme y conocer a mi familia al igual que yo iría a New York.